Uno de junio

Hay instantes de gloria así, cuando el anhelo está abierto del todo al infinito como la rosa que va a deshojarse.

31 DE MAYO DE 2019 · 08:00

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A continuación comparto un hermoso texto que leí hace ya bastantes años y extraje de la prestigiosa revista Litoral. Creo que merece nuestra atención pues en él, el autor reconoce la obra de Dios, la belleza de la Creación en todo su esplendor y lo titula Uno de Junio. Está escrito por Dionisio Ridruejo, Dentro del tiempo, Memorias de una tregua. Litoral.

Verdaderamente la creación —tendría que torcer mi espontaneidad, mi naturaleza, para llamar naturaleza a la creación — tiene instantes de gloria. ¿O no son instantes de ella que palpita y reluce siempre, sino instantes de nuestros ojos, generalmente ciegos? Esa gloria de la creación me toma cuando, subiendo a la montaña, vuelvo a vivir el tránsito raudo de la primavera al estío. Una primavera ya madura, un estío aún tierno, sin razón, sin el patente temor de su mortalidad. He visto aparecer esa gloria en lo alto del Montseny, cuando el viento se llevaba — blancas, redondas—  las últimas nubes. Allí en los prados, con hierba alta y las advierte al tomarlas, al individualizarlas ya cerca de la pupila. En los prados, de los que se alzan como innumerables e invisibles puntas de diamantinas agujas, los cantos de los grillos. Allá arriba, con millares de pájaros que enseñan a volar a sus crías, bajan a los valles del trigo y el centeno y regresan a las encinas copudas, a los pinos y a los cipreses, a los castaños, olmos y robles, haciéndose ensordecedores. Con las abejas —virgilianas, pero de ahora mismo — que zumban con aquel orden que parece tan vagabundo y con aquella diligencia que parece tan ociosa y tan lúcida. Todo, hasta la simple y majestuosa proporción de las masas de las montañas, se exalta, tan lleno de vida, tan fervorosamente actual que parece colmar en su acto todo el anhelo del ser.

Hay instantes de gloria así, por abundancia, como los hay también por desnudez, cuando el anhelo está abierto del todo al infinito como la rosa que va a deshojarse. Y hay instantes así en cualquier estación y en cualquier sitio y en cualquier día. Haciendo consistir aquello en un don milagroso.

Pero aún aquí y ahora, se añade algo — porque se limita algo — a la realidad de aquella gloria. Al esplendor original y gratuito se junta otro esplendor puesto y logrado por el esfuerzo. El hombre es ahora un poco más divino porque puede ponerse a contemplar lo hecho, su obra sutilmente entreverada con la obra de Dios. Es ya el momento en que se manifiestan — aún no se recogen, aún queda un punto de zozobra — los frutos de la tierra cultivada.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Uno de junio