Tercera y última parte de la respuesta al “Jesús marica” y su profeta

La Iglesia Cristiana va a sobrevivir también esta grotesca y repugnante caricatura del evangelio.

15 DE MAYO DE 2019 · 10:55

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Con esta tercera entrega ya voy a dejar el libro de Osma. Queda por comentar la segunda parte del libro.

 

INTERPRETACIÓN HOMOSEXUAL DE PERSONAJES DE LA BIBLIA

En su interpretación de la Biblia no hay quien se salve. La lucha de Jacob con el ángel  (por cierto llamado “demonio” en su libro) se convierte, por supuesto, en paradigma de una persona que acepta su homosexualidad (773).

También se nos instruye que Noemí y Rut (811) tenían una relación lesbiana. A esas alturas ya nada nos extraña. Osma es incapaz de entender el concepto cristiano de amor. Me recuerda a algunas sectas gnósticas que tenían exactamente la misma actitud. Sin embargo luego, al conocer a Booz, Rut parece cambiar de repente de orientación sexual. A estas alturas uno ya no se sorprende.

Esaú se convierte en “oso pelirrojo” (1029) y de esa manera tampoco se salva a la hora de ser convertido en homosexual. Ese personaje bíblico forma parte “de experiencias de hombres y mujeres que por una u otra razón se salían de lo convencional” (1032).

La parábola del hijo pródigo hay que leerla desde una “experiencia gay” (1359). Osma se hace preguntas tan transcendentes como si una amiga se ofreció al padre para darle los hijos que siempre había soñado tener (1384).  Podría haberse preguntado también si vivía de alquiler o era suya la granja o si los cerdos del hijo eran ibéricos o no.

Y por supuesto no puede faltar la relación entre David y Jonatán que es todo un clásico: “A nadie se le escapa que este valiente adolescente descubriría poco tiempo después los placeres de amar y ser amado por otro hombre” (1649). Por supuesto que es imposible para Osma imaginarse una relación de amistad profunda entre dos hombres sin pensar en relaciones homosexuales. De ahí, a construir una teología de sus propias fantasías eróticas y proyectarlas en la teología, va solo un paso.

Osma sabe que el hombre que lleva el cántaro del agua en Marcos 14:13-15 tiene que ser homosexual. Por eso Mateo lo elimina y solo habla del dueño de la casa. Realmente uno nunca deja de asombrarse, cuando alguien que pretende explicarnos la Biblia, se salta a la torera todas las normas de una exégesis lógica, coherente e informada.

Y finalmente encuentra en Job la figura que con más claridad escucha la Palabra de Dios de los homosexuales (2401).

Pablo, que en otro momento es paradigma de un hombre represivo, de repente se descubre como intersexual (2514 y 2522). El versículo que lo prueba es Gálatas 3:28: “No hay macho ni hembra porque todos sois uno en Cristo Jesús”. Incluso especula que Pablo podría haber nacido con vulva lo cual daría a este versículo un nuevo sentido (2550).

María Magdalena no puede faltar en esta colección y se convierte en persona andrógina (2565). Osma sabe: “No hay ni una sola palabra en el evangelio que nos impida creer que María era lesbiana, es decir: que se sentía atraída por personas de su mismo sexo.”

Por supuesto, ni María, la madre de Jesucristo, se salva de Osma. “Por tanto, afirmar que María y Jesús necesariamente eran heterosexuales, es dejarse llevar por una ideología heteronormativa que pretende borrar de la historia a mujeres y hombres que amaron y gozaron con personas de su mismo sexo” (2569).

Llegando a esas alturas, se le pone a uno muy difícil tomar en serio al autor de este libro.

 

MAL GUSTO

El capítulo que ha dado nombre al libro (1003) es -en cuanto a su mal gusto y como se expresa el autor- difícilmente superable(1507). Es evidente: lo que Osma quiere es provocar. Para mi gusto es un medio retórico un tanto infantil. Es lo que hace un niño que ha cogido una rabieta porque sus padres no le han dado lo que quería, para llamar la atención. El lenguaje de alguien que habla desde el odio y el rencor, para luego hacerse la víctima.

En el capítulo “De teologías y lugares santísimos” (2423) Osma deja simplemente lo que se llama buena educación y respeto para caer en vulgarismos de la peor especie. Le ahorro al lector los ejemplos correspondientes.

 

DAVID Y GOLIAT

Según Osma, la historia de David y Goliat no tuvo su origen en un campo de batalla donde el más débil venció al más fuerte, sino en un palacio donde el más fuerte estaba decidido a someter a los débiles (1633) Y de esa manera cambia la historia de David y Goliat en una obra de propaganda de la casa real de Israel para demostrar que Dios estaba con el poder. Indudablemente, Osma tiene que tener información privilegiada para saber esas cosas, posiblemente de algún teólogo que se ha sacado estas sandeces de la manga. 

