Retos de campaña electoral

En el fondo, orar por los políticos es orar también por el prójimo afectado por sus políticas, es orar a favor del prójimo que se va a ver favorecido o no, por estas políticas partidistas.

15 DE OCTUBRE DE 2019 · 14:00

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Son momentos de precampaña o, en su caso, de campaña electoral en toda España. Esto también puede tener sus retos y reflexiones para los cristianos. En el aquí y el ahora histórico en el que nos ha tocado vivir, está bastante claro que la política y los políticos tienen mala fama. Se piensa en ellos como los que buscan el poder a toda costa, se les relaciona con la corrupción, con la defensa de intereses particulares o de partido que, en muchos casos, son ilícitos y que tienen otras muchas connotaciones negativas.  

Muy pocos son los ciudadanos, en nuestro momento actual, que ven la política y a sus gestores en positivo, como los garantes del bien común, de la defensa de los débiles, de los gestores de la sociedad del bienestar en general. Se ve la política como una “ciencia” independiente de la moral. Mucho más, como desligada de los valores del cristianismo, de los valores del Reino. Hoy, sonaría mal en estos ambientes el hablar del proyecto político del Reino de Dios, de Jesús mismo.

Hablar hoy de la ética o de la moral política en nuestros ambientes, puede producir algo de hilaridad, si no de carcajada. La palabra política habría que redimirla para expulsar de ella los demonios de las connotaciones negativas que tiene. 

Pregunta: El proyecto de Jesús, los valores del Reino o los valores bíblicos en general, ¿son aplicables a la política hoy, a un proyecto político concreto, a los partidos políticos de turno? El problema radica en la dificultad de separar la política en su concepción más pura y positiva, la POLÍTICA con mayúsculas, de todo aquel batiburrillo que se entrelaza con lo que se podría llamar “la política de partido de turno”, sea de derechas, de izquierdas, de centro o de los grupos ultra. 

Pues sí. La POLÍTICA con mayúsculas y la política de partido, son dos concepciones diferentes de la gestión pública. Nos cuesta trabajo pensar en estas dos concepciones de la política como diferentes, sin embargo, sin duda que nos vamos a enfrentar en nuestra cotidianidad con el tema de la política global curada de las flaquezas y desmanes que acucian muchas veces a la política partidista, y con las miserias de todos y cada uno de los partidos políticos.

Así, en estas circunstancias, el cristiano tiende a ver a la política más en la línea de la política partidista, desligada de un proyecto ético y, menos aún, impregnada de los valores del Reino. Tendemos a considerarla, simplemente, como un mal, aunque necesario. Como ejemplo, yo pienso en los cultos de oración de mi iglesia, en donde casi siempre sale el tema de orar por nuestros políticos. A muchos les cuesta trabajo orar por ellos. Dicen que muchos son ateos, agnósticos o cristianos de ritual en otros casos. Sin embargo, el juicio moral condenatorio, no nos corresponde a nosotros. En el fondo, orar por los políticos es orar también por el prójimo afectado por sus políticas, es orar a favor del prójimo que se va a ver favorecido o no, por estas políticas partidistas. Por eso, orar por nuestros gobernantes, siempre es bueno.

Es verdad que los valores cristianos no nos van a ofrecer un modelo concreto de gestión, una forma o estructura concreta, una organización clara, oportuna y específica para aplicar a la política partidista, y para la organización de un Estado. Los valores bíblicos son tan altos, que, muchas veces, tenemos reservas morales para aplicarlos a grupos que trabajan por el poder, sea político, o económico, o de control de las ideas.

 Por otra parte, aunque se formaran partidos políticos cristianos, a causa de ese ambiente de lucha por el poder, nadie se podría proclamar como el poseedor de la verdad absoluta, como el guarda oficial de los valores del Reino, el custodio de la moral pura y de la ética libre de toda corrupción. La auténtica ética y la moral cristiana siempre van a estar por encima de los intereses de partido político, independientemente de su ideario.

Los valores del Reino podrían ser aplicables a la POLÍTICA,  así con mayúsculas, a la preocupación por el bienestar del prójimo, de los débiles del mundo, de la redistribución justa de los bienes del planeta tierra, y en contra de los acumuladores injustos que desequilibran la economía del planeta tierra reduciendo a la pobreza a más de media humanidad. 

Es por eso que los cristianos deben ver estos valores, los bíblicos, en contracultura con la política de los partidos de turno, muy por encima de todos ellos, actuando en el mundo a través del ejemplo de los creyentes, pero eso no quiere decir que la acción de los cristianos en el mundo no puedan llegar a ser política en el sentido de que pueden cambiar estructuras injustas económicas y de lucha por el poder.

Así, se podría afirmar que el trabajo de los cristianos no es en vano y, sin duda alguna, pueden coadyuvar a conseguir cambios sociales, económicos, culturales y políticos que pueden llegar a cambiar los esquemas, incluidos los de los partidos políticos de turno que, aunque estén impregnados de valores y concepciones del poder injustas, pueden cambiar, al menos en parte, por la proclamación de los valores de justicia e igualdad entre los seres humanos, ya que todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Pueden cambiar por su ejemplo de servicio, por sus prioridades y por los estilos de vida de los creyentes. 

Eso es trabajar en la alta política, en la política global, en la POLÍTICA con mayúsculas, siendo la voz profética que necesita el mundo para cambiar las estructuras marginantes, injustas, egoístas y empobrecedoras que reinan en el mundo.

Así, los cristianos, a pesar de la dificultad de sobrevolar las políticas de los partidos de turno, podemos llegar a ser, con nuestra denuncia y nuestro ejemplo, valores de cambio en un mundo injusto, valores de esperanza y de projimidad, de amor al prójimo, especialmente los más necesitados, sin que sea negativo ni malo militar dentro de estos partidos políticos de turno, sean de la tendencia que sean, para ser sal y luz dentro de ellos, y aportar, realmente, la importancia y trascendencia de los valores del Reino, del servicio y del cuidado del prójimo más débil. 

Podemos ser elementos de fecundación dentro del seno de los propios grupos de gestión política. Solamente que hay un peligro para los que se integran en los partidos políticos injustos y de turno: se corre el riesgo de perder el rumbo, pasando a participar de las ideas de poder y de estructuras de justicia que, contaminados, podemos acabar participando de ellas. 

Para evitar esto estaría la oración, tanto personal como congregacional, los objetivos claros como seguidores del Maestro, el conocimiento de los valores del Reino, de los profetas y de sus ideas de justicia y en contra de la opresión. Hace falta la oración de la iglesia local y de la iglesia como cuerpo de Cristo en un mundo desigual e injusto. Pero sí. Podemos ser elementos de cambio en medio de un mundo impregnado de políticas injustas.

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