Dios y la amenaza extraterrestre

El extraterrestre, como el Dios de la antigüedad, ha dejado de darnos miedo. Si nuestros antepasados temblaban ante la posibilidad del juicio de Dios, hoy ya no piensan en él ni los viejos.

17 DE SEPTIEMBRE DE 2019 · 08:00

Como ha pasado un siglo sin que se haya encontrado un tornillo o una tuerca de un platillo volante, los argumentos de la ufología son ahora muy diferentes.,
Como ha pasado un siglo sin que se haya encontrado un tornillo o una tuerca de un platillo volante, los argumentos de la ufología son ahora muy diferentes.

Este fin de semana pasado se ha celebrado un Congreso Mundial de Ufología en Barcelona. Hacía tiempo que no se hablaba de extraterrestres, platillos volantes y otros Objetos Voladores No Identificados. Es un tema que siempre me ha despertado curiosidad. Mi padre, de hecho, fue antes de su conversión, uno de los primeros miembros de la asociación española de Amigos de los Visitantes del Espacio en los años 50. Luego se dio cuenta, como muchos otros, que todo era una chaladura…

En 1947 un fabricante de material contra incendios, Kenneth Arnold, volaba con su avioneta en el estado de Washington un día despejado. Alrededor de las tres de la tarde creyó identificar nueve discos en forma de media luna que se movían rápidamente de arriba a abajo, “como la cola de una cometa china” sobre unas montañas. Fuesen lo que fuesen –probablemente globos meteorológicos–, no parecían circulares, pero en su relato, un reportero dijo que “volaban erráticamente, como un platillo si lo haces rebotar en el agua”. Por eso se les llamó “platillos volantes”…

Un editor norteamericano de ciencia-ficción, Ray Palmer, es el padre olvidado de la gran obsesión ufológica –el estudio de objetos voladores no identificados, los llamados ovnis – que hubo en la segunda mitad del siglo XX. El primer número de su revista “Fate (Destino) –publicado en 1948– se abría con un artículo de Arnold (Ví realmente los discos volantes), seguido de otro supuesto avistamiento en Tacoma con el sugerente título de “¿Qué eran los donuts?. El segundo número defendía por primera vez que se trataba de extraterrestres (¿Están aquí visitantes del espacio?). En 1950 Palmer publicaba un folleto de Arnold (El platillo volante, tal y como lo vi) y dos años después escribía su primer libro (La venida de los platillos)

 

Destacados ufólogos como Allen Hynek, antes defensor de una explicación extraterrestre, acabaron diciendo que se trataba de ilusiones fantasmales que vienen de un plano interdimensional de la realidad.

Palmer quiso llevar aún más lejos la historia. En 1945 había publicado una novela de un soldador de Pennsylvania llamado Shaver, que aseguraba que estaba en comunicación telepática con una raza de maléficos humanoides que vivían bajo tierra. Obsesionado por la teoría de la tierra hueca, Palmer publica que los ovnis son naves espaciales construidas dentro de la tierra, y enviadas a traves de agujeros en los dos polos. En 1970 la revista Flying Saucers (Platillos Volantes) publica en portada una foto de la NASA que parece mostrar un enorme agujero negro en el polo. Aberturas similares dice Palmer que había en Marte y Mercurio también. Un miembro de la cámara de los lores británica y fundador de la más prestigiosa revista sobre ovnis (Flying Saucer Review), Trench, escribió un libro sobre este tema en 1977.  Ese año Arnold abrió el primer congreso internacional sobre ovnis en Chicago.

 

¿ILUSIONES MENTALES?

Como ha pasado ya un siglo sin que se haya encontrado un tornillo o una tuerca de un platillo volante, los argumentos de la ufología son ahora muy diferentes. Destacados ufólogos como Allen Hynek –antiguo consultor de las Fuerzas Aéreas norteamericanas– o Jacques Vallee –astrónomo francés pionero en el uso de la informática para la investigación ovni–, antes defensores de una explicación extraterrestre, acabaron diciendo que se trataba de ilusiones fantasmales que vienen de un plano interdimensional de la realidad. Greenfield dice que “los fenómenos ovnis representan un intento hecho por la psique inconsciente humana, para proyectar un símbolo arquetípico colectivo”, tal y como pensaba el conocido psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. 

Wiedermann cree que “no existen cosas como los ovnis, en tanto y cuanto no tienen ninguna existencia independiente de la mente”. Pero “el hecho es que la mente humana tiene la capacidad de proyectar imágenes sólidas, y estas imágenes llegan a convertirse temporalmente en reales en todo el sentido de la palabra”. La cosa se hace todavía más delirante cuando se dice que “el gobierno ha suprimido esta información ante el hecho sorprendente de que las evidencias y las pruebas científicas también demuestran de forma concluyente que toda nuestra realidad está hecha de las proyecciones de nuestro inconsciente colectivo”.

