Ágora, ¿qué cambió en el 391? (III)

Decía mi profesor de cine, en el instituto, que toda película tiene un mensaje que “vender”, y que debemos tener eso siempre presente al entrar en el cine, y ser así nosotros mismos quienes decidamos si queremos o no “comprar” ese producto “ideológico”. Desde entonces, esa ha sido siempre mi actitud y, con esa disposición, fui a ver Ágora, la última película de Amenábar."/>

Ágora, ¿destruyó el cristianismo la biblioteca de Alejandría?

Ágora, ¿qué cambió en el 391? (III)

Decía mi profesor de cine, en el instituto, que toda película tiene un mensaje que “vender”, y que debemos tener eso siempre presente al entrar en el cine, y ser así nosotros mismos quienes decidamos si queremos o no “comprar” ese producto “ideológico”. Desde entonces, esa ha sido siempre mi actitud y, con esa disposición, fui a ver Ágora, la última película de Amenábar.

12 DE DICIEMBRE DE 2009 · 23:00

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¡ADVERTENCIA! A los que no la hayan visto, les conviene saber que en esta serie de artículos se discute la trama y el desenlace de la película. LOS CRISTIANOS, SERAPIS Y LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA En la parte científica, la película empieza bien, con Hipatia enseñando la filosofía/astronomía corrientes en su época, antes de que la fantasía cinematográfica de Amenábar deforme al personaje. Igualmente, en el ámbito religioso, la película empieza de forma bastante contextualizada, mostrando las discusiones entre cristianos y paganos, y un modelo de cristianismo prototípico, con críticas un tanto “racionalistas” a los dioses y ataques a sus estatuas, pero también con explosiones de fervor popular supersticioso entre las masas superficialmente cristianas. Amenábar trata con una luz favorable la obra social del cristianismo entre los pobres de la ciudad, así como la participación de cristianos y paganos en las clases de Hipatia, que fue real. Las cosas cambian con el imprudente ataque pagano a los cristianos, que acaba en la revancha de éstos y la destrucción del templo de Serapis, incluyendo la biblioteca que albergaba. Y aquí, nuevamente la película abandona la realidad para ofrecer una ficción, pero no una ficción inocente, sino una visión cargada de intención: mostrar a los cristianos como los destructores de la cultura. Como ya hemos visto anteriormente, la cultura clásica y la ciencia en particular no desparecieron de Alejandría con la llegada del cristianismo. En cuanto a la biblioteca, la realidad histórica (que esperamos poder exponer de forma más detallada en otro momento) es que la famosa biblioteca de Alejandría, la biblioteca asociada al museo y al distrito palaciego de Alejandría, había sido destruida hacia ya mucho tiempo (antes de la época de Hipatia ya se discutía sobre su destrucción, que se asociaba generalmente, aunque posiblemente de forma errónea, a Julio César en el año 48 a.C.(1)) En cualquier caso, la biblioteca que los cristianos destruyen en la película Ágora es la llamada biblioteca “hija”, una biblioteca más tardía y pequeña asociada al templo de Serapis. La destrucción del templo en tiempos del obispo Teófilo (obispo entre 385-412) y el emperador cristiano Teodosio fue real(2), e incluso más espectacular de lo que la película presenta, porque el templo fue destruido hasta los cimientos, lo único que queda hoy en día. Pero ninguno de los historiadores (cristianos y paganos), que cuentan el evento a principios del siglo V, se refiere a la destrucción de ninguna biblioteca. Cuentan con detalle la destrucción de la imagen de Serapis y de diversos ídolos y artefactos que los cristianos encontraron en el templo (como veremos más abajo); pero no mencionan ni libros ni ninguna biblioteca... Es más, Amiano Marcelino, escribiendo alrededor de una década antes de la destrucción del templo, describe con entusiasmo su esplendor, y menciona la biblioteca que había en él como cosa ya del pasado (y atribuye erróneamente su destrucción a Julio César, aparentemente confundiéndola con la biblioteca palaciega).(3)
 
