Nuestra relación con los objetos: sobre Marie Kondo

¿Cómo podemos pensar los cristianos acerca de hacer limpieza, de nuestros valores y de nuestra relación con los objetos que nos rodean?

10 DE OCTUBRE DE 2019 · 08:00

Uno de lo momentos del programa que Marie Kondo presenta en Netflix. / Netflix,
Uno de lo momentos del programa que Marie Kondo presenta en Netflix. / Netflix

En enero, Netflix trajo una nueva recomendación: A ordenar con Marie Kondo. Desde entonces, el método de Kondo ha recibido multitud de comentarios, entre los cuales destacan los de amantes de los libros ofendidos por tener que hacer limpieza con este método.

Tal como dijo textualmente un bibliófilo disgustado: “no buscamos que algo nos transmita alegría, queremos nadar entre maravillas”.

Para aquellos que no conozcan el método de Kondo, anima a sus clientes a que sostengan en las manos objetos que tienen en su hogar para comprobar si les “transmiten alegría”. Si el objeto supera la prueba, se queda y se guarda de forma organizada. Si no supera la prueba, se desecha. 

Este método ha sido un blanco que ha terminado siendo motivo de parodia en internet. Me gustaría destacar mi tweet favorito: “Yo solo quiero que Marie Kondo entre hoy en el Parlamento con el artículo 501y que pregunte: “¿esto te transmite alegría?”.

Dejando de lado las bromas, Kondo también ha recibido críticas bastante duras, como las que dicen que su enfoque solo hace que haya un exceso de desperdicios. La verdad es que es alarmante leer descripciones de clientes que “han tirado bolsas con 200 latas de 45 litros en una sentada”.

Otros ven preocupante cómo Kondo fetichiza un comportamiento obsesivo. Al recordar su infancia en su bestseller titulado La magia del orden, no es difícil alarmarse un poco con las descripciones que da la joven Kondo: “En el colegio, mientras los otros niños jugaban al pillapilla o a saltar a la cuerda, yo me escabullía y me iba a ordenar las repisas de libros de nuestra clase, o a ver qué había en el armario de limpieza. Todo esto lo hacía mientras comentaba en voz baja lo pésimos que eran los métodos de almacenamiento utilizados”.

Como mínimo parece algo excéntrico y hasta podría verse como sintomático de una neurosis profunda.

Al contrario de lo que piensa la opinión pública, a mí me gusta Marie Kondo. Creo que en parte es porque me encanta hacer limpieza y no soy capaz de acumular muchas cosas. Además, ella es muy agradable y suele caer bien. En el programa se muestra encantadora y va en la línea del tono de su libro. 

Creo que también hay algo que podemos afirmar sobre su filosofía con los objetos, lo cual trata de ser más considerados con las relaciones que tenemos con lo que poseemos.

En un artículo del periódico The Guardian, la autora se toma un tiempo para reflexionar sobre su colección de libros y los recuerdos que tiene arraigados a las voces que habitan en su repisa de libros. Concluye diciendo: “El problema es que no estoy segura de si este tipo de orden me hace sentir más libre, más feliz y más conectada con el mundo que mi colección de libros desordenada”.

El método de Kondo tiene que ser algo profundamente personal, como ella misma afirma: “El orden es dependiente de los valores personales extremos de cómo una persona quiere vivir”.

Entonces, ¿cómo podemos pensar los cristianos sobre hacer limpieza, sobre nuestros valores y sobre nuestra relación con los objetos que nos rodean?

Tenemos tendencia a cultivar relaciones con nuestras posesiones. En su programa, Kondo anima a sus clientes a darles las gracias a los objetos desechados por su servicio antes de deshacerse de ellos; a tener en cuenta cómo, por ejemplo, ese jersey nuestro nos dio calor o cómo las palabras de algún libro nos dieron consuelo en algún momento.

“Valorar y atesorar lo que tenemos; no tratar a nuestras posesiones como algo prescindible, sino como algo valioso, da igual cuál sea su valor real; esas cosas y poner los objetos a la vista para valorarlos de manera individual forma parte del estilo de vida japonés Shinto”.

Podemos hacer que estos principios enriquezcan nuestro entendimiento mientraslo aplicamos desde la perspectiva de nuestra relación con un Dios profundamente relacional.

En definitiva, la gratitud que expresamos hacia esos objetos debe de entenderse como nuestra gratitud hacia Dios por su provisión.

En Marcos 14, una mujer utilizó un frasco de alabastro lleno de perfume como acto de alabanza a Jesús. Algunos dijeron con indignación: “¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres”. 

Jesús respondió a sus críticas diciendo: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.

Lo que falta en el método KonMari es la relación que nuestras pertenencias tienen con el Dios que creó el mundo y que nos bendice con lo que tenemos

Como cristianos podemos usar nuestras pertenencias como la mujer hizo, para alabar al Señor, considerándolas bendiciones que no están solo para acumularse, sino para usarse en comunión. Y sí, también pueden desecharse si es necesario.

El método de Kondo pregunta: “¿Esto te transmite felicidad?”. El enfoque se centra en los deseos y necesidades de una persona, pero nosotros conocemos una verdad distinta. En el Salmo 89:11 leemos: “Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; El mundo y su plenitud, tú lo fundaste.” 

Como cristianos podemos reflejar en la cultura popular, y no siempre con una voz polémica, lo que está bien. Podemos sostener nuestras pertenencias con las manos y estar agradecidos, no con el objeto en sí, sino con el Dios que lo proveyó en relación con nosotros, que somos de los suyos.

Podemos afirmar lo de dar aquello que no necesitamos. Tal como leemos en Mateo 6:19-21: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Tenemos que ver los tesoros que tenemos en la tierra a desde la perspectiva de los tesoros que tenemos en el cielo. 

Hannah Eves participa en el programa de graduados SAGE del Jubilee Centre. Se graduó de la Universidad de Nottingham con un máster en Gobierno y desarrollo político.

Este artículo se publicó por primera vez en la página web del Jubilee Centre y se ha vuelto a publicar con permiso.

 

Notas

1Tratado de la Unión Europea establece que "todo Estado miembro podrá decidir retirarse de la Unión de conformidad con sus propios requisitos constitucionales".

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Jubileo - Nuestra relación con los objetos: sobre Marie Kondo