El propio Arnold afirma en la revista UFO Review en 1982, dos años antes de su muerte, que los movimientos que hacía una de las naves que vio, le dio a pensar que se trataba de criaturas vivas, posiblemente un eslabón entre nuestras formas de vida y las del mundo espiritual. Pero si los ovnis son un fenómeno etéreo, ¿cómo es que aparecen en radares y fotografías? La razón es bien sencilla. No se pueden encontrar pruebas, sencillamente porque el fenómeno sólo existe en la imaginación del observador, tal y como demuestra Robert Sheaffer. Las señales de los radares se deben probablemente a anomalías poco frecuentes en la propagación y recepción de las ondas, o errores de interpretación de datos. Los ovnis de hecho, parece que solo se pueden fotografiar con claridad a solas, aunque sea en una gran ciudad. 

 

“LA VERDAD ESTÁ AHÍ FUERA”

Autores como el suizo Erich von Däniken, que especulaba con la arqueología desde la ufología, creía que eran extraterrestres los que habían creado al hombre a su imagen y semejanza, gracias a una modificación genética de una célula de homínido. Esta interpretación tenía la ventaja de no contradecir ni el esquema evolucionista, ni los supuestos religiosos tradicionales. Así se reinterpreta la Biblia entera. ¿El arca de Noé?, una nave interplanetaria; ¿las ruedas de Ezequiel? platillos volantes; ¿La estrella de Belén?, una nave extraterrestre. Lo mismo, las apariciones de la Virgen…

 

Ultimátum a la Tierra de Robert Wise presenta en 1851 una manifestación espiritual de bondad extraterreste, aunque sea todavía incomprendida.

“Hay dos posibilidades”, dice el escritor de ciencia-ficción Arthur C. Clarke: “O estamos solos en el universo, o no, pero ambas son igual de terroríficas”.  Tenemos miedo de la amenaza de afuera, pero igual pavor nos produciría esa soledad. La verdad está ahí fuera sin duda, pero nadie nos asegura que sea interesante, como dice irónicamente C.S. Lewis. La paranoia está bien, para muchos porque mantiene la vida interesante, e implica que el mundo gira alrededor de nosotros. Este sentimiento se reflejó en las series de televisión de Chris Carter, Expediente X y Millenium, que se convirtieron en un verdadero objeto de culto en todo el mundo, creando una sensacional paranoia sobre una supuesta trama conspiratoria que nos priva de las evidencias de una realidad oculta.

La obsesión de la ufología por este tipo de teorías persecutorias ha tenido su máxima expresión en el llamado Incidente Roswell, por el que se pretende que un ovni se estrelló en Nuevo Méjico en 1947 –según el Ejército del Aire norteamericano, un globo meteorológico con todo su instrumental– y la CIA escondió los restos materiales y los cuerpos de los extraterrestres en un almacén secreto de Virginia. Así un famoso vídeo presenta la supuesta autopsia de uno de los cadáveres. El problema es que la propia idea de que hiciera falta un encubrimiento para mantener oculto el conocimiento de vida extraterrestre no tiene ningún sentido, ya que el principal interesado en encontrar adversarios, imaginarios o reales, serían los supuestos conspiradores. Ya que no habría nada más beneficioso para incrementar el poder de las fuerzas armadas y los servicios de investigación militar que descubrir una amenaza de semejantes proporciones, ¡a no ser que se les oculte también la noticia a los responsables de la planificación y el presupuesto de defensa!

 

LA AMENAZA EXTRATERRESTRE

La novela clásica de ciencia-ficción, La guerra de los mundos (1898) de H. G. Wells (1866-1946) se volvió a hacer popular el siglo pasado con la dramatización de Orson Welles en la radio. Ya que bajo la apariencia de un informativo, los actores de la CBS convertidos en locutores de noticias por Welles, anunciaron la llegada de una avalancha de platillos volantes, con conexiones a hipotéticas unidades móviles que narraban el aterrizaje de las naves y describían a aquellos temibles extraterrestres. Se calcula que casi dos millones de oyentes creyeron que la invasión era cierta. Lo que da mucho que pensar...

La obra de Wells presenta a los marcianos como aguerridos invasores, que no dudan en freír con sus rayos a cualquier ser humano que se encuentren. Son “intelectos poderosos, fríos y crueles”, que toman la carne y la sangre de otras criaturas para inyectarla en sus cuerpos frágiles, que “no tenían un sistema muscular desarrollado”. Pero si la visión que nos da La guerra de los mundos de los extraterrestres es la de seres terribles que “devoran y conquistan sin razón”, su perspectiva de los humanos no es mucho mejor. Masas enloquecidas, egoístas e insensibles al sufrimiento del individuo, son capaces de aplastar a cualquier niño que tropieza. Ya que en su lucha por la supervivencia, el hombre aparece dominado por una avaricia desmedida, que hace que uno muera por no ser capaz de soltar unas monedas de oro. Por lo que su huida de esta amenaza no demuestra más que la bajeza de la condición humana. La tierra se presenta así como un territorio desolado, y el personaje del vicario anglicano no muestra más que la desesperación de una religión incapaz de enfrentarse a lo desconocido.