Así las cosas, no falta quien piensa que la biblioteca haya sido destruida con anterioridad, dado que los siglos II al IV estuvieron salpicados de todo tipo de desastres en Alejandría, desde revueltas, conquistas y saqueos, hasta un terrible terremoto en el 365. También se ha propuesto que la biblioteca fuese expoliada por el obispo arriano y bibliófilo Jorge de Capadocia, que ordenó el saqueo del templo de Serapis, provocando grandes altercados en la ciudad.(4) Algunos han ido al otro extremo, afirmando que la “biblioteca”, a veces sin especificar cuál, no fue destruida hasta la conquista árabe. Pero, aunque los conquistadores árabes sembraron la destrucción en muchos de los sitios por los que pasaron y quemaron bibliotecas en otros lugares, la historia relativa a Alejandría aparece por primera vez varios siglos después de esos acontecimientos, en un contexto de polémica cristiana frente al Islam, y por ello es más que sospechosa. En cualquier caso, nada quedó del templo de Serapis después del 391, así que la supervivencia de su biblioteca hasta la invasión islámica pasaría por su traslado a otro lugar. En cualquier caso, sabemos que, además de la biblioteca asociada al templo de Serapis, había más libros y más bibliotecas en Alejandría (es más, sabemos que la escuela neoplatónica de Alejandría siguió floreciendo en los dos siglos siguientes, lo que presupone un importante número de fondos bibliográficos). Por todo ello, las imágenes de la multitud enfurecida, quemando una pira de libros en el templo de Serapis, es otra de las ficciones de Ágora contra el cristianismo y la historia. Es más, las imágenes de Hipatia, rescatando desesperadamente libros a manos llenas ante la marea cristiana que invade las dependencias del templo de Serapis, son igualmente ficciones. En primer lugar, no hay ninguna evidencia de que Hipatia enseñase en aquel lugar. Es más, a veces se menciona el testimonio de Damascio, que indica que Hipatia enseñaba en su casa(5), aunque habría que precisar que esa referencia se encuadra en el contexto de los eventos que llevan a su muerte, más de 20 años después de la destrucción del templo de Serapis. Pero, aunque tal vez no podamos precisar dónde se encontraba Hipatia durante aquellos acontecimientos, lo que sí podemos decir es que ni ella ni su padre aparecen, en los testimonios históricos que tenemos, entre los personajes que defendieron el templo frente a los cristianos, entre los que se encontraban otros personajes destacados, incluyendo al filósofo Olimpio, que abandonaron la ciudad después de estos hechos. Mientras que las fuentes históricas no mencionan nada relacionado con ninguna biblioteca, lo que los cristianos destruyeron con ensañamiento fueron las imágenes de los dioses(6), y en especial la de Serapis, según nos cuentan con detalle historiadores de la época, como el cristiano latino Rufino (340/345-410) en su traducción de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, a la que añadió una continuación hasta su propio tiempo, y que apareció en 402-403.(7) Otro historiador algo posterior es Teodoreto (h.393-h.457) en su Historia de la Iglesia, que abarca hasta el 429(8). Se cuenta ahí como las masas alejandrinas tenían la creencia que si alguien ponía la mano encima de Serapis ocurriría un gran desastre, los cielos y la tierra se abrirían y serían todos destruidos. Cuando los cristianos llegaron ante la enorme imagen, nadie se atrevía a tocar la estatua hasta que un hombre, según Rufino un soldado “protegido más por su fe que por sus armas, agarrando un hacha de doble filo, se levantó y con todas sus fuerzas golpeó la mandíbula del Viejo Hombre”. Al comprobar que el universo no se disolvía en el caos, la muchedumbre descuartizó la vieja imagen de madera, cuyos trozos fueron arrastrados por la ciudad y finalmente quemados... La destrucción de la estatua de Serapis nos recuerda la demolición de las estatuas de Sadam Husein en Irak. Semejante actitud iconoclasta hacia los símbolos de los vencidos se vio antes con la demolición de las estatuas de Marx, Lenin y Stalin en la antigua U.R.S.S. y países afines. La revolución francesa también dio ejemplos similares al mundo. Resulta difícil poner el dedo acusador ahí cuando en nuestro propio país seguimos desmantelando estatuas de un régimen político anterior. ¿Algo nuevo ahí? CRISTIANISMO Y REVOLUCIÓN SOCIAL
