Carta al presidente Suárez

Texto publicado por primera vez en la revista Restauración, en diciembre de 1980.

10 DE ABRIL DE 2019 · 08:00

Adolfo Suárez durante su discurso de investidura en 1979. / Wikimedia Commons,
Adolfo Suárez durante su discurso de investidura en 1979. / Wikimedia Commons

Quevedo, queriendo aconsejar al rey Felipe IV, le decía que “el entendimiento bien informado guía a la voluntad, si le sigue”. Pues bien; adoptando la instrucción quevedesca queremos informar su entendimiento, supuesto de que sus urgentes responsabilidades le hayan impedido reparar en ello, acerca de dos asuntos que despiertan nuestra inquietud: El desplazamiento del que somos víctimas, como pueblo evangélico, de la Televisión estatal y las lecturas de los presos en las cárceles españolas. Una vez informado, quisiéramos que pusiera usted su voluntad en acción, que no quedara en buenas intenciones. Los chinos anteriores a Mao decían que las almas grandes tienen voluntad, en tanto que las débiles se mantienen de buenos deseos.

El artículo primero en la nueva Ley de Libertad Religiosa, recogiendo el espíritu de la Constitución que nos gobierna, dice en su segundo apartado que “las creencias religiosas no constituirán motivos de desigualdad o discriminación ante la Ley”.

Esta es la filosofía teórica, pero la práctica no concuerda. La Iglesia católica tiene acceso a Televisión con espacios propios y las personalidades y los acontecimientos del mundo católico son noticias permanentes en los programas informativos. Con menos frecuencia y a niveles más modestos, hay personalidades evangélicas españolas que protagonizan hechos noticiables y nunca se habla de ellos en Televisión. Entre nosotros se celebran importantes asambleas nacionales, se asiste a congresos en países europeos, americanos, asiáticos, etc, y los redactores de Televisión jamás recogen ni comentan estos acontecimientos.

Digamos, `presidente, que no es discriminación, que la población española es nominalmente católica en un 80 por ciento y tiene derecho a este tipo de informaciones religiosas, en tanto que nosotros apenas si tenemos categoría de minoría religiosa. En todo caso es una marginación que nos perjudica, a la vez que se ignora ofensivamente nuestra existencia.

Cada domingo, mañana y tarde, más de quinientos templos evangélicos –esto lo saben bien en el ministerio de Justicia- abren sus puertas en España para celebrar cultos en los que se predican la moral, la fe en Dios, el respeto al prójimo, el amor a la patria, la obediencia a las autoridades constituidas; se forman niños, jóvenes y adultos para el servicio a la sociedad.

Presidente: No es cuestión de proporcionalidad. Aquí no cabe aplicar la frialdad de los números; ellos no tienen alma; nosotros, sí. Somos una presencia fáctica en el país, llevamos a cabo una labor nacional e internacionalmente reconocida, formamos un cuerpo y somos una levadura beneficiosa en la sociedad española. ¿Por qué no se nos tiene en cuenta en un medio de comunicación ciudadana como es Televisión?

Acaba de promulgarse un reglamento para Televisión Española; se ha elegido un nuevo equipo de hombres. Ahora, presidente, es el momento de contar con nosotros. Que se nos incluya en la programación general con entrevistas, informaciones sobre nuestras actividades y breves espacios para la exposición de nuestra fe. Por nuestra parte, aunaremos voluntades para responder con dignidad a las oportunidades que se nos ofrezcan.

El otro tema tiene que ver con las lecturas de los presos españoles. Según la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, el libro más leído durante el pasado año por los reclusos españoles fue la novela Papillón, de E. Charriere. Le siguen Nadie es inocente, Sexta galería, Cierto olor a podrido, etc. Como puede usted apreciar, ni un solo libro de tema espiritual. ¿Es que a los reclusos españoles no les interesa el tema Dios o es que no se les inicia en el mismo? Nuestros programas de radio, que cubren prácticamente toda España a través de emisoras comerciales, penetran también en las cárceles. Y por las cartas que recibimos en demanda de Biblias estamos en condiciones de decirle que estos hombres y mujeres no viven despreocupados de la religión. ¿Por qué no se nos permite un ministerio pastoral en ellas? ¿Por qué no se autoriza la distribución gratuita de Biblias a los presos –una Biblia en cada celda- como se hace en otros países? En España contamos con organizaciones evangélicas que de buena gana visitarían las cárceles para regalar Biblias. Sólo esperan la autorización para hacerlo. Y tenga la seguridad que al aumentar las Biblias en las cárceles españolas disminuirá la droga, el alcohol y el vicio.

Queda usted informado. Que intervenga ahora su voluntad. Gracias, presidente.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - Carta al presidente Suárez