Aprendemos además que el Templo de Jerusalén era el centro religioso levantado por el poder de la monarquía como forma de control social (1638). Y la aplicación es evidente: “Como gais y lesbianas sabemos que la heteronormatividad adora a un dios de los ejércitos dispuesto a acabar con nosotros” (1642). Es el nuevo círculo de iluminados que sabe que “ese es el dios cristiano del siglo XXI que entroniza la heterosexualidad obligatoria en sus templos y que obliga a los creyentes a adorarle” (1645). Lo que habla de palabras así -aparte de un entendimiento teológico inexistente- es de mucho odio y desprecio. Escribe un hombre acomplejado que es incapaz de ver su vida de forma apacible. Un victimismo sin límites.

 

EL PACIFISMO HACIA EL ENEMIGO

Es curioso que un hombre que ve arder a todos los integrantes del colectivo LTGBIQ en hogueras encendidas por heteros cristianos escribe: “Tenemos en nuestras manos la capacidad de hacer saltar por los aires los sesos fundamentalistas de tantos adoradores del dios patriarcal” (1653). Cuánto odio habla aquí. Se nota en la manera como él y su secta llevan a cabo sus cruzadas, cual policías de la sharia de sus creencias buscando el más mínimo índice de “homofobia”. Osma sigue: “No se trata de ojo por ojo y diente por diente, sino de arrancar la cabeza al fundamentalismo homófobo que tanto odio y sufrimiento han producido a millones de personas” (1656). Obviamente la violencia -aunque sea simplemente verbal- de los fariseos moralistas LGTBIQ es justificable a todas luces según Osma.

Menos mal que acaba en un tono conciliador: “No se trata tanto de dar muerte al homófobo, sino darle vida” (1660). Qué alivio. Estoy conmovido ante tanta comprensión y amabilidad.

En el capítulo “Acerca tu mano y métela en mi costado” (1683) leemos: “He sido testigo muchas veces de cómo el dolor, el pesimismo y el sufrimiento son vividos de manera enfermiza, y de cómo algunas personas intentan ganarse el favor de los demás convirtiéndose constantemente en víctimas” (1685). Solo puedo decir: esta ha sido mi impresión con cada página leída en el libro. 

Aunque hacia el final el libro se vuelve muy repetitivo y tedioso (lo lógico de alguien que sabe escribir solo sobre un tema) llegamos a uno capítulo clave que lleva el título: “¿Se puede ser maricón y cristiano?” (1821). Y Osma escribe: “La manera de entender a Jesús, el evangelio, la Iglesia o al ser humano, en una iglesia del siglo III en el norte de África, no tiene nada que ver con cómo entiende todo eso una iglesia del siglo XXI en Estados Unidos (por poner un ejemplo)” (1823). Es muy cierto. Personalmente me quedo con la iglesia del norte de África en los tiempos de Tertuliano. Para agudizar su argumento añade: “De la misma manera que quien hoy es rechazada, puede ser mañana mismo un ejemplo de buena cristiana (espero que no a costa de rechazar otras diversidades)” (1825). Pues este es precisamente el problema. Porque la ética cristiana que emana de la persona de Jesucristo -y no de un ídolo como Osma lo presenta- no cambia con las modas.

 

CANTAR DE LOS CANTARES

Es curioso que el único libro de la Biblia que Osma entiende de una forma literal es precisamente el Cantar de los Cantares. Y en esto no le llevaré la contraria. Lo que para mí es simplemente un acto de coherencia, en el caso de Osma se deja de poner de manifiesto su teología llena de incongruencias y fallos lógicos. 

Empezamos con esta frase: “Por eso el Cantar es nuestro, porque habla de nuestra experiencia” (1862). A estas alturas no le sorprende a nadie que este libro por supuesto habla de un amor prohibido en otras partes del AT. Osma arremete ahora con toda la artillería pesada que tiene a su disposición: “Si los defensores del conservadurismo heteropatriarcal más recalcitrante imponen lecturas literales y homófobas de la Biblia, en el Cantar de los Cantares se rinden a los encantos de la alegoría” (1865). Entonces será que yo no caigo en esa categoría. Pero según su libro me confieso heteropatriarcal -el más recalcitrante- y no me rindo a los encantos de la alegoría. No todo el mundo es como usted y se construye su realidad, señor Osma. Pero desde luego no me consta que este libro en un solo párrafo, versículo o palabra, hable de una relación homosexual. De dónde saca la idea de que la sulamita es distinta de otras mujeres en la Biblia será secreto de Osma. Obviamente tiene que tener revelaciones privadas o información privilegiada -al estilo de otros sectarios a lo largo de la historia.

