Carta a Juan Pablo II

Texto publicado por primera vez en la revista Alternativa 2000, en diciembre de 1991.

05 DE JUNIO DE 2019 · 07:00

Juan Pablo II durante su visita a brasil en 1997. / Wikimedia Commons,
Juan Pablo II durante su visita a brasil en 1997. / Wikimedia Commons

Señor Wojtyla:

Los obispos de su Iglesia en España han acusado más de una vez a los periodistas que no comulgamos con Roma de escribir sobre sus discursos, encíclicas, etc. sin haberlos leído. Ese no es mi caso. En mí tiene usted a un fiel lector. Yo leo todo lo que usted publica y casi todo lo que en torno a usted se escribe. El discurso que usted pronunció el lunes 23 de septiembre en el Vaticano ante los obispos de las provincias eclesiásticas de Valladolid y Valencia lo he leído desde la primera a la última palabra. De ese “amadísimos” hasta “bendición”. Es en el último párrafo del punto cuarto de su escrito y en el segundo del punto quinto donde usted arremete contra el neopaganismo en la sociedad española. Supongo que ya tendrá ahí, en su despacho, un completo informe con toda la documentación relativa a las reacciones que en España han causado sus palabras. Ha tenido usted publicidad gratis durante un par de semanas en periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión, círculos políticos y hasta en el Congreso de los diputados.

Dice usted a los obispos españoles que en nuestro país “se promueve el permisivismo sexual, el divorcio, el aborto y la manipulación genética…”. Por lo que vengo leyendo de usted desde que es Papa deduzco que tiene una fijación mental por el tema sexual. Y aprovecho para decirle desde aquí que el sexo es lo menos pagano que existe. Diría más: el sexo es absolutamente religioso. Una teología bíblica del sexo, desarrollada por mentes libres de prejuicios medievales, acabaría con muchos tabúes. 

Pero ya le digo que he leído el discurso entero. Usted no limita su análisis al sexo. Para usted, la paganización de España se evidencia en el “preocupante fenómeno de la descristianización”; en “la constatación de un ambiente en el que el bienestar económico y el consumismo… inspiran y sostienen una existencia vivida como si no hubiera Dios”; en “la exaltación de la posesión y el consumo de los bienes materiales (que) lleva a una concepción puramente economista del desarrollo”.

A esta situación la califica usted de “neopaganismo,” palabrita que ha levantado ampollas en amplios sectores de la sociedad española. Pero usted lleva razón. Es más: se ha quedado corto en el análisis de la situación y en el uso de adjetivos para denunciarla. España es pagana. ¿Ahora se da usted cuenta? España es pagana desde sus raíces porque las estructuras de la religión que ha imperado en el país a lo largo de veinte siglos son más paganas que cristianas. Si quiere usted comprobar el paganismo de la sociedad española dese una vuelta por Sevilla, Málaga o Valladolid en época de Semana Santa o visite los cementerios españoles cualquier mes de noviembre. Aquí no hay un neopaganismo. Aquí hay un paganismo puro, duro, atroz.

Sí, señor Wojtyla, España es pagana. Es pagana hasta en sus símbolos. Es el único país del mundo, lea usted bien, el único entre todos los países del mundo conocido que ha elevado un monumento al diablo. Si otra vez que venga usted a Madrid le queda tiempo, dese una vuelta por el parque del Retiro y admire la espléndida estatua del ángel caído. Es muy posible que antes de llegar al Retiro se vea usted obligado a rodear la Cibeles. Esta plaza, la más importante de Madrid y una de las primeras plazas de España, está dedicada a una diosa pagana. Como vecino tiene a otro dios pagano, Neptuno. Si el hombre busca manifestar sus creencias y sus actos por medio de símbolos, como decía Carlyle, mal lo lleva el pueblo español. Cuando menos, el pueblo madrileño.

