Mujer y avance misionero: corregir injusticias

La iglesia primitiva atraía especialmente a las mujeres porque “dentro de la subcultura cristiana gozaban de un status muy superior al del mundo grecorromano"

25 DE OCTUBRE DE 2019 · 15:00

Sasha Freemind, Unsplash,silueta de mujer
Sasha Freemind, Unsplash

A nadie escapa que en la sociedad española de hoy, y en la de varios otros países, hay un movimiento para corregir ciertas injusticias que reflejan una tendencia machista en nuestra cultura hispánica, que no reconoce como es debido el papel importantísimo que ha cumplido y cumple la mujer en la vida humana.

Tengo la convicción de que en la vida de las iglesias evangélicas se repite a veces ese trato discriminatorio hacia la mujer, y en algunos casos para justificarlo se recurre a curiosos argumentos que se pretenden fundamentar en la Biblia.

Esto es irónico porque precisamente la extensión de la Iglesia en los primeros siglos cambió notablemente la condición de la mujer en la sociedad antigua.

Tratemos de entender la situación y corregir lo que haya que corregir.

Los evangélicos estamos acostumbrados a leer la epístola del Apóstol Pablo a los Romanos como documento clave de la historia de la Reforma, por su rica y completa exposición de la justificación por la fe sola. Pero a veces perdemos de vista que esa epístola tiene que leerse también como un documento misionero fundamental. En los capítulos 1 y 15 Pablo explica el motivo que lo ha llevado a escribir.

Habiendo realizado un trabajo misionero “desde Jerusalén hasta Ilírico”, es decir la mitad oriental del Imperio Romano, ahora se siente llamado a ir al extremo occidental: España. Y en camino, quiere ministrar en Roma (Ro 1: 9-12) y que la iglesia de Roma lo apoye en el proyecto (Ro 15:18-29).

Luego de esta explicación Pablo termina su epístola con una larga lista de saludos que ocupa buena parte del capítulo 16.

Cuando nos detenemos a estudiar esta larga lista de saludos descubrimos que en Roma había por lo menos cinco iglesias en casas que Pablo menciona específicamente: la de Priscila y Aquila (v.5), la de Aristóbulo (v.10), la de Narciso (v.11), la de Hermes (v.14) y la de Olimpas (v.15).

Por los nombres que va mencionando el apóstol nos damos cuenta que algunos eran gentiles, es decir griegos o romanos, y otros eran judíos. Esta variedad de origen nos ayuda a entender mejor la fuerza de la exhortación del apóstol: “Por tanto recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió para gloria de Dios” (15:7).

Y así entendemos mejor también la riqueza de enseñanza sobre la vida cristiana que esta epístola ofrece y lo nuevo y distintivo de la iglesia como esa comunidad de gente de culturas y lenguas variadas que ahora en Cristo han encontrado un Salvador, Señor y modelo de vida.

Al entrar en la iglesia entras en una comunidad donde te reciben y tú, a tu vez de manera recíproca, recibes a quienes son parte de ella, sin tener en cuenta nacionalidad, clase social, sexo, edad. En ese sentido el recibir a Cristo te ha hecho una nueva persona que ahora es parte de un nuevo pueblo.

Un libro que nos ayuda a entender cómo creció la Iglesia en los primeros siglos y el papel importantísimo que jugaron las mujeres en ese proceso fue publicado por la Editorial Trotta de Madrid en 2009. Se trata de La expansión del cristianismo:un estudio sociológico, por el profesor Rodney Stark.

Es una obra que explora el papel de los factores sociales en la expansión de la iglesia cristiana y un capítulo de 27 páginas de apretado texto está dedicado a entender “La función de la mujer en la difusión del cristianismo”.[i] Stark llama nuestra atención al hecho de que en ese capítulo 16 de Romanos Pablo envía saludos a un total de 15 mujeres y 18 hombres.  Se trata de personas que él había conocido en sus viajes y con quienes había trabajado, es decir había compartido su trabajo como apóstol, y que luego por un u otra razón habían ido a vivir en Roma: es decir habían migrado hacia lo que era entonces el centro del comercio y la industria.

Pablo no tiene inhibiciones en expresar su profundo afecto en algunos casos: “Saludad a Epeneto, amado mío (v.5), a Amplias, amado mío en el Señor (v.8), a la amada Pérsida (v.12).”  Con Pablo aprendemos que el ministerio cristiano se hace con cariño, que hay necesidad de lo que yo llamo la infraestructura afectiva del ministerio.[ii] 

Basándose en numerosos testimonios escritos y arqueológicos Stark observa  que la iglesia primitiva atraía especialmente a las mujeres, que “el cristianismo era inusualmente atractivo pues dentro de la subcultura cristiana las mujeres gozaban de un status muy superior que el que tenían en el mundo grecorromano". [iii]

Señala también que una razón importante de esta atracción venía del hecho de que las doctrinas cristianas prohibían el infanticidio y el aborto, frecuentes y aceptados por la sociedad de entonces, y cómo eso trajo el aumento de la tasa de natalidad entre los cristianos.

Otro factor decisivo fue que las mujeres cristianas conseguían luego atraer a sus esposos a la fe, quienes por cuenta propia tal vez no se habrían interesado en el Evangelio.  En mi libro Tiempo de misión señalo el efecto de la conversión cristiana narrado en el capítulo 16 de Hechos, por ejemplo, “cómo en el punto de entrada del Evangelio en Europa,  la ciudad de Filipos, donde la acción misionera de Pablo tiene como resultado que una comerciante rica ponga su fortuna al servicio de la misión cristiana,  que una esclava quede liberada de la explotación de sus amos, y que un curtido carcelero humanice un poco las condiciones de vida en la cárcel.”[iv]   

Seguiremos ahondando en este tema en un segundo artículo.

 


[i]              Rodney Stark, La expansión del cristianismo, Ed. Trotta, Madrid, 2009; pp.93-120.

[ii]             Samuel Escobar, La Palabra: vida de la iglesia, Editorial Mundo Hispano, El Paso, 2006, cap.7

[iii]             Stark, op.cit. p.93

[iv]             Samuel Escobar, Tiempo de misión, Ed. Semilla-Clara, Bogotá 1999, p. 113.

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