Los interdependientes

Sea en la pareja, la familia, la amistad, el trabajo o el ocio, parece claro que el ser humano necesita la interdependencia para crecer.

Francisco Sánchez

07 DE ABRIL DE 2015 · 16:41

La unión hace la fuerza, dice un antiguo refrán. En el ámbito espiritual pasa lo mismo.,
La unión hace la fuerza, dice un antiguo refrán. En el ámbito espiritual pasa lo mismo.

¿Vivimos bajo principios inamovibles frente a los huracanes de la vida? ¿Cómo podemos desarrollar al máximo nuestro potencial en el ámbito social, familiar o laboral? Para responder debemos diferenciar entre la ética de la personalidad y la ética del carácter.

La ética de la personalidad trabaja de afuera hacia dentro los aspectos exteriores del individuo: la imagen pública, las habilidades y las técnicas sociales para interactuar con otras personas. Entre sus máximos exponentes está desarrollar una actitud mental positiva.

La ética del carácter trabaja de dentro hacia afuera. Cultiva la integridad, la humildad, la fidelidad, el esfuerzo, la paciencia y la “regla de oro”, entre otros, como bases para el éxito.

¿Nos dice algo el hecho de que desde la segunda mitad del siglo veinte sólo interesa escribir sobre la ética de la personalidad? Sin embargo, hay problemas que no se solucionan vistiendo traje y corbata o disparando ráfagas de frases positivas memorizadas. Por el contrario, estos problemas, sólo se solucionan desde adentro, desde el fondo de uno mismo, descubriendo cuáles son los principios que nos impulsan en cada decisión que tomamos y cada acción que llevamos a cabo.

La pregunta es si vivimos bajo principios correctos que permanecen inamovibles frente a los huracanes de la vida. Si no es así, tal vez me estoy limitando, simplemente, a ser lo que las demás personas quieren que yo sea. En este caso, es lógico que siempre culpe a los demás de mis propios errores.

Entiendo que nuestras equivocaciones pueden llegar a ser grandes y que un poco de mal hace daño a mucho bien. No contábamos con que nuestra decisión era tan desacertada. A veces, el ovillo es demasiado grande como para desenmarañarlo y deshacer los nudos hasta lograr estirar el hilo. Sin embargo, y a pesar del esfuerzo y el dolor, el dolor de la verdad, la verdad que dice que pudiste elegir de otra manera y no lo hiciste, digo, a pesar de este dolor, es mejor decidirse de una vez por todas a trabajar de dentro hacia afuera y coger la punta de hilo de nuestro ovillo y comenzar a des-nudarlo hasta lograr ver la extensión del mismo: dónde comienza y dónde termina para, una vez ahí, reconocer lo arrugados que hemos estado hasta el momento. Entonces, y sólo entonces, podremos entretejer a partir de lo que somos porque hemos conocido palmo a palmo cada tramo, cada nudo, cada centímetro de hilo de este precioso ovillo que tantas veces ha estado entre agujas que no sabían tejer.

Stephen R. Covey habla de la interdependencia como la base sobre la que logramos ser lo que realmente queremos ser. Otros estados de los que habla son el de la dependencia y el de la independencia.

 

Stephen R. Covey.

 Depender de terceros es lo peor que podemos elegir porque sólo seremos felices cuando las demás personas crean que podemos serlo. En la mayoría de las ocasiones, esto será nunca. La independencia es mejor que la dependencia porque a través de ella he aprendido a no depender de los demás: soy una persona no-dependiente de otra persona. Sin embargo, esto es agotador porque nos obliga a asumir el control de absolutamente todo. Estamos ante el conocidísimo ejemplo “mejor enseña a pescar y no, simplemente, a comer el pez que tú pescas”. El mayor problema de la independencia es que favorece el individualismo. Como afirma Augusto Cury en su libro Padres brillantes, maestros fascinantes, debemos tener cuidado con el individualismo porque transforma un hecho tan hermoso como el que no haya dos personas iguales en el universo, en algo tan repugnante como que todo gire alrededor de una sola persona: YO.

El filósofo Martin Buber habla de la importancia de una relación en la que están el Yo y el Tú. Buber luchó contra la cosificación del ser humano. Intentó establecer un constante diálogo con el otro, el prójimo, con el fin de llegar más allá de lo superficial. Porque lo superficial, simplemente, nos pone etiquetas y nos convierte en objetos. Para Buber, siempre que busquemos al Tú, al otro, no de manera superficial sino a través del diálogo sincero, estaremos sembrando para la eternidad, estaremos viviendo de manera efectiva.

En esta línea, Covey cree que la opción más óptima para el ser humano es la interdependencia, es decir, el trabajo entre independientes. Por ejemplo, yo sé que por las características de mi hilo soy “un calcetín” y esto, para ser sinceros, no me gusta. Prefiero estar en un lugar más vistoso y ampliar aún más las funciones para las que valgo. Tú, sin embargo, eres una manopla. La interdependencia dice, tú solo no puedes dejar de ser calcetín o manopla, sin embargo, tú y yo juntos, trabajando al unísono podemos llegar a ser un gorro y colocarnos en la cima de la cabeza. No hemos perdido nuestra función de proteger y calentar, no hemos dejado de ser lo que en esencia somos y, sin embargo, hemos logrado mucho más al trabajar juntos. Perdemos “la forma exterior original (calcetín y manopla)” pero no perdemos la esencia que nos define, seguimos siendo hilo de algodón que al juntarse con otro hilo de algodón abarca más, crece, se amplia y adopta nuevas formas que de otra manera hubieran sido imposibles.

Covey habla de siete hábitos que facilitan la interdependencia con el fin de que, sin renunciar a lo que nos define como personas, a nuestra esencia más íntima, podamos comunicarnos y trabajar con otras personas sin que ninguna de las dos partes quede anulada.

Sea en la pareja, la familia, la amistad, el trabajo o el ocio, parece claro que el ser humano necesita la interdependencia para crecer. La unión hace la fuerza, dice un antiguo refrán.

En el ámbito espiritual ocurre lo mismo. ¿Desea Dios que seamos “llaneros solitarios” galopando sobre su mies? No. ¿Podría Él hacerlo todo sin la ayuda del ser humano? Dios se limita a sí mismo al contar con nosotros, de alguna forma nos espera hasta que estamos dispuestos para colaborar con Él porque el Amor no es una fórmula personal divisible entre uno: el verdadero Amor siempre multiplica por dos.

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