Eutanasia, muerte digna y vida digna

No es preciso una legislación demasiado detallada que regule la eutanasia, y sí una formación adecuada de profesionales sanitarios y de Unidades específicas en la atención al paciente terminal.

12 DE ABRIL DE 2019 · 09:00

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El reciente caso de la muerte de María José Carrasco con ayuda de su marido Ángel Hernández ha generado un debate público y encendido en torno a la legalización de la eutanasia.

María José padecía una esclerosis múltiple con una evolución que la invalidaba, siendo totalmente dependiente, y su marido Ángel era su único cuidador. Con el agravante de que padecía un hernia discal y otra abdominal; seguramente producidas en parte, y seguro agravadas, por los esfuerzos del cuidado de su esposa. Los especialistas decidieron operarle, incluso estuvo en lista de espera. Pero tuvo que posponer su cirugía porque María José quedaría sola y abandonada. Como exponen los medios, ella decía: “No tengo miedo a morir yo, tengo miedo a que te pase algo a ti”. Desgarrador.

Según la medicina ha prolongado el curso de las enfermedades y la edad media de vida, han emergido situaciones en las que surge un conflicto ético en la práctica de la medicina en diversas situaciones, una de ellas con el final de la vida.

Escribo estas líneas como Médico Internista con ejercicio en un gran hospital público de Madrid desde 1977, donde he sido Jefe del Servicio de Urgencias por 17 años y en la actualidad Médico Adjunto del Servicio de Medicina Interna.

Afirmo sin ninguna duda que hoy en día no hay problema alguno en la mayoría de situaciones de enfermedades graves. Lo habitual con acuerdo de todas las partes es siempre luchar por sanar al paciente o al menos atenuar al máximo los efectos o evolución de la enfermedad. Ningún paciente en mis 42 años de ejercicio de la medicina me ha pedido de forma real que acabe con su vida, incluso en las situaciones más complejas y extremas.

 

LOS TRES GRANDES CONFLICTOS ÉTICOS

Ahora bien, queriendo ser breve, conciso y claro, entiendo desde mi experiencia y conocimiento que el conflicto surge o puede surgir fundamentalmente en tres situaciones muy concretas.

 

1- La primera, el sufrimiento crónico severo de un enfermo no terminal. Este aspecto es el más delicado, pero también el menos frecuente, y a menudo se utiliza como ariete para defender la práctica del suicidio asistido, legislando para una mayoría en base a situaciones excepcionales. Creo que normalizar el suicidio asistido es contrario a la ética médica y cristiana. Y además abrir la caja de Pandora a un mundo de consecuencias negativas imprevisibles. Desde mi punto de vista, estas situaciones deben ser analizadas y tratadas como lo que son: un punto y aparte que no debe llegar o llevar a una regulación legal.

En principio, se ha presentado el caso de Ángel y María José como perteneciente a este grupo, algo que no se corresponde con la realidad. Como se supo después, llevaban diez años a la espera de una residencia donde poder ingresar a María José. Algo a lo que tenían todo el derecho por la situación mencionada antes, pero que inexplicablemente no se les concedió. El suicidio asistido fue por abandono social y sanitario, una muerte inducida por la asfixia administrativa que abocó a este matrimonio a una situación sin salida.

Incluso el dolor que según Ángel no se controlaba a su esposa, tiene alternativas que deberían hacerlo en un centro con atención médica, en toda una escalera de opciones terapéuticas.

Es vergonzoso que el debate originado sea eutanasia sí o eutanasia no, en vez de poner el foco en la pésima asistencia social y sanitaria del sistema. Es más fácil inducir al suicidio legal asistido (barato y que ahorra costes) que apoyar a las personas y familias que sufren con sus dependientes (más costoso, pero sin duda infinitamente más humanitario, sin comparaciones). El problema no es la muerte digna, sino la vida digna.

 

2- La segunda es el sufrimiento en una persona que sufre una enfermedad en situación terminal. Aquí no debería haber duda siempre que se parta de unas bases claras. 