Además de los aspectos puramente religiosos, hay que tener en cuenta que los conflictos en Egipto durante el siglo IV y V (como en otras épocas) reflejaban también importantes conflictos sociales, y ambos tenían una clara conexión. Muchos pobres de Egipto se identificaban con el cristianismo y los austeros monjes del desierto, que denunciaban y confrontaban a las élites económicas y religiosas que los habían explotado desde hacía siglos y milenios. Los templos no eran sólo lugares de culto (e incluso de estudio), sino centros de poder económico que poseían extensas propiedades y abundantes rentas. El triunfo del cristianismo en la antigüedad fue una especie de revolución social, no menos importante que la reforma protestante o las revoluciones francesa y soviética (cada una en su contexto, claro).(9)
“[...] los principales agentes de la cristianización de la época (patriarcas y monjes) con frecuencia emplearon en sus sermones y discursos evangelizadores la oposición que enfrentaba a los griegos, aristócratas y grandes propietarios, que en la ciudad persistían en sus cultos, frente a los campesinos pobres, sometidos a los primeros, que sólo encontrarían la liberación en un patrono mejor, ofrecido, por supuesto, por el cristianismo.”(10)
La denuncia teológica cristiana de que las tan veneradas imágenes no eran más que piedra, madera o metal (con sus profundas raíces bíblicas en el Antiguo Testamento) añadía dramatismo a esta situación. De hecho, los historiadores cristianos antiguos relatan con indignación algunos ingeniosos dispositivos utilizados en los templos paganos para cautivar a sus fieles. En particular, tenemos un ejemplo, precisamente del templo de Serapis, relatado por Rufino, que había conocido el templo antes de su destrucción:
“Algunas partes del templo estaban diseñadas engañosamente para producir el asombro y admiración de los visitantes. Una ventana muy estrecha estaba situada en un lado hacia el sol naciente de tal manera que al amanecer el Sol entraba a saludar a Serapis –dado que se había calculado rigurosamente el momento en el que ocurriese- y un rayo de sol iluminaba a través de la apertura, como acercándose a la estatua, la boca y los labios de Serapis, de forma que, a ojos de la multitud, Serapis parecía ser saludado por un beso del Sol. Había también otra ilusión del mismo tipo. Como es bien sabido, la piedra magnética tiene la propiedad de atraer y repeler hierro. Un artesano había hecho una imagen del Sol de hierro muy puro con el siguiente fin: una piedra que tenía, como he dicho, la propiedad de atraer hierro, estaba fijada arriba en el techo, y cuando la estatua era puesta en su lugar debajo de ella, la piedra atraía el hierro por una fuerza natural. El adorador creía que la estatua había ascendido y permanecía suspendida en el aire. Pero después de que este engaño fuera descubierto por una caída inesperada, los sacerdotes de la mentira dijeron: ´el Sol ha dicho adiós a Serapis y ha ascendido para estar con él.’ Muchos otros engaños fueron construidos hace mucho tiempo en ese lugar pero no hay necesidad de enumerarlos.”(11)
Algo similar cuenta Teodoreto, describiendo otro tipo de “trucos” utilizados en los templos paganos para el engaño de sus fieles:
“Mediante él [Teófilo] Alejandría fue liberada del error de la idolatría; porque, no contento con demoler los templos de los ídolos hasta el suelo, expuso los trucos de los sacerdotes a las víctimas de sus villanías. Porque habían construido estatuas huecas de bronce y madera, y unido sus partes traseras a las paredes de los templos, dejando en esas paredes ciertas aberturas invisibles. Así, saliendo de sus cámaras secretas se introducían dentro de las estatuas y a través de ellas daban cualquier orden que quisieran, y sus oyentes, engañados y estafados, obedecían. Estos trucos fueron expuestos al pueblo por el sabio Teófilo.”(12)
 