A Osma le parece “evidente” que también hace miles de años los hombres “que se enamoraban de otros hombres podían escribir versos” como “Ven, amor mío, corramos al campo a pasar la noche bajo los mirtos” (1895). Obviamente es una afirmación sin prueba. Osma arremete en contra de la alegorización -con derecho- para luego inventarse su propia película.

 

SOLA SCRIPTURA

La aportación personal de Carlos Osma en cuanto al “Sola Sciptura” de los reformadores es la siguiente reflexión: que al “monje agustino se le pudiera ocurrir una tesis 96 en la que se aclarase que tampoco las personas LGTBIQ tenían que pagar el precio del celibato o la heterosexualidad fingida, que la heterosexualidad no era la última indulgencia para lograr la salvación” (2219). Claro, Lutero debe de haberse olvidado. Estaba un poco despistado al no tener en cuenta los homosexuales de su tiempo. Aún así, Osma le concede sorprendentemente a Lutero que era un “creyente sincero” (2222). Martín Lutero se alegrará, pues da la casualidad que este hombre no estaba tan a favor de la homosexualidad. Para él era un pecado "quae contra naturam est” (Lutero, WA 43, 57). Creo que se entiende perfectamente en su versión original en latín. Ya me gustaría tener una exposición pormenorizada de Romanos 1, pero esto no nos lo ofrece el libro. Para Osma “es normal que la mayoría de personas LGTBIQ no vean por ningún sitio la liberación que Lutero descubrió en la Biblia, más bien todo lo contrario” (2244). Es una observación correcta. En esto finalmente estamos de acuerdo. Porque la Biblia no aprueba la forma de vivir de la sexualidad como ellos la entienden. Mirémoslo como lo miremos.

Finalmente llega a la conclusión de que “la Sola Scriptura que promovió la Reforma es para las personas LGTBIQ hoy, lo que el Magisterio de la iglesia era para Lutero a principios del siglo XVI” (2248). Hay que despreciar todas las normas básicas de la lógica como para hacer esta comparación. No sé si Osma no quiere ver la contradicción de sus propias palabras o si sencillamente le da igual. De todos modos, mi consejo sería: señor Osma, ¿por qué no escribe su propia biblia? Claro, los que tomamos la Biblia en serio somos gente que convertimos “la Scriptura en una especie de Constitución o libro de leyes”  (2260). Y sigue el veredicto de Osma: “Quienes hacen eso, que tristemente son mayoría en el movimiento evangélico, no forman parte de la Reforma Protestante que inició Lutero”  (2260). 

Por supuesto. En la visión sectaria de la teología LGTBIQ de Osma, Martín Lutero se hubiera puesto al frente de las manifestaciones en el Christopher Street Day. Y los que creemos en la Biblia ni somos protestantes ni formamos parte de la Reforma Protestante, iniciado por un hombre que consideraba la homosexualidad como pecado. Una visión más subjetivista y sectaria es imposible.

Casi llegando al final del libro, en el capítulo “¿Cómo dejar de ser fundamentalista?” (2676) uno lee con sorpresa –si a estas alturas aún algo le sorprende al lector- que este capítulo es dedicado precisamente a los fundamentalistas LGTBIQ y no a los heteropatriarcales entre los evangélicos. Osma, por supuesto, no es fundamentalista LGTBIQ. Es un LGTBIQ de nivel más alto. El consejo que da a su propio colectivo es: “Ahora bien, ni se te ocurra renunciar a la Biblia dejándoles a los bibliolátricosfundamentalistas el botín…” (2696). Eso es como si un vegetariano se dirigiese a los suyos para recomendarles: no dejes los libros de cocina barbacoa a los carnívoros porque hay que entender que cuando esos libros hablan de “carne”, en realidad se trata de lechugas. Pero llegando ya a la traca final, Osma sigue: “Si quieres dejar de ser una triste cristianalgtbiqfundamentalista, deberás dejar de intentar hacer cambiar y traer al buen camino a quien no es o piensa como tú” (2723). Y “por supuesto, los que no comparten su visión: “¡que ardan en el infierno!” (3039). Y como no cree en el infierno, señor Osma ¿dónde arderemos?

Por supuesto, ni los crímenes nazis son suficientemente viles, para que Osma no los instrumentalice para su propio colectivo en su complejo victimista: “La ortodoxia evangelical [sic] es como una cámara de gas…” (3051). 

Osma obviamente en esto tampoco sabe de qué habla. Tal vez un judío que ha perdido una buena parte de sus antepasados en Auschwitz se lo podría explicar. 

Termino aquí. Y llego a la simple conclusión: Osma ha puesto el listón muy alto para aquellos que le quieren superar en cuanto a contenido teológico peregrino y sectario. Al lado de Osma los hétero-ortodoxos desde Marción hasta los Testigos de Jehová son simplemente unos aficionados. Pero la Iglesia Cristiana va a sobrevivir también esta grotesca y repugnante caricatura del evangelio. Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Tampoco esta.

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