 

Casi dos millones de radiooyentes creyeron que la invasión dramatizada de La Guerra de los Mundos por Orson Welles era un suceso que estaba ocurriendo realmente.

Esa tragedia adquiere mayor complejidad en Metrópolis de Lang (1927), cuando los hombres-máquina que viven esclavizados en una ciudad industrial, reciben el mensaje de María sobre el futuro advenimiento de un Salvador. Y un científico aliado al capital, construye una réplica robótica de María, que provoca una oleada de destrucción. Así también en El fin del mundo de Abel Gance (1930), dos hermanos intentan salvar a la humanidad, ante la inminente colisión de un cometa sobre la Tierra, pero uno lo hace desde la fe, y el otro desde la ciencia.

 

LA SALVACIÓN VIENE DE FUERA

Las historietas de cómic de Buck Rogers (1939) son eclipsadas por la popularidad de una nueva serie, Flash Gordon, en la que Marte ataca la Tierra. En los años 40 aparecen las viñetas de superhéroes como el Capitán Maravillas, Superman o el Capitán América, pero será en los 50 cuando la ciencia-ficción se haga inmensamente popular en el cine. Ahora se tiende a pensar que todos los extraterrestres de estas historias son metáforas del llamado terror rojo, por el que la sociedad americana se enfrenta al comunismo, pero no todos los monstruos fueron alimentados por el miedo a la bomba atómica. A veces los ovnis son simplemente ovnis.

 

A partir de Encuentros en la tercera fase en 1977, los alienígenas se van divinizando.

Nace una nueva generación de escritores, como Isaac Asimov. Aparecen antologías de relatos en editoriales de prestigio, y se lanzan revistas especializadas. En Cuando los mundos chocan (1951) de George Pal, la única salvación es un nuevo arca de Noé. Abundan por eso las implicaciones religiosas en un ambiente catastrofista de resonancias bíblicas. Pero hay una película que anuncia ya un cambio de rumbo. Se trata de Ultimátum a la Tierra (1951) de Robert Wise, que presenta ya una manifestación espiritual de bondad extraterreste, aunque sea todavía incomprendida. Así Klaatu se presenta como un Jesús capaz de morir y resucitar, al estilo del E.T. que escribió Melissa Mathison para Spielberg (1982). 

En 1958 el psicólogo suizo Carl Gustav Jung publicó un libro sobre los “platillos volantes”, como “un mito moderno de cosas que se ven en el cielo”. Su tesis es que estos “rumores visionarios” tenían un profundo significado religioso que muestra una nueva forma de ocultismo místico. Las modernas historias de “contactados” utilizan así otra terminología que la del “médium” espiritista, pero los extraterrestres simplemente parecen haber sustituido a los antiguos dioses, ángeles y almas de difuntos. Lo cierto es que a partir de Encuentros en la tercera fase (1977) los alienígenas se van divinizando, aunque todavía destrozan la casa del pequeño Barry y aterrorizan a su madre, alterando la vida y la mente de Neary. 

 

EL EVANGELIO SEGÚN E.T.

La figura del extraterrestre ha pasado de ser una amenaza, a verse como una influencia salvífica, por la que podemos entrar en contacto con un poder superior, lleno de amor y bondad. El extraterrestre, como el Dios de la antigüedad, ha dejado de darnos miedo. Si nuestros antepasados temblaban ante la posibilidad del juicio de Dios, hoy ya no piensan en él ni los viejos. Por eso cuando decimos que Dios es amor, no nos engañemos, lo que la gente piensa es que si realmente existe, será alguien totalmente inofensivo. Así que no hay nada que temer, porque no haría daño ni a una mosca. Es como un muñeco de peluche, algo suave y entrañable, que da valor y confianza en la vida, pero que no supone ningún peligro. 

 

Cristo no es E.T., y su muerte tiene un significado que va más allá de su presencia en el corazón de todos aquellos que le conocen.

Spielberg hace bien en creer que hay una presencia benefactora más allá de las estrellas, y que hace falta fe, curiosidad y aventura, para entrar en relación con ella. Hay una vida extraterrestre que se muestra a aquellos que son como niños, tras morir y resucitar, volviendo después a su casa. Pero Cristo no es E.T., y su muerte tiene un significado que va más allá de su presencia en el corazón de todos aquellos que le conocen. 

Jesús no es un muñeco de peluche que podamos guardar en el armario, como hace Elliot con E.T., sin que su madre siquiera lo distinga. Vemos amor en su brazo extendido, pero también la amenaza de su ira, para todo aquel que lo ignore. Aunque el abrazo de Sus brazos colgados de la Cruz, nos puede salvar eternamente.

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