¿Perder un hijo y vencer el dolor? Sí, se puede

El 12 de Septiembre del año 2003, murió nuestro hijo mayor David, mientras practicaba submarinismo frente a la isla de Es Vedrá en Ibiza, a la edad de 29 años.

20 DE MAYO DE 2013 · 22:00

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Él era el mayor de nuestros seis hijos y su muerte nos dejó como familia, completamente conmocionados, devastados y en estado de shock. Unas horas antes estábamos tranquilamente cenando cuando sonó el teléfono para anunciarnos que David no había vuelto a casa, que estaba pescando y que siempre llegaba antes de esa hora. Entonces, recuerdo, el corazón empezó a latirme fuertemente pero procuré con todas mis fuerzas aferrarme a lo que estaba haciendo, intentando captar el sentido de la película que veía en la televisión, a pesar de que intuía que algo iba mal, muy mal. Las horas que precedieron al hallazgo de su cuerpo fueron interminables. Mi hermana Patri estuvo conmigo durante estas horas angustiosas de búsqueda, y de incertidumbre, siendo para mí un bastión de incalculable valor. Me transmitió una serenidad y una paz extraordinarias que me permitieron afrontar los primeros momentos sin derrumbarme. CUANDO EL MUNDO SE DESMORONA El desenlace se produjo cuando recibí la llamada de mi esposo, al que acompañaban el resto de nuestros hijos, al comunicarme que habían hallado el cuerpo… Y entonces, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, la vida que conoces se detiene. Tu mundo se desmorona y crees ser únicamente un espectador de los acontecimientos que se están desarrollando delante de ti, todo transcurre a cámara lenta, y pareciera que lo que está sucediendo no es real, que en cualquier momento despertarás y todo esto no habrá sido nada más que una pesadilla. Un mal sueño del que pronto despertarás. Pero la cruda realidad es bien distinta. El dolor que me produjo la muerte de David era tan insoportable, que durante semanas apenas podía incorporarme sin desfallecer, y entre otras muchas extrañas sensaciones físicas y emocionales, recuerdo una especialmente dolorosa, sentía que me habían arrancado algo de mis entrañas y que algo se había muerto en mí interior. Aun así, no quise refugiarme en los fármacos. En lo más profundo de mí ser sabía que debía afrontarlo. Que Dios nos daría las fuerzas y el consuelo necesarios para superar este sufrimiento, y que juntos, como familia, apoyándonos los unos en los otros nos sostendríamos. Es cierto que unos años antes ya había sufrido la pérdida de mis dos hermanos pequeños y la de mi padre, pero el dolor que experimenté por la pérdida de David no se podía comparar. Este padecimiento era nuevo, diferente… Y así fue como dio comienzo mi duelo, un camino completamente desconocido que tendría que recorrer de una manera u otra y en el que sin imaginarlo por aquél entonces, hallaría asombrosos descubrimientos que sellarían el rumbo de mí vida. En la primera etapa, lo que me resultaba más difícil, a pesar de las semanas e incluso de los meses transcurridos era aceptar los hechos: que David había muerto y que no volvería a ver más su sonrisa, no lo volvería a ver entrar por la puerta cargado de peces, (sus trofeos), diciéndome: - ¡Hola mami, mira que te he traído para comer! Durante semanas, e incluso meses, creí sinceramente que el Señor lo resucitaría y que eso “sería notorio ante todos”, pero los días, las semanas y los meses transcurrían largos, tristes, lentos y dolorosos y eso no ocurría, pero Dios me sostenía. EL DESCUBRIMIENTO Mientras tanto, no hacía más que verter lágrimas y más lágrimas clamando y derramando mi corazón delante del Señor noche y día pidiéndole por favor que me quitara ese inmenso dolor que parecía que no iba a menguar jamás. Un día leí algo de Robert A. Niemeyer que me ayudó a comprender la necesidad que tenía de buscar ayuda y de conocer más sobre el duelo. “Aunque todos debemos intentar encontrar sentido a nuestras pérdidas y a la vida que llevamos después de sufrirlas, no hay ningún motivo para que tengamos que hacerlo de manera heroica, sin el apoyo, los consejos y las ayudas concretas de los demás”. Empecé a investigar en diferentes fuentes. Por un lado me conectaba durante horas en foros de Internet donde había muchos testimonios de madres, que como yo, habían perdido a un hijo. Asimismo leía libros y artículos relacionados con el duelo y eso me ayudó a comprender que lo que yo estaba atravesando era nada más y nada menos que un proceso, y que la mayoría de los síntomas o trastornos que padecía eran habituales, aunque no todos, ya que cada duelo es único e irrepetible. Seguí algunos de los consejos que sugerían y me fui recuperando poco a poco. Todos lo hicimos. Y es que el duelo es el proceso de adaptación que permite restablecer