La estrategia samaritana

Es fácil reducir a los demás a una ideología o afiliación política, llamarlos “fanáticos de derechas” o “izquierdosos”. La gente, no obstante, es mucho más que sus caricaturas.

  · Traducido por Patricia Bares

17 DE OCTUBRE DE 2019 · 07:45

Detalle del cuadro El buen samaritano, de Aime Morot. / Wikimedia Commons,
Detalle del cuadro El buen samaritano, de Aime Morot. / Wikimedia Commons

“Nunca debatas sobre religión o política con los que tengan opiniones opuestas a la tuya; son sujetos que queman al tacto, hasta el punto que te queman los dedos”. Esto escribía Thomas Haliburton en 1840.

Hablar de política crea debates más encendidos en la actualidad que antes, pues gran parte del debate se da en la red, donde aún no existen leyes concretas que hagan referencia a los modales que deben utilizarse. 

Los debates suelen ser superficiales y estridentes, se descartan completamente puntos de vista opuestos y, en el caso que alguien los defienda, se recurre a burlas, ridiculizaciones e insultos. Por desgracia, estas actitudes se trasladan fácilmente al mundo real y cada vez se está perdiendo más la capacidad de tener diálogos cívicos en la esfera pública. El civismo reside en la habilidad de escuchar, no solo de hablar, así como de considerar puntos de vista contrarios como válidos, cultivar empatía por personas del lado opuesto en un debate y velar de forma intencional por el bien común y las preocupaciones compartidas. 

Estas cualidades son cruciales para que la democracia funcione y se nutren de una perspectiva bíblica sobre lo que significa ser humano. Esa es una de las razones por las que creemos que la religión y la política deberían ir de la mano de forma natural. Nuestra investigación, así como las iniciativas de formación, ayudan a la gente a aplicar con conciencia la fe cristiana en sus actitudes y debates sobre temas contemporáneos. 

La parábola del Buen samaritano (Lucas 10:25-37) nos proporciona un maravilloso ejemplo de cómo la fe y la política pueden llegar a conectar. Jesús explicó esta historia para ilustrar cómo el mandamiento de amar a tu prójimo como a ti mismo debería ponerse en práctica. 

Cuando un doctor de la ley preguntó “¿y quién es mi prójimo?”, la respuesta de Jesús demostró a ese hombre que estaba formulando la pregunta de forma incorrecta. En vez de ofrecer criterios para decidir quién es merecedor de caridad, Jesús dice que lo que cuenta es una actitud interior de vecindad, de ver a los demás como a iguales a nosotros sean cuales sean las circunstancias, y actuar con compasión hacia ellos. Esto resuena en la descripción de la “verdadera religión” que se encuentra en Santiago 1:27.

¿De qué manera esto es político? En primer lugar, la persona encomendada por Jesús como verdadero prójimo no fue el sacerdote respetable o el maestro de la ley; el héroe inesperado que pasó por encima de divisiones religiosas y culturales para hacer lo que glorificaba a Dios fue… ¡un inmigrante, un extranjero!

En segundo lugar, la historia tuvo lugar en un contexto público: los personajes que aparecen cuentan con la misma infraestructura (una vía pública), temen lo mismo (ser asaltados) y el samaritano utilizó un servicio público (una posada) para ayudar y cuidar del hombre herido. El acto ejemplar de compasión individual se produjo en un espacio público con bienes sociales compartidos, los cuales los líderes políticos tenían la responsabilidad de mantener. 

Jesús desafió a las suposiciones y actitudes de sus oyentes; en este mundo post-Brexit, ¿de qué manera nos puede inspirar esto para tener más respeto y civismo con “los demás”, con aquellos que tienen puntos de vista completamente opuestos a los nuestros?

Empecemos construyendo relaciones que se centren en las experiencias humanas que son comunes en todos nosotros, como ser padre o madre, tener una discapacidad o estar pasando por un duelo. Es fácil reducir a los demás a una ideología o afiliación política, llamarlos “fanáticos de derechas” o “izquierdosos”. La gente, no obstante, es mucho más que sus caricaturas. El giro que Jesús dio a su respuesta abrió la imaginación de sus oyentes para que pudieran ver la humanidad que compartían con el buen samaritano. Nosotros también tenemos que usar nuestra imaginación para ver la humanidad compartida de aquellos a los que la política, los medios de comunicación o las masas califican como “personas inferiores”. Desde un compromiso hasta una humanidad compartida, podemos empezar a hablar entre nosotros más allá de nuestras diferencias, ¡incluso sobre política y religión! 

En tercer lugar, podemos construir relaciones alrededor de una narrativa cultural compartida. Recuerdo cómo en la ceremonia de apertura de las Olimpiadas de Londres en 2012 se explicó la historia cultural del Reino Unido con todo lujo de detalles. Cuando presentaron a Brunel, los Beatles, el himno nacional y el NHS (Servicio Nacional de Salud), me conmoví profundamente por la narrativa tan rica de mi país, una que realmente inspira a cristianos y no cristianos, a personas a favor del Brexit y a personas en contra. Muestra la cantidad de cosas que hay que nos unen, que son muchas más que las que nos dividen. ¡Hay que hablar de ello!

A medida que nos acercamos al 31 de octubre y los acontecimientos políticos se van caldeando, debemos resistir y no caer en el error de polarizar discursos. En vez de eso, debemos adoptar la estrategia samaritana, viendo a los demás a través de los ojos de Dios y construyendo relaciones de compasión, amistad y apoyo mientras amamos a nuestro prójimo, tal como Jesús lo hizo.

 

Jonathan Tame, directo del Jubilee Centre.

Este artículo se publicó por primera vez en la web del Jubilee Centre y se ha traducido y reproducido con permiso. 
 

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