En busca de belleza en Eurovisión

Con la mayor ingenuidad del mundo intento dar una (creo que última) oportunidad al tema de Eurovisión, por lo que asumo el riesgo de enfrentarme a la gala final que TVE perpetró para elegir al representante español en Oslo. Craso error el mío. Y eso que estaba advertido por la cutrez de nuestra tele pública a la hora de gestionar todo el proceso previo de votación popular, más marcado por las polémicas expulsiones, en especial la de la reinona del marujeo Karmele, pero también por otras como las

27 DE FEBRERO DE 2010 · 23:00

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Pero vi la gala, buscando algo de calidad musical, un atisbo de esperanza. Al menos, el tema ganador (para nada favorito en las apuestas) fue uno de los menos malos (algo resultón, aunque no deja de ser un vals al estilo del que José Vélez ya presentó hace cuatro días…¡en 1978!), con un Daniel Diges algo sorprendido y que dejó a la pobre Coral Segovia (una mala imitación de Mónica Naranjo) otra vez a las puertas del festival, aunque en la otra ocasión fue por culpa de…¡Rodolfo Chikilicuatre!. Pero de belleza, poca, con un monólogo narcisista e innecesario (que ni la Igartiburu pudo cortar, a pesar de sus loables intentos) de un José Luís Uribarri con ganas de homenaje (quizá deberían retirar su camiseta y colgarla en un foco, como en los pabellones de baloncesto); con un decorado pastiche que empalagaba más que un pastel rosa con figuritas de Hello Kitty; con la sobreactuación (¿qué se había tomado?) de Anne Igartiburu, y con, siento volver a citar este nombre, la patética, desagradable y nauseabunda actuación de John Cobra, que al recibir los abucheos del público (es que la canción era mala de narices) se dedicó a insultar a todo quisqui (por un cuestión de dignidad, no voy a reproducir sus palabras y gestos obscenos).
 
Al menos, ahí se pudo observar los dos únicos momentos de cierta sensatez de la noche, cuando Igartiburu (hay que reconocer que estuvo bien) recriminó al rapero valenciano su conducta y, algo afectada, pidió perdón al público, y cuando José María Íñigo (una de las voces más autorizadas de la televisión en España), miembro del jurado, sentenció que “lo que has hecho hoy aquí te descalifica para siempre”. Pero yo, a lo mío, en busca de la belleza, aunque tal como cantaba Aute (en el tema La belleza, claro) “mercaderes, traficantes, más que nausea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza”. La televisión no debe renunciar a ello. No todo vale. Una gala para decidir el representante de España para el festival no puede incluir a un personaje que, por los antecedentes vividos, se sabe que va a eclipsar a los demás y que tiene todos los números de montar un cirio. ¿De quién se ha estado hablando más en los medios el día posterior a la gala? De un personajillo que quedó ¡en último lugar, y destacado!. Los pobres triunfitos que pululaban por ahí (hasta cinco de los diez finalistas) pasaron casi desapercibidos, y aunque no soy un gran defensor del programa, hay que reconocer lo curradas que estaban (eurovisivamente hablando) las canciones de Venus (grupo formado por dos triunfitas y una Pop Star), José Galisteo (un tema dance, en inglés, de esos pegadizos entre los eurofans) o Samuel y Patricia (balada algo ñoña y con ínfulas We are the world, pero con su puntillo festivalero). Ante espectáculo de tal magnitud, pues, sólo recomiendo acercarse a la canción de Aute (no, resulta que no estaba en la gala) y recordar aquello de “reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada la belleza”.

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