Es más, las trifulcas entre paganos y cristianos que acabarían finalmente con la destrucción de Serapis, surgieron a partir de otros descubrimientos “escandalosos” que los cristianos hicieron al explorar anteriormente un viejo templo, y que expusieron públicamente.(13) Éste fue el inicio del conflicto que aparece retratado al comienzo de Ágora y que finalmente llevó a los paganos a refugiarse en el templo de Serapis y a su última destrucción. No debe sorprender que las masas se exaltasen ante las noticias de semejantes fraudes y engaños, y deseasen destruir aquellos lugares hasta los cimientos. Toda esta exposición no tiene como fin justificar actos de violencia y destrucción; pero sí debiera ayudarnos a conocer el contexto y entender por qué ocurrieron esos hechos. No se trató sólo de explosiones absurdas de ira popular, sino de hechos que se inscriben en una dinámica histórica en la que, como Nilsson observaba, el cristianismo combatía las “telas de araña” de un paganismo, que llevaba ya tiempo en decadencia (véase cita en el capítulo anterior). Otra cosa es que ese combate adoptara, en determinados momentos, formas violentas inaceptables y condenables, equiparándose, en esas ocasiones, a sus antiguos perseguidores paganos, alejándose así del ideal del Evangelio. De esta manera, la iglesia cristiana se transforma de una institución perseguida a muerte a principios del siglo IV por un emperador pagano (Diocleciano), a ser el nuevo estándar de obligado cumplimiento impuesto por otro emperador (Teodosio). Lo que esto refleja no es más que el deseo del Imperio romano por forzar una uniformidad religiosa, ya sea en torno al paganismo o al cristianismo. Y también refleja la incapacidad de los líderes cristianos del siglo IV para resistir la tentación de controlar la vida espiritual del imperio y conformarse con la libertad religiosa de la que disfrutaron inicialmente con el emperador Constantino. La reacción debería ser, pues, no tanto el rechazo indiscriminado del cristianismo, sino la recuperación de sus orígenes: la fe que impregnó al Imperio romano durante tres siglos sin ejercer ninguna violencia, es más, a pesar de la extrema violencia en su contra. Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT En el próximo capítulo de esta serie: Cirilo, Hipatia y Pablo Mujeres y hombres en la iglesia antigua Hipatia, ¿una mujer libre?
1) Los autores modernos, como Carl Sagan en su serie Cosmos (inspiración de Amenábar para Ágora), ponen los ojos en blanco pensando en todas las joyas científicas, literarias, históricas, etc. que se perdieron en las bibliotecas de Alejandría: “La pérdida fue incalculable. En algunos casos sólo conocemos los atormentadores títulos de las obras que quedaron destruidas. En la mayoría de los casos no conocemos ni los títulos ni los autores. Sabemos que de las 123 obras teatrales de Sófocles existentes en la Biblioteca sólo sobrevivieron siete. Una de las siete es Edipo rey. Cifras similares son válidas para las obras de Esquilo y de Eurípides. Es un poco como si las únicas obras supervivientes de un hombre llamado William Shakespeare fueran Coriolano y Un cuento de invierno, pero supiéramos que había escrito algunas obras más, desconocidas por nosotros pero al parecer apreciadas en su época, obras tituladas Hamlet, Macbeth, Julio César, El rey Lear, Romeo y Julieta.” (Carl Sagan, Cosmos. Planeta, 1982, pp. 336; disponible en: http://www.bib.uc3m.es/%7Enogales/csagan.html). Sin embargo, lo más probable es que hubiese un buen número de obras relacionadas con los rituales religiosos del paganismo, incluyendo los fraudes del culto de Serapis y otras “divinidades” semejantes que comentamos más adelante en este mismo capítulo. Y viendo la producción literaria de la mayoría de autores neoplatónicos, y en general de la antigüedad tardía, es posible que recorriendo sus estanterías, Sagan hubiese reconocido con horror una gran cantidad de libros sobre alquimia, astrología, magia, adivinación, hermetismo y toda suerte de ciencias ocultas y supercherías que incluso científicos como Ptolomeo o Teón cultivaron con gran interés (la actividad astrológica de Ptolomeo es bien conocida como autor del clásico Tetrabiblos; en cuanto al interés de Teón por estos temas, véase Clelia Martínez, op. cit., pp. 45, 46). 