“Echamos fuera todo espíritu de confusión”

El peligro de reuniones centradas en el diablo.

24 DE AGOSTO DE 2019 · 21:50

Foto: Pixabay (CC0),
Foto: Pixabay (CC0)

¿Qué hacemos con los demonios?

Por un lado, están los progresistas que niegan por completo la existencia personal de un ser llamado Satanás. Piensan que “lo demoniaco” alude a sistemas socio-políticos de corrupción e injusticia.

Por el otro, están los omnisatanistas que ven al diablo cada dos por tres. Día tras día atan a los espíritus inmundos, maldicen a las fuerzas de las tinieblas y echan fuera a los demonios.

En el mundo evangélico contemporáneo, la segunda postura es mucho más popular. Pero no deja de ser sumamente peligrosa.

La pequeña y desconocida epístola de Judas nos advierte acerca de la demonología.

El siervo del Señor –en Judas 1:8-10- escribe que los falsos maestros:

Blasfeman de las potestades superiores [los demonios]. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen.

Judas explica que los falsos profetas en la iglesia apostólica maldecían a los demonios públicamente para ganar cierta credibilidad entre los hermanos neófitos e inestables.

Se dieron a conocer como “grandes iluminados del Señor” pero en realidad todo era espuma.

De allí la alusión al arcángel Miguel, el cual –por cierto- fue usado por Dios para echar fuera al diablo y sus ángeles del cielo.

Si Miguel tenía más autoridad y poder angelical que el diablo y aun así no se atrevió a maldecirle, ¡cuánto menos debería un mero ser humano meterse con Lucifer!

 

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Varios comentaristas creen que los falsos líderes de la iglesia primitiva insultaban a Satanás para ser considerados como especialmente “iluminados” y así alcanzar a más seguidores.

Aquellos líderes no se preocupaban por ser bíblicos sino exitosos.

Según las Escrituras, no encontramos a ningún siervo de Dios maldiciendo al enemigo.

Los apóstoles no iban buscando a Satanás. Sin embargo, cuando se topaban con gente poseída, no se ponían a lanzar acusaciones contra Satanás sino que entregaron la situación al Señor apelando a su santa autoridad.

Un buen ejemplo es Hechos 16:18, “Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella”.

Sucedió lo mismo en la vida del Salvador. Él no fue al desierto en busca de Satanás; fue el diablo quién se acercó al Señor (Mateo 4:3).

Pero Cristo se opuso al diablo con el poder de la Palabra. No lanzó ningún insulto. No montó un circo. Se sujetó a la autoridad de las Escrituras. Y Satanás salió corriendo.

APLICACIÓN

Todo esto significa que tenemos que tener mucho cuidado con ciertos movimientos contemporáneos que pasan más tiempo hablando del diablo -¡y algunos de ellos hasta dirigiéndose directamente a Satanás en oración!- que de la gloria de Dios y de Jesucristo.

Me imagino que todos habremos estado en reuniones donde algún pastor ha soltado una frase como “Echamos fuera todo espíritu de confusión” o “Proclamamos tu derrota, Satanás” o “Estás bajo nuestros pies, Lucifer”.

¿Quién se cree tal predicador? ¿Acaso se cree más fuerte y sabio que Miguel?

¡Cuidado! ¡Mucho cuidado!

Según Judas, es bastante probable que haya una actitud orgullosa detrás de semejantes expresiones.

Las reuniones públicas no son para darnos a conocer como gente súper ungida sino más bien para que Jesucristo sea proclamado como el Gran Ungido del Señor.

Así que, ¿qué hacemos con los demonios?

Respuesta: Los encomendamos al Señor como hizo el arcángel Miguel. ¡Así de sencillo!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Brisa fresca - “Echamos fuera todo espíritu de confusión”