La larga conversación

Dios quiere que hablemos con Él porque Él nos escucha siempre. Es uno de los medios que ha provisto para que nuestro amor por Él crezca cada día.

16 DE SEPTIEMBRE DE 2019 · 08:00

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Robert Engulnd protagonizaba a Freddy Kruegger en la película Pesadilla en Elm Street  (dirigida por Wes Craven, 1984). Tenía que pasar varias horas con su maquilladora cada día antes de grabar para caracterizarse como su personaje en la película… lo que le llevó a un “final inesperado” ¡Acabó casándose con ella!

Lo primero que vino a mi mente cuando conocí la historia, fue algo que aprendí cuando tenía diecisiete años: la larga conversación da a luz al amor… Yo era un chico muy tímido, y me di cuenta que cuando pasaba tiempo hablando con alguien, surgían lazos de amistad inquebrantables, al aprender a compartir lo que había en nuestro corazón, y al comprender que tan importante como hablar es ¡Saber escuchar!

Sí, porque vivimos en un mundo en el que casi todos se ocupan siempre de sí mismos y muy poco de los demás. Las redes sociales nos enseñan a mostrar lo que hacemos y, aún habiendo una cierta interacción, la clave siempre es lo que enseñamos nosotros y nuestros comentarios, hasta tal punto, que muchos “borran” a las personas que no dicen aquello que les agrada.

La verdadera amistad es muy diferente a todo eso: un amigo es alguien con el que puedes compartir muchos momentos, alguien con el que puedes hablar y ¡por supuesto! alguien a quién quieres escuchar. El amor crece cuando esos momentos son habituales, cuando nos acostumbramos al sonido de la voz de la persona a la que queremos; de tal manera que, conforme va pasando el tiempo, llega un momento en el que crees que ya no puedes vivir sin esa persona. 

Esa es también una de las razones por las que la Biblia nos enseña que Dios quiere que hablemos con Él porque Él nos escucha siempre. Es uno de los medios que ha provisto para que nuestro amor por Él crezca cada día. Su amor por nosotros es, no sólo innegable, sino también único y eterno. Fíjate: “Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor, y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les di de comer“ (Oseas 11:4). ¡Impresionante! 

Por si fuera poco, la expresión del amor de Dios es tan absolutamente prefecta que refleja todas las características del cariño de una madre, incluso inclinándose para dar de comer a sus hijos. Dios es absolutamente entrañable; cuando pasamos tiempo hablando con Él, llegamos a comprender cómo su amor dirige tanto el universo, como nuestra propia vida. Nos sentimos queridos, abrazados, cuidados… muchas veces no importan los momentos difíciles que pasamos porque sabemos que Él no sólo nos habla y nos escucha, sino que también haría cualquier cosa por nosotros. Cuando amamos a Dios comprendemos que su amor por nosotros es tan extraordinario que nos lo da todo. Aquel que entregó a su Hijo para salvarnos, ¿Cómo no nos dará todas las demás cosas?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - La larga conversación