2) Los detalles de la participación de estos dos personajes en esos acontecimientos varían según las diferentes fuentes disponibles. Mientras que Rufino no da mucha importancia al papel de Teófilo, otras fuentes le atribuyen un papel fundamental (véase Clelia Martínez, op. cit., pp. 293-314). 3) Historia de Roma XXII.12-13. Disponible en: http://www.tertullian.org/fathers/ammianus_22_book22.htm. 4) Sobre la destrucción de la biblioteca real (o palaciega) y la del templo de Serapis, pueden consultarse los detallados artículos de James Hannam: The Mysterious Fate of the Great Library of Alexandria (www.bede.org.uk/library.htm) y The Foundation and Loss of the Royal and Serapeum Libraries of Alexandria (www.bede.org.uk/Library2.htm). A este tema esperamos dedicar en el futuro otra serie de artículos. 5) Véase más adelante (capítulo V de esta serie) la cita de la Vida de Isidoro de Damascio. 6) Al hablar de las acciones iconoclastas contra el paganismo, la profesora de Historia Antigua Clelia Martínez explica que: “El observador actual puede concluir que la mutilación se reducía a una acción mecánica aleatoria, con la que culminaban las incursiones a santuarios paganos. Pero la destrucción practicada en el interior del recinto sacro era selectiva, se concentra en las divinidades principales de cada santuario, las escenas más destacadas del relato mítico y por supuesto los altares donde se inmolaban las víctimas. Objetos como estelas votivas (salvo aquellas que tuvieran inscrita la advocación a algún dios), mobiliario e instrumentos empleados en el ritual cotidiano, como no poseían ningún contenido divino, no tenían ningún interés y por lo tanto no recibían daño alguno.” (op. cit., p. 265). 7) Rufino, Historia Eclesiástica, XI.2.23. Disponible en: www29.homepage.villanova.edu/christopher.haas/destructioni%20of%20Serapeum.html. 8) Teodoreto, Historia de la Iglesia V.22. Disponible en: www.ccel.org/ccel/schaff/npnf203.iv.viii.v.xxii.html. 9) En relación con este punto, es interesante la crítica de Ágora que hace el filósofo Alfonso Ropero. Hipatia en el Ágora. Disponible en: www.nihilita.com/2009/10/hipatia-en-el-agora.html. 10) Clelia Martínez, op. cit., p. 210. Véanse también pp. 224, 298. 11) Rufino, Historia Eclesiástica, XI.2.23. Disponible en: www29.homepage.villanova.edu/christopher.haas/destructioni%20of%20Serapeum.html. 12) Teodoreto, Historia de la Iglesia V.22. Disponible en: www.ccel.org/ccel/schaff/npnf203.iv.viii.v.xxii.html. 13) Rufino, Historia Eclesiástica, XI.2.22. Disponible en: www29.homepage.villanova.edu/christopher.haas/destructioni%20of%20Serapeum.html: “La conmoción surgió debido a la siguiente situación. Había una basílica de uso público, muy vieja y bastante abandonada. […]. El obispo, que en ese momento gobernaba la iglesia, decidió solicitar esta basílica al emperador para que, como los números de los creyentes aumentaban, pudieran también aumentar los lugares de oración. Una vez que el obispo recibió la basílica y decidió comenzar la renovación, se encontraron unas cavernas, por decirlo así, escondidas en ese lugar, excavadas en el suelo. Las cavernas eran más apropiadas para el robo y el crimen que para las ceremonias. Así, los gentiles, que vieron descubiertos sus ocultos escondites criminales y las vergonzosas cavernas, considerando intolerable que se expusieran maldades encubiertas por tantos siglos y ocultas por la oscuridad, como si hubieran bebido un cáliz de serpientes, empezaron a volverse locos y a enfurecerse. No conformándose con gritar y sublevarse, como era su costumbre, se esforzaron en luchar por la fuerza y con la espada. Ambas comunidades tuvieron frecuentes escaramuzas en las grandes vías públicas, y se enfrentaron en una guerra abierta.”
Artículos anteriores de esta serie:
 1Ágora, ¿en qué contribuyó Hipatia a la ciencia? 
 2Ágora, ¿paró el cristianismo el curso de la ciencia antigua? 

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