España es pagana, señor Wojtyla, pero ésta es la España suya, de ustedes, la España que la Iglesia católica ha formado (¿a su imagen y semejanza?). Ustedes ahogaron la Reforma en España; no permitieron otras concepciones cristianas más que las dictadas desde Roma y aquí tiene usted el resultado: querían ser únicos en la conciencia religiosa de los españoles y han sido expulsados sin misericordia, sin respeto alguno a lo aprendido. No han comido ustedes ni han dejado comer.

Si España es pagana hay que preguntarse qué clase de evangelización han hecho ustedes en el país. Han dado por evangelizado y por cristianizado al niño de ocho días que los padres han llevado a la pila del bautismo; han confiado ustedes en los padrinos y ni los padrinos ni el niño han respondido a ese tipo de cristianismo impuesto, rutinario, superficial.

¿Se da usted cuenta, señor Wojtyla, que está tirando piedras a su propio tejado cuando afirma que España es pagana? La religiosidad española es producto de la Iglesia católica. Es su producto, señor Papa, bueno o malo. Durante siglos, y muy especialmente desde el triunfo hasta la muerte del general Franco, ustedes han tenido todos los resortes del poder en España. Han manipulado el Estado como han querido; han detentado el control absoluto de la enseñanza; han inspirado las leyes; han mangoneado en todos, absolutamente en todos los departamentos de la Administración pública, desde los ministerios hasta las consejerías.

¿Ha olvidado usted, señor Wojtyla, aquel artículo II de la Ley de principios del Movimiento Nacional, promulgada por el jefe del Estado español el 17 de mayo de 1958? Lea, lea, por favor. Decía así: “La nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación”.

Este párrafo no fue redactado por políticos seculares, sino por políticos religiosos, por cardenales y obispos a las órdenes de usted o de papas anteriores a usted. Desde 1958 a 1991 han transcurrido solamente 33 años. ¿Qué ha pasado para que en tan poco tiempo España deje de considerar como un timbre de honor pertenecer a la Iglesia católica y haya desertado al bando pagano? ¿Ha sido España realmente católica alguna vez? ¿No habrán vivido ustedes en la inopia? Ya ve usted, la “única religión verdadera”, según el texto que sus cardenales impusieron al general Franco, ha parido hijos adulterinos.

Porque éstos que ahora nos gobiernan en España son sus hijos, señor Wojtyla. Rabioso porque usted le llamó pagano, el ministro de Relaciones con las Cortes, Virgilio Zapatero, citando a Hugo Grocio dijo que los gobiernos democráticos deben actuar “como si Dios no existiera”. Usted estará enterado del guirigay que se armó. Los medios católicos la emprendieron contra el señor ministro acusándole de ofender el sentimiento de los católicos, atentar contra la Constitución, menoscabar el principio de libertad religiosa y de mil cosas más. Le llamaron de todo, hasta ateo. Y no fue para tanto. Yo creo que el señor Zapatero no quiso decir lo que algunos obispos interpretaron. Al hombre le descolgaron esa frase de su discurso político y lo ametrallaron.

Pero dando por supuesto que el señor ministro sea pagano y ateo, ¿a quién hay que culpar? Este y los demás ministros, el presidente del Gobierno y todos los hombres y mujeres con cargos de responsabilidad en la Administración política de España son sus hijos, señor Wojtyla, son hijos de la Iglesia católica que usted preside. Entérese de la biografía personal de los políticos con algún relieve en España; comprobará que todos ellos, hasta los de la extrema izquierda, han sido educados por ustedes. Han salido de institutos privados regentados por su Iglesia y de universidades con profesorado católico. Si ahora se han vuelto paganos o si han sido paganos siempre, no los condene usted, señor Papa; no reniegue de ellos. Son sus hijos. A usted le gustaría que fueran sumisos y buenos para que se hiciera realidad aquello de Benavente: “De un buen hijo nadie puede creer que ha tenido una mala madre”. Pero le han salido torcidos. Saque usted las consecuencias.

Mis saludos, señor Wojtyla.

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