El tweet de Dios sobre los que se engañan

Dios quiso remachar lo que ya dijo una vez, para que no lo olvidáramos. Todo buen maestro conoce la importancia que tiene la repetición, para que la lección penetre.

31 DE OCTUBRE DE 2019 · 08:30

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Cuando se quiere aprender a tocar un instrumento musical se hace imprescindible la presencia de un profesor que instruya al alumno, pues sin su asistencia será fácil caer en toda clase de errores y deficiencias. Pensando que está ejecutando correctamente la pieza musical, el aprendiz dará lo malo por bueno y lo regular por excelente, si él mismo es el juez único y último de esa interpretación. Es solamente cuando el maestro interpreta la pieza, que el alumno toma conciencia clara de la diferencia entre lo que él está tocando y lo que toca su instructor. Y es solamente cuando éste le señala detalladamente los fallos que está cometiendo, que el estudiante se da cuenta de lo que está haciendo mal. Pero dejado a su libre albedrío, el aprendiz estimará que, después de todo, no lo está haciendo tan mal e incluso que lo está haciendo muy bien.

Naturalmente, resulta más fácil evaluarse a uno mismo, porque todo es cómodo y no es necesario reconocer ningún error. El problema es que con esa actitud de auto-complacencia no se va muy lejos o si se va lejos es en el sentido de la mala dirección. Pero es complicado y difícil tener que admitir la equivocación personal y, sobre todo, tener que desechar lo malo ya practicado, que resulta familiar, e introducir lo bueno, que es extraño. El esfuerzo a realizar es doble, pero si se efectúa, los frutos, a la larga, compensarán crecidamente el trabajo.

Hay múltiples ejemplos en la vida, no solo el de la música, en los que se aplica el mismo principio sobre la importancia de no dejarnos llevar por nuestro propio criterio, sin antes haberlo comparado con un criterio superior de referencia y autoridad. El albañil no puede depender de lo que le dice su vista, para trazar la rectitud de la pared o el suelo que está construyendo. Necesita de un utensilio exacto que le marque la línea a seguir. El piloto no se puede fiar de lo que sus sentidos o experiencia le dicen, en un horizonte oculto por espesa niebla, so pena de que se produzca una catástrofe. Precisa de instrumentos de navegación que le indiquen qué hacer y por dónde ir.

En resumen, nadie en su sano juicio defenderá que el engaño propio es la mejor solución para moverse en la vida. Pero lo que resulta tan lógico de entender y aplicar en tantos aspectos de la existencia, es totalmente ignorado y negado en el ámbito de lo espiritual y lo moral, en el cual está en juego el desarrollo no sólo individual sino colectivo y no únicamente el terrenal sino el ultra-terrenal.

Hay un tweet de Dios sobre los que se engañan, que dice lo siguiente: ‘Hay camino que parece al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.’ (Proverbios 14:12). Lo primero que me llama la atención es que este tweet está literalmente repetido, palabra por palabra en hebreo, un poco después en Proverbios 16:25. Si ya aparece en un sitio ¿por qué decirlo otra vez? ¿Se equivocó el escritor y no se dio cuenta de que ya lo había dicho? Tal vez la respuesta está en que dada la tendencia que tenemos a considerar derecho lo torcido, Dios quiso remachar lo que ya dijo una vez, para que no lo olvidáramos. Todo buen maestro conoce la importancia que tiene la repetición, para que la lección penetre. El libro de Deuteronomio, que es la repetición de la ley, es buena prueba de ello. Lo que en un momento dado se dice en Éxodo, se vuelve a repetir en Deuteronomio.

El duplicado tweet dice que hay camino que al hombre le parece derecho. La palabra parece es muy importante ahí, porque significa que todo el aspecto externo, la forma exterior de dicho camino, proclama su rectitud y bondad. Examinado por su apariencia, el camino resulta aceptable e incluso formidable. Es transitable, muchos andan por él -¿cómo van a estar equivocados tantos?- y todo son ventajas. La conclusión, pues, parece irrefutable: Tal camino es derecho. Pero como los criterios empleados para medir la derechura son deficientes, también lo es la conclusión. Lo engañoso de dicho camino hace eco en el gusto por el engaño que hay en el hombre y así un engaño refuerza al otro engaño y lo que en realidad es torcido, se presenta como recto.

El verdadero criterio para conocer si verdaderamente un camino es recto o no, no es su trazado aparente sino su meta final, su postrimería. Porque ¿de qué vale que el itinerario sea amable y fácilmente transitable, si el acabamiento es destrucción? ¿Podrá compensar el llano recorrido momentáneo, el escabroso final que acaba en el insalvable abismo definitivo?

Ten cuidado, no sea que estés andando por un camino engañado por su aspecto, sin considerar adónde va a parar realmente. Hay muchos que hoy claman desde un hoyo sin fondo, sin ninguna esperanza de recuperación, porque gastaron su existencia en este mundo en seguir un camino que a ellos les parecía derecho, engañándose a sí mismos.

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