De hombre metrosexual a retrosexual

La publicidad y la crisis económica alumbran un retorno a ciertas identidades olvidadas de la masculinidad.

13 DE OCTUBRE DE 2011 · 22:00

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A la feria de las vanidades llegan nuevos invitados. El varón urbano celoso de su aspecto, usuario sin reparos de cremas faciales, asiduo de la peluquería y vestido a la última moda empieza a presentar síntomas de declive. Aupado por empresas de cosmética y marcas de ropa masculina, el hombre metrosexual –de metrópoli, por su índole urbana– ha campado en sociedades occidentales durante más de un decenio, encarnado en un icono comercial indiscutible, el futbolista David Beckham. Ahora, su reinado peligra por el desembarco del llamado hombre retrosexual, un tipo varonil que vuelve sobre sus pasos en busca de protagonismo mediático. Sostiene esta tesis la revista británica The Grocer, especializada en análisis del consumo de bienes no duraderos, amparándose en sendos datos. Uno: el parón en cosmética masculina experimentado en el Reino Unido, donde el año pasado las ventas de productos para el cabello cayeron casi un 15%, las de colonia de diario un 10% y las de cremas faciales un 1,8% (productos todos ellos para caballero). El recorte en ventas de maquinillas y cuchillas de afeitar –aperos ya sí intrínsecamente masculinos– fue del 7%. Dos: la apuesta del grupo francés de cosméticos L'Oréal por Hugh Laurie, el televisivo doctor House, para su última campaña. Laurie se ha convertido, a juicio de The Grocer, en icono retrosexual, un compendio de ciertas esencias de la masculinidad que, teóricamente, habían caído en desuso. Visto así, el hombre metrosexual –acuciado por la crisis económica que le obliga a gastar menos en sí mismo y destronado por un nuevo icono publicitario– estaría batiéndose en retirada. Discrepa de ello Mark Simpson, el periodista británico que en 1994 acuñó el término metrosexual, y que acaba de publicar en su país el libro Metrosexy. "No veo evidencias del declive del hombre metrosexual por parte alguna, sino todo lo contrario –afirma Mark Simpson por correo electrónico desde York–. Sólo veo más mendacidad de marketing para vendernos más productos de belleza masculina". Según Simpson, "la metrosexualidad no tiene que ver per se con productos de belleza masculina, chanclas de marca, o spas, sino con el deseo del hombre de ser deseado en un mundo cada vez más mediático; y no hay ningún indicio de que eso haya desaparecido". Se atribuye a Simpson haber usado por vez primera en el 2003 el término retrosexual (en el sentido de antimetrosexual), y ahora él sugiere que Laurie y los suyos serían simplemente metrosexuales "de otra manera". Lo argumenta asegurando que "las modas vienen y van, pero la metrosexualidad no es una moda, es una época; representa un cambio fundamental en lo que a los hombres les está permitido ser y querer; ahora se les permite ser pasivos, invitar a que les miren". Sin embargo, cuesta concebir a Hugh Laurie –masivamente identificado con el irascible pero atrayente doctor House de la tele– dentro de esa actitud de búsqueda deliberada de la mirada ajena, y la elección de la firma de cosméticos por el actor de 52 años resulta por ello significativa. El propio Laurie se quedó de una pieza al recibir la propuesta. "Romper barreras con alguien tan transgresor y genuino como Hugh Laurie contribuirá al desarrollo de la cosmética masculina", arguye Jean-Baptiste Dalle, director general de L'Oréal Paris en España, y añade: "El gesto de cuidarse y de utilizar cremas específicas ya no tiene por qué estar relacionado sólo con el hombre que años atrás se catalogó como el hombre metrosexual. Hoy en día, existen productos formulados para la piel del hombre que hacen que cuidarse sea un gesto plenamente masculino". Gestos. Imposible disociar ciertos gestos y conductas de la imagen proyectada por el tipo de varón retratado por la publicidad. Así como no osábamos imaginar al sofisticado hombre metrosexual batallando con una cañería obstruida, comiendo en restaurantes de menú asequible o fuera de su hábitat urbano, el retrosexual parece poder afrontar tareas tan genuinamente masculinas como ensuciarse de grasa al trastear entre motores, ocuparse de la chistorra en una barbacoa al aire libre, o cortar tajadas de melón para toda la familia. Blogueros/as británicos y estadounidenses se están enzarzando en sesudos debates sobre el grado de hombría inherente a uno u otro modelo, mientras en España nos asalta el temor a que la territorialización del retrosexual lleve a revalorizar la figura del macho ibérico. La sola posibilidad aterra. De hecho, España no se ha zambullido tanto como otros países en la cosmética para caballero. "A pesar de que en los últimos años se ha producido un gran crecimiento en el sector, hoy en día sólo el 16% de los hombres españoles utiliza una crema de cuidado facial –explica Jean-Baptiste Dalle–. Hugh Laurie representa cualidades con las que el hombre español puede sentirse muy identificado". Los productos que anuncia el aludido están dirigidos al hombre de mediana edad, "padre moderno, fiel amigo, marido perfecto, trabajador innato", como enumera la marca. Es ahí donde se aprecia la más clara distinción entre los dos tipos de hombre en liza: en la categoría del metrosexual caben heterosexuales y homosexuales. "La metrosexualidad representa una masculinidad estetizada, consciente de sí misma –razona Mark Simpson–, y los gais han estetizado y creado accesorios para la masculinidad durante mucho tiempo". En la retrosexualidad, en cambio, el varón gay tiene difícil encaje. Coexisten, con todo, patrones varios para contentar a un mercado cada vez más fragmentado. El tenista Rafa Nadal acaba de posar en calzoncillos para Armani como hizo Beckahm en el 2009, con similar estética metrosexual. Y tendrá que ver algo también la edad; quizá el metrosexual de hace quince años se hace mayor y, viéndose peinar canas, prefiere cultivar atributos que le acerquen a la arrolladora personalidad del doctor House.

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