el equilibrio personal y familiar roto con la muerte del ser querido. Resulta especialmente relevante cuando se pierde a alguien muy importante y, pese a ser algo natural, puede suponer un gran dolor, desestructuración o desorganización. Puedo atestiguar que la muerte de David nos unió como familia de una forma extraordinaria. EL PROGRAMA DE RADIO: “DECIR ADIÓS” “La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubiesen permanecido durmiendo” Horacio A medida que me iba recuperando de mi pérdida, pasados aproximadamente unos cuatro años, percibí que había adquirido una gran experiencia sobre todo lo relacionado con el duelo por lo que tomé la decisión, ya que tenía una emisora de radio por internet, Radio Energía, de dirigir unos programas radiofónicos en los que se abordara el tema del duelo, ofreciendo consejos e invitando a expertos a participar sobre temas determinados y entrevistando a personas que hubieran atravesado algún tipo de duelo, para que con su testimonio, pudieran ofrecer herramientas que ayudaran a los oyentes. El programa se llamó: “Decir Adiós” y tuvo una gran aceptación ya que recibía durante la semana muchos correos de personas que se sentían acompañadas y reconfortadas con su contenido. Onda Paz los estuvo emitiendo durante dos años hasta que dejé de realizarlos. LA GESTACIÓN DEL PROYECTO DE LA ASOCIACIÓN Pero esto ya no me parecía suficiente puesto que me veía capaz de tratar personalmente con los dolientes, así que después de indagar, descubrí que en Ibiza no existía ninguna Asociación o Grupos de Ayuda al Duelo y sentí que era un vacío que había que llenar. Poco a poco fui gestando el Proyecto ya que ahora tenía algo que ofrecer a la sociedad para aliviar el dolor de los que como yo, habían sufrido alguna pérdida, y entendí que era el momento de dar un paso más. Estos tres años en la emisora me habían ofrecido nuevas herramientas que podría utilizar en beneficio de otros. De esta forma podría transformar mi propio dolor en ayudar a otros creando la Asociación a la que pondría el mismo nombre que tenía los programas de radio: “Decir Adiós”. Más tardedescubrí que otros lo habían intentado antes que yo, pero por diferentes motivos no lo pudieron llevar a término.Era yo la que lo debía hacer y era el tiempo de ponerse en marcha.Me marqué algunos objetivos. Necesitaba un lugar para reunirnos, alguien que me ayudara a decorarlo y un profesional que se asociara conmigo. Las tres cosas se dieron de inmediato abriéndose las puertas de par en par para que se realizara el proyecto. A través de los medios de comunicación difundimos el proyecto a la sociedad de Ibiza y Formentera e inauguramos la Asociación con unas jornadas de formación sobre el duelo en la que participaron varios profesionales de la Isla. Psiquiatras, psicólogos, médicos de atención primaria y personal sanitario. El curso tuvo una muy buena acogida y el día 28 de Febrero del 2012, dio comienzo la primera reunión con la asistencia de 4 mujeres. Fue muy emocionante ver como esas personas se acercaban en busca de consuelo y se iban reconfortadas. Un año y medio después de su inauguración hemos atendido a muchas personas, y el resultado no puede ser más satisfactorio ya que sabemos que todos ellas esperan con ilusión el encuentro que tenemos semanalmente y podemos cooperar en su restauración. La mayoría de ellas llegan absolutamente desconsoladas y poco a poco se reintegran en sus lugares de trabajo y vuelven a sentir el deseo de vivir. ¿Qué más se puede pedir? A pesar de la gran responsabilidad y dedicación que conlleva esta labor, me siento profundamente satisfecha de realizarla y creo sinceramente que cuando ofrecemos lo que tenemos a los demás, podemos incluso llegar a encontrar un sentido a nuestra pérdida. Para muchos, yo soy como una especie de faro en el que se pueden mirar. Si ella ha sobrevivido, y vive con ilusión, piensan, nosotros también lo conseguiremos. Desde hace un tiempo, parece que todo lo relacionado con el duelo está despertando un interés generalizado por lo que imparto charlas y talleres formativos en diferentes lugares de España. Desde la Asociación seguimos esforzándonos para poder ofrecer un servicio de calidad y para ello nos planteamos como objetivos inmediatos, ampliar nuestras instalaciones y formar varios equipos que puedan atender a todos aquellos que se acercan buscando consuelo, apoyo y compañía en su proceso de duelo. Bendito sea el Dios y Padre del Señor Jesucristo, el Padre de misericordias, y el Dios de toda consolación, El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios.(2ª Corintios 1:3-11) Próximo artículo…. Una pena compartida es menos pena (Los beneficios de asistir a los grupos de apoyo al duelo)

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