La locura de la predicación

Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen  

EE.UU. · 16 DE SEPTIEMBRE DE 2019 · 18:17

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photo by StartupStockPhotos (Unsplash)

“Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen.”―1 Corintios 1:21 (NVI)

 

En 19 de abril de 1989 en una pequeña iglesia, en una comunidad de escasos recursos llamada Villa Prades en Puerto Rico, asentí al llamado de Cristo a la salvación. En aquella noche, a través de la predicación en los labios del evangelista Alberto Mottesi, el Espíritu Santo dejó claro en mi conciencia mi separación de Dios por causa de mis muchos pecados y mi naturaleza caída.

Fue la intervención sobrenatural del Espíritu la que habilitó mi voluntad para asentir públicamente a esa invitación inmerecida. A partir de ese encuentro comenzó―con la ayuda del Espíritu―mi caminar en pos de Jesús. La jornada continúa al sol de hoy.

Esta explicación (arminiana) de mi conversión la puedo dar ahora, después de mucho tiempo de reflexión y estudio de la palabra. Al pasar de los años por esta vereda el Señor me ha ayudado a entender sinnúmero de cosas que no alcanzaba a comprender durante aquel momento de Pentecostés en Villa Prades.

La versión inédita de mi conversión―la explicación de los hechos que le hubiese dado aquella noche―se resume en dos palabras: “fuego y poder”. “¡Alábalo si puedes!”.

Menciono todo esto para resaltar el hecho de que el Espíritu Santo me invitó a la salvación a pesar de no tener argumentos filosóficos o evidencias apologéticas para probar la existencia de Jesús. El Señor me llamó a seguirle a pesar de que mi conocimiento bíblico en aquel momento era nominal. Me llamó a pesar de no tener idea de lo que era la teología propia, o la ética o el modelo histórico crítico bíblico.

Aquella noche yo no tenía idea de la identidad Trinitaria de Dios. No tenía postura escatológica alguna. Sabía muy poco de lo que era la Reforma Protestante y los reformadores.

Han pasado más de 30 años de aquella noche de conversión. Por la gracia de Dios he podido profundizar mucho más acerca de la fe cristiana. Dios le abrió las puertas a este jibarito puertorriqueño para estudiar en la Universidad Yale con los hijos de los presidentes y los dignatarios de las naciones del mundo.

En Yale recibí instrucción académicamente con eruditos bíblicos como John J. Collins, Joel Baden, Harold W. Attridge, Bruce Gordon, Miroslav Volf, Kathryn Tanner, John E. Hare, Christopher Bealey, Jennifer Hertd entre otros.

No guardo resentimiento alguno en contra de la intelectualidad y el desempeño académico de alto nivel. Pero permítame informarle que ninguna de las experiencias académicas vividas se puede siquiera asemejar al poder y la "locura" de lo experimentado aquella noche en Villa Prades.

Después de todo, el conocimiento adquirido me ha servido para confirmar lo que el salmista declara:

“¿Quién como Jehová nuestro Dios, que se sienta en las alturas; que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. Él hace habitar en familia a la estéril, que se goza en ser madre de hijos. Aleluya.”―Salmo 113: 5-9 (NVI)

Jesús articula la naturaleza de revelación para la humanidad en distintas ocasiones en los evangelios (Lucas 4:18). Por lo menos a mí, siempre me han tocado las palabras de Jesús:

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños.”―Mateo 11:25 (NVI)

Jesús no tiene reparo en confesar que la revelación de Dios escabulle a los “sabios e instruidos”. Por otra parte, el acceso a dicha revelación fue otorgado “a los que son como niños”.  

El Apóstol Pablo después de haber tenido una vasta experiencia comunicando el evangelio a distintos grupos de personas, llega a las siguientes conclusiones:

“¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios.”―1 Corintios 1:18 (NVI)

“Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen.”―1 Corintios 1:21 (NVI)

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.”  ―1 Corintios 2:14 (NVI)

Ante las nuevas modalidades apologéticas que pretenden confeccionar una imagen de un “dios” racional, de corte filosófico y altamente intelectual, se encuentra la realidad de miles de millones de pentecostés―experiencias de poder que han marcado la vida de los menos “indicados”, los menos “preparados” y los menos “pensados”.

Evidentemente, el mover de Dios desafía la razón humana. Sin embargo, el asunto se hace más intenso cuando reconocemos la decisión deliberada de Dios de eludir a los “sabios” y brindar acceso a su revelación a los “sencillos”.  

Y así, podemos plantearnos las siguientes preguntas:

¿Qué distingue a los “sabios e instruidos” de los que “son como niños”?

¿Cómo podemos nosotros identificar hoy aquellos a quienes Jesús entendió que eran “como niños”?

¿A qué se refiere Pablo cuando dice “El mensaje de la cruz es una ridiculez” en 1 Corintios 1:18? ¿Qué aspectos de la cruz podrían considerarse como “ridiculez”?

¿Qué posibles razones habrán llevado a Pablo―hombre altamente educado e instruido―a pensar que la predicación es una “locura”?

¿Cuáles son las implicaciones de las palabras de Pablo cuando declara que Dios dispuso que “el mundo no le conociera mediante la sabiduría humana”? ¿Cuáles son las implicaciones de estas verdades bíblicas en la forma en la que presentamos a Dios a los que nos rodean?

Dada la preferencia de Dios a revelarse a “los que son como niños”, ¿cuán adepto es nuestro mensaje y nuestras estrategias educativas para alcanzar aquellos que “son como niños”?

¡Que el Señor nos bendiga!

 

Samuel L. Caraballo – Esp. Ética Social – Boston, Massachusetts

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - SAMUEL L. CARBALLO - La locura de la predicación