Encuentros de los grupos (4)

Solo Jesús es capaz de tomar nuestra carga pesada y cambiarla por la leve dulzura de su perdón y de su presencia en nuestra vida, haciéndonos nuevas criaturas.

27 DE JULIO DE 2019 · 21:55

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Avanzamos a la tercera «E» de los encuentros, que es la Edificación. Para evitar que este artículo se extienda mucho, hemos dividido en dos partes esta información.

Después de que nos movemos unos hacia los otros (encuentro) y en dirección a Dios (exaltación), llega el momento de que dejemos que Dios se mueva hacia nosotros a través de la ministración de su Espíritu Santo.

El mayor propósito en este momento de Edificación es admitir que Dios siempre tiene una respuesta para nosotros a través de su Palabra escrita. En este momento, el objetivo deben ser las necesidades de las personas presentes. Es el tiempo en el que Dios debe ministrar a través de su Palabra usando a sus siervos como instrumentos suyos en la reunión.

El líder debe conducir este momento de forma que surja la posibilidad de que cada persona comparta sobre sus necesidades y sus dificultades. Todos deben estar atentos y preparados para usar sus dones en las vidas de los otros. Este momento encamina hacia una oración intercesora, cuando el grupo clama a Dios en favor de alguien. A través de la afectividad y del intercambio de experiencias habrá cambios en los valores de la vida de los participantes, independientemente de si es un visitante, miembro o líder del grupo.

Este momento debe ser iniciado por el responsable, que hará una breve (nótese: breve) exposición de los puntos principales de la predicación del domingo. Normalmente, el guión o bosquejo de esa predicación debe ser enviado a los líderes de los grupos con la antelación suficiente para que puedan estudiarlo y prepararse bien para este momento. Recordemos que no es necesario predicar de nuevo todo el mensaje. El grupo de hogar no es el lugar para un estudio bíblico, sino para la participación de todos a través de conversaciones sobre principios de la Palabra de Dios, bajo la orientación e intermediación del líder/responsable.

Lo que realmente determinará el éxito de la edificación es la propia presencia del Señor Jesús. Él es nuestro edificador, que actúa en nosotros a través de su Espíritu Santo. En este sentido queremos destacar tres puntos básicos:

• La presencia viva de Cristo. ¿Qué es lo que hay de diferente en esta reunión? Muchas reuniones pueden realizarse con una gran variedad de propósitos; pero en el grupo de hogar nos reunimos para tener comunión con Cristo, el cual se hace presente entre nosotros. Esta es la gran diferencia de esta reunión.

• El poder edificador de Cristo. ¿Qué obra poderosa quiere realizar Cristo en mi vida? Cristo quiere edificarnos a cada uno para que vivamos juntos en unidad y en amor, y que así podamos cumplir nuestra misión como iglesia.

• El propósito ministerial de Cristo. ¿Qué es lo que Cristo quiere hacer a través de mí en las vidas de otras personas? Cristo desea usar mi vida como instrumento en sus manos para alcanzar a los heridos y a los perdidos.

Para que esto pueda suceder, el Señor edifica su pueblo a través de dos medios:

• A través de dones. Nos edificamos los unos a los otros.

• A través de la Palabra. Dios nos edifica a nosotros.

La edificación en la vida del cristiano también es un proceso que puede ser descrito de la siguiente forma:

Primero es necesario que se produzca la identificación: Es la definición clara de aquello que causa dolor, rabia, alguna herida, conflicto, etc. Pueden ser pecados no confesados, amarguras, apatía espiritual, experiencias traumáticas del pasado, falta de esperanza en el futuro…; en fin, una serie de posibilidades que generan sufrimiento en la vida de la persona.

En segundo lugar es necesario que se produzca la confesión: Cuando esté claro en la mente de la persona lo que le causa el sufrimiento, es necesario confesárselo a Dios y entregarle esta causa.

Tercero, es necesario que se produzca la aplicación, que es el cambio efectivo de la situación identificada y confesada. Si es un pecado, debe existir el arrepentimiento y el abandono del mismo. Si es falta de perdón al prójimo, ese perdón debe ser liberado, etcétera.

Cuarto, es necesario que se produzca la acción, que es nuestra actitud de ponernos a disposición del servicio de Cristo como instrumentos transformados, y ahora agentes transformadores en medio del cuerpo de Cristo y de la sociedad.

Si una persona no consigue identificar claramente, confesar y aplicar en su vida este proceso, será difícil que consiga librarse de sus angustias y sufrimientos. Solo en el Señor Jesús podemos encontrar la cura de nuestros males y el perdón absoluto para nuestras culpas. Él es capaz de tomar nuestra carga pesada y cambiarla por la leve dulzura de su perdón y de su presencia en nuestra vida, haciéndonos nuevas criaturas.

En un grupo de hogar es común encontrar tres tipos de posturas que las personas asumen delante de los demás y que interfieren directamente en su edificación:

La primera es una postura negativa. Se da cuando una persona acude a la reunión con la expectativa de que todos sus dolores, heridas, necesidades y problemas serán resueltos por el grupo. En realidad, esta persona no ha entendido todavía que es a Cristo a quien debemos llevar nuestros problemas. Las personas del grupo serán los instrumentos que Dios podrá usar en su vida, pero no son la fuente de soluciones que puede estar buscando.

La segunda es una postura neutral. La persona muestra una neutralidad espiritual acudiendo a la reunión a la espera de que Dios, o alguien, haga algo por ella y promueva así la edificación. La verdad es que esta persona no se ve como un instrumento por medio del cual Cristo puede promover la edificación del grupo. Su expectativa y la responsabilidad del grupo siempre recae sobre hombros ajenos.

La tercera es una postura positiva. En este caso, la persona acude a la reunión preparada y dispuesta para ser usada como instrumento en las manos de Dios para la edificación del grupo. Su propósito al pertenecer al grupo es el de formar parte del proceso edificador de Dios en la vida de las personas y en la suya propia. No solo espera recibir, sino también está preparada para dar. Quiere ser bendecida, pero también quiere ser una bendición para los otros.

Como siempre, queremos recordar que lo que presentamos es un modelo de grupos de hogar. No es el único, y quizá tampoco sea el idóneo para todas las iglesias en cualquier situación. Sin embargo, es un modelo aplicado por muchas comunidades en todo el mundo con unos resultados excelentes.

 

Estas informaciones así como materiales de apoyo y otras herramientas, están disponibles en www.diakonos.es. Para más información, pueden entrar en contacto con [email protected].)

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