Dadles vosotros de comer

Seguimos buscando la seguridad que nos da el dinero mientras despreciamos los eternos e inesperados recursos del Creador.

22 DE JULIO DE 2019 · 11:24

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Cuando ya se hizo tarde, se le acercaron sus discípulos y le dijeron:

—Éste es un lugar apartado y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vayan a los campos y pueblos cercanos y se compren algo de comer.

—Dadles vosotros mismos de comer —contestó Jesús.

—¡Eso costaría casi un año de trabajo! —objetaron—. ¿Quieres que vayamos y gastemos todo ese dinero en pan para darles de comer?

Marcos 6:35-37

El reino de los cielos no es comida ni bebida, pero en el reino de los cielos se come y se bebe. Clamamos diariamente que el reino de los cielos venga a nosotros, pero en realidad ni lo creemos ni se le espera. Seguimos igual de alelados que los discípulos que mantuvieron esta extrañísima conversación con Jesús. En el fondo, nuestra inmadurez espiritual (la que nosotros mismos alimentamos por comodidad) nos mantiene en este estado de absurda inoperancia: creemos en ese reino de los cielos que se nos ha predicado, pero no creemos que tenga nada que ver con nosotros. No creemos que pueda interactuar con la materia de nuestra realidad. El pan es pan, el dinero es dinero, y de donde no hay no se puede sacar.

O sí.

La enseñanza de la multiplicación de los panes y los peces no es tanto que aprendamos a practicar milagros asombrosos como que aprendamos que nuestra nueva condición en Cristo es un espacio en el que los milagros son innecesarios: que la realidad es diferente, está hecha de otras probabilidades, de otros recursos que provienen directamente de las fuentes del Padre. Lo llamamos milagro, pero es nuestra nueva condición. No es que vaya a suceder todos los días. No es que todo vaya a ser espectacular: más bien, el reino de los cielos es esa pátina brillante de lo que perdimos en el Edén que se nos cuela en lo cotidiano y que, si le dejáramos, nos haría ver las mismas cosas de otra manera completamente diferente. El reino de los cielos es vida, es luz, es esperanza, es paz. ¿Qué puede haber más cotidiano, más humano, más visceral que el hambre, el pan y la hora que se te ha echado encima? Pero aquí está el reino de los cielos en manos de Jesús para hacernos ver la verdad.

Era el mismo pan, el mismo pescado, las mismas cinco mil personas (o más). Esa realidad es tangible. Ante un problema, los discípulos pensaron en la misma solución que habríamos pensado nosotros: qué recursos tenemos aquí y ahora para solucionarlo. Ellos tenían razón en que no podían pagar el alimento de todos los presentes, ¿era eso lo que Jesús les estaba pidiendo? No creo que haya sarcasmo en su pregunta, sino verdadera curiosidad. Jesús siempre les pedía que hicieran cosas extrañas, ¿esta era una de esas? No: Jesús quería ir más allá. “Dadles vosotros de comer”, pero con los recursos que Jesús provee. “Dadles vosotros de comer”, pero no según vuestras fuerzas, ni vuestros medios. Es un resumen maravilloso de la gran comisión.

Creemos en el reino de los cielos, en abstracto, hasta que se nos toca el dinero, igual que los discípulos. Su historia quedó registrada para que nos veamos a nosotros mismos en ella en ese mismo peregrinaje espiritual, en ese crecimiento con el Maestro. Los discípulos tenían que aprender que el dinero, la comida y la bebida también están dentro del reino de los cielos. Sin embargo, nuestra desconexión del Edén desde la caída nos ha dejado otro mensaje diferente escrito en nuestra conciencia social. Los antiguos hebreos pecaron una y otra vez porque buscaron dioses que les proveyeran una seguridad económica (cosechas abundantes, rebaños fértiles) mientras nominalmente seguían adscritos al nombre de Dios; hoy seguimos buscando la seguridad que nos da el dinero mientras despreciamos los eternos e inesperados recursos del Creador que es nuestro Padre amoroso. Y Jesús nos vuelve a llevar una y otra vez a ese mismo momento donde arreciaba el hambre y la incapacidad para decirnos que el reino de los cielos ha venido a nosotros, y trae comida, y bebida, y seguridad económica; aunque no sea tal y como nosotros esperamos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Amor y contexto - Dadles vosotros de comer