Voceros de justicia: se buscan

No nos están recordando, entrenando y animando, para que vayamos captando una identidad de creyentes con una mano tendida hacia el que nos necesita.

08 DE OCTUBRE DE 2019 · 14:00

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Es un error que, muchas veces, caigamos en el error de vivir vidas cristianas desarraigadas de las problemáticas del mundo, y que se desarrollan tratando de ser felices y gozar de bendiciones, de forma individualista, sin darnos cuenta de que el cristiano, necesariamente y sin ninguna duda, tiene una función solidaria en el mundo, una función social que se enmarca dentro de la búsqueda de justicia, el servicio al prójimo, la denuncia del mal y de sus estructuras económicas y de poder que oprimen a los más débiles.

¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué no tenemos ni identidad ni conciencia de que somos un pueblo llamado a servir y a tener una presencia en nuestra sociedad que la encamine por vías de justicia? ¿Por qué, conociendo los valores del Reino, nos apoyamos en los valores en contracultura con la Biblia, los valores consumistas que entran en nuestras congregaciones y, además, nos refugiamos en nuestros templos dando, en muchos casos, la espalda al dolor de tantos y tantos prójimos nuestros que sufren? 

Quizás, es que deberíamos comenzar por el liderazgo, por aquellos que nos enseñan y nos explican lo que es vivir el Evangelio, la espiritualidad cristiana. Nos enseñan muchas cosas en el ámbito de la espiritualidad, muchas veces desencarnada, nos acostumbran al rito y a los cumplimientos religiosos, que, en muchos casos, nos dan comodidad y la sensación de estar cumpliendo con el mismo Dios.

Sin embargo, no nos están recordando, entrenando y animando, para que vayamos captando una identidad de creyentes con una mano tendida hacia el que nos necesita, para que vayamos aprendiendo que somos un pueblo llamado a servir, a clamar contra toda injusticia, a poner nuestra fe en marcha actuando en el mundo a través del amor, abriendo vías y canales de esperanza para un mundo en donde hay tantos y tantos oprimidos, empobrecidos, excluidos de todo bien social, sufrientes tirados al lado del camino por donde nosotros, quizás, muchas veces pasamos como malos prójimos.

Quizás es que, ya de inicio, necesitamos universidades, seminarios e institutos bíblicos con una nueva visión, personas formadas en las líneas de una nueva misión de la iglesia, formación de nuevos siervos de Dios que puedan entender lo que es la voz profética para instruir en ella al pueblo que se les confía en sus congregaciones y templos. Hay que enseñar a los creyentes a ser un pueblo con una misión que se debe desarrollar en el mundo hoy, en nuestro aquí y nuestro ahora, en las líneas de la defensa de la justicia, la lucha contra la opresión y contra las acumulaciones desmedidas y los desiguales repartos. 

Eso es también doctrina bíblica que, a veces, orillamos en pro del disfrute insolidario de las bendiciones que queremos tener ya en esta tierra, pero una forma descomprometida, incoherente con lo que decimos y predicamos, insolidaria y con falta de amor hacia el prójimo que yace tirado al lado del camino por donde nosotros pasamos diariamente y, en muchos caos, camino de nuestros templos. Quizás es que falta voz profética para liderar al pueblo de Dios, líderes capaces de captar la visión integral del Evangelio vivido en compromiso con tanto con Dios como con el prójimo, un Evangelio que nos convierte, necesariamente, en manos tendidas hacia el prójimo que nos necesita en este “ya” establecido del Reino.

Se necesitan voceros de justicia, cristianos comprometidos, concienciados, sensibilizados y preparados, con una nueva visión que, incluso, puedan proyectarse hacia un futuro adelantándose incluso a su tiempo, en pro de que las nuevas generaciones reciban la visión de un cristianismo integral que se lanza al servicio, a la práctica de la misericordia, y que no se complazca solamente con el ritual, con una ética de cumplimientos rituales que, en muchos casos, se olvidan del grito y del sufrimiento del prójimo que puede estar apaleado muy, muy cerca de nosotros. 

Se necesitan líderes, pastores, voceros del Evangelio que tengan voces proféticas que griten y clamen “a voz en cuello”, como dijo Dios al profeta. Hombre y mujeres que vayan creando una nueva conciencia, una nueva forma de enseñar e instruir a los creyentes para que entren en una vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana que, si es así, debe ser solidaria y comprometida con los pobres y sufrientes del mundo. En Jesús tenemos el ejemplo a seguir.

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