A.- Definir qué es un paciente en situación terminal (hay un consenso general, pero es necesario que sea preciso para no convertirlo en una “puerta falsa” al suicidio asistido) 

B.- Siempre quitar o aliviar de forma clara los síntomas severos sin pretender acortar la vida. Esto supone una adecuada formación, disponer de una Unidad del Dolor, de Cuidados paliativos, etc. En este aspecto creo que la ayuda psicológica y espiritual es de un valor a menudo infravalorado y que debería contemplarse como parte del proceso.

C.- Si sucede que para aliviar los síntomas es preciso pautar medicamentos y/o dosis de los mismos que tienen el riesgo de acortar la vida del paciente. En estos casos el beneficio humanitario del alivio es siempre superior al efecto secundario de acelerar o producir la muerte. Pero el médico debe actuar de forma transparente y evidente en que la meta real que se busca no es acortar la vida, sino evitar o reducir adecuadamente el sufrimiento. Quizás esto parezca complejo, pero es relativamente sencillo para un médico experimentado.

Un caso frecuente y fácil de entender es el paciente oncológico terminal que sufre dolores o asfixia intensos. Al aumentar la analgesia se llega a la sedación, y en ocasiones la dosis necesaria puede tener el riesgo de deprimir el centro respiratorio y producir la muerte.

 

3- La tercera situación es evitar el encarnizamiento terapeútico. Son enfermos que sufren una enfermedad crónica que sería terminal, a no ser que se tomen medidas extraordinarias. Es un terreno gris en el que la única forma de abordarlo es la llamada lex artis: aplicar el mejor criterio médico para el paciente en base a los conocimientos científicos actuales.

Esta situación sí que es muy compleja, y en ocasiones implica en la decisión a tomar a varios especialistas, o consultas a médicos de mayor experiencia en el ejercicio de la medicina. Pongo algunos casos prácticos reales que me vienen a la cabeza, simplificándolos al máximo.

Por ejemplo, un anciano con demencia senil y 80 años con apendicitis ¿debería operarse? Sin duda, ya que la muerte por peritonitis es espantosa.

Sin embargo, el mismo paciente de 80 años con demencia senil que necesita transfusiones periódicas continuas por un trastorno severo crónico de su médula ósea, ¿debe ser sometido a este proceso hasta que surja alguna otra complicación que le produzca la muerte? En principio, es alargar artificialmente una agonía en contra del proceso natural de la vida, y podría y debería considerarse el no hacerlo.

Otro caso, un paciente de 80 años con bronquitis crónica (EPOC) que hacía vida normal y activa para su edad, y que presenta una neumonía, en coma por falta de oxígeno y la infección pulmonar. ¿Debe ser tratado? Sin duda, es reversible. Pero ¿debería ser ingresado en la UCI, intubado y sometido a respiración asistida (ventilación mecánica)? No, es un tratamiento agresivo que a esa edad y con esa patología tiene un altísimo riesgo de no poder suspenderse quedando atado de por vida, y alargando un proceso que sí entraría en el encarnizamiento terapeútico.

Finalmente, un paciente con un tumor cerebral inoperable al que la aplicación de corticoides permite hacer vida normal unos meses, hasta que cae en coma ¿Se le mantienen los corticoides para prolongar su vida en coma unos días o semanas, o se le suspenden porque es inhumano e inútil mantenerlos, aunque esto le acorte la vida? Se suspenden sin duda alguna.

 

CONCLUSIÓN

Creo que en España a día de hoy no es preciso una legislación demasiado detallada que regule la eutanasia, y sí en cambio una formación adecuada de profesionales sanitarios y de Unidades específicas en la atención al paciente terminal en los centros hospitalarios y áreas de Salud.

Sin duda mejorar y potenciar la ayuda social y sanitaria a personas discapacitadas y dependientes en proporcionalidad a su situación, evitando la desasistencia y abandono.

También favorecer que se establezcan protocolos y grupos de decisión para situaciones límites como las mencionadas (podrían potenciarse los Comités de Bioética hospitalarios, o crear un órgano ad hoc) que ayuden a los profesionales y familiares a tomar la mejor decisión dentro de la lex artis en casos extremos y fuera de lo común.

Sin duda documentos como el testamento vital son positivos, y un apoyo y ayuda a la hora de tomar decisiones (tanto a médicos como a familiares), pero esto no evitará que los tres puntos conflictivos mencionados sigan produciéndose.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Info PD - Eutanasia, muerte digna y vida digna