Vivir esperando

Quiero hacer uso de las opciones que este minuto me ofrece, que son muchas, y darlas por buenas, porque son las que tengo.

11 DE AGOSTO DE 2019 · 07:00

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Ha llegado el tan ansiado agosto. Eso para muchos, significa que ha terminado julio, su esperado tiempo de descanso y que quizá esta reflexión ya les llega aparentemente tarde. Pero esto aplica a todos, solo que en diferentes momentos de la vida, del año, del día… porque vivimos esperando, y lo hacemos a todas horas.

Durante el año, esperamos que lleguen las vacaciones. De hecho, dedicamos buena parte de nuestro tiempo y actividad mental a imaginarlas, ensoñarlas, planificarlas, visualizarlas… hasta que llegan y terminan dejando un cierto regusto a decepción, por buenas que sean, porque siempre nos parecen demasiado cortas. A partir de ese momento, iniciamos el ciclo de nuevo, esperando a que llegue el siguiente puente, el próximo fin de semana, la hora de llegar a casa… y pensaba en estos días (no sin cierto vértigo, debo decir) en la cantidad de momentos preciosos que se nos escapan en esas interminables esperas nuestras. 

Esperamos momentos, cosas, personas, oportunidades, “golpes de suerte” -si es que eso existe-, que pasen rápido aquellas cosas que no nos agradan… y mientras tanto permanecemos tan embelesados en lo que buscamos, allí en el horizonte, demasiado lejos todavía del alcance de nuestra mano, que no saboreamos lo que tenemos aquí y ahora. Esos y no otros son los regalos reales en nuestro día a día, minuto a minuto, aunque no se parezcan exactamente a lo que esperamos. A veces, de hecho, no se parecen en nada, y por eso los despreciamos rápidamente.

Visualizo este movimiento que acabo de describir como el que uno hace intentando esquivar algo que le molesta para intentar ver lo que realmente quiere ver, que está más alejado. Ni siquiera fijamos nuestra vista un momento en lo que apartamos. Solo lo movemos a un lado, manteniendo la mirada en aquello que querríamos alcanzar y que sigue lejos. Pero lo precioso está aquí, con nosotros, y cada vez que lo ponemos a un lado, nos lo perdemos. Así de simple y así de trágico. De manera que en el fondo estamos sumidos en una profunda insatisfacción, porque lo que llega muchas veces no es ni lo que queremos, ni en el tiempo que deseamos. Y lo que tenemos delante, que podría aportarnos cosas, perspectiva, elementos con los que trabajar, pierde su valor y su papel por nuestra propia necedad. Porque a veces preferimos no tener nada, antes que lo que nos ha sido dado aquí y ahora, al ser diferente a nuestros deseos.

Vivimos la vida esperando. Vivimos la vida perdiendo momentos. Una felicidad que parece retrasarse y unas condiciones que parecen no darse nunca parecen dejarnos en un standby indefinido que no nos ayuda a crecer, sino que nos deja en una especie de fuera de juego permanente. Y hemos olvidado el arte de invertir en cada momento que tenemos para sacar de ello el máximo provecho. ¿Es malo esperar algo mejor, o desearlo? No solo no es malo –siempre que no nos esclavice, ni se convierta en nuestro dueño- sino que podemos buscarlo, pedirlo, preparar el camino para que pueda darse… pero no vendiendo nuestra vida por el camino a la espera de que llegue lo que no sabemos si algún día vendrá.

Sin embargo, hoy, desde esta reflexión, quiero obligarme a ser agradecida, a pararme por un momento y considerar con alegría que, en este día de vida, en el que tengo lo que tengo y lo que espero sigue sin estar, puedo dar gracias a Dios con la convicción de que hay cosas aquí y ahora que merecen la pena. Incluso en medio del dolor puedo valorar más y mejor la salud, las personas que están cerca, los momentos de cierto alivio, el descanso temporal y momentáneo que a veces se da entre batalla y batalla. 

Puedo disfrutar de escribir este artículo y saborear sus líneas, cada palabra, el deseo de que sea útil… sin esperar a terminarlo rápido para abordar algo más que puede parecerme más placentero, divertido o deseable.

Quiero aprovechar cada conversación con las personas que he encontrado en mi camino hoy, aunque no sean en las mejores condiciones, o en nuestro mejor momento. 

Quiero hacer uso de las opciones que este minuto me ofrece, que son muchas, y darlas por buenas, porque son las que tengo.

Porque en la búsqueda de lo perfecto se nos escapa lo mejor.

En la espera de lo mejor, se nos va entre los dedos lo bueno.

Y aguardando lo bueno, perdemos lo que realmente tenemos y nos ha sido dado, que es con lo que podemos y debemos vivir.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El espejo - Vivir esperando