Saltando como los ciervos

Muchos creen que la naturaleza se ha creado a sí misma. Sin embargo, desde los días de Job hasta el presente, millones de personas pensamos que eso es imposible.

28 DE MARZO DE 2019 · 20:10

Ejemplar macho de ciervo bactriano descansando a la sombra en el Zoo de Jerusalén. / Antonio Cruz.,
Ejemplar macho de ciervo bactriano descansando a la sombra en el Zoo de Jerusalén. / Antonio Cruz.

Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. (Is. 35:6)

La palabra “ciervo” en hebreo es ayyal, אַיָּל, mientras que el femenino “cierva” es ayyalah, אַיָּלָה. Así aparece en numerosos pasajes bíblicos (Gn. 49:21; 2 S. 22:84; Job 34:1; Sal. 18:33; 29:9; Cant. 2:7; 3:5 y Hab. 3:19).

También figura como ayyéleth, אַיֶּלֶת (Prov 5:19; Jer. 14:5; Sal. 22 título). Se tradujo a la Septuaginta griega como élaphos, ἔλαφος y a la Vulgata latina como cervus.

Actualmente no hay ciervos libres en las tierras de Israel. La subespecie Cervus elaphus bactrianus, que en tiempos bíblicos fue abundante sobre todo al norte del monte Tabor, desapareció posteriormente en dichas regiones debido a la caza humana, a la disminución de los bosques y a la acción de los depredadores.

Hoy existen, no obstante, miles de ejemplares de esta variedad de ciervos en el Turquestán y al norte de Afganistán, pero en Israel los ciervos bactrianos han desaparecido. Actualmente, se están criando en cautividad con el fin de reintroducirlos en las tierras bíblicas.

Según las normas de pureza hebreas, es considerado como un animal limpio y, por tanto, comestible (Dt. 12:15; 1 R. 4:23; Sal. 42:1; Cnt. 8:14). En la corte del rey Salomón, era el animal de caza preferido ya que su carne es muy sabrosa (1 R. 5:3).

En la Biblia, se le alaba también por su ligereza y agilidad (Cnt. 2:9; Is. 35:6); por la firmeza de sus pies (Hab. 3:19); por su afecto (Pr. 5:19) y su costumbre de proteger y esconder bien a las crías (Job 39:1).

Posteriormente, durante los primeros siglos después de Cristo, el cristianismo empleó la imagen del ciervo para relacionarla con los catecúmenos al bautismo que aspiraban a la gracia salvadora.

 

El ciervo bactriano, como todos los ciervos, tiene las cuernas macizas y cuando éstas se le caen dejan ver un muñón óseo del cual crecieron. / Antonio Cruz.

De la misma manera, los dos ciervos mirando la cruz que figuran sobre la fachada de la basílica católica del Getsemaní, en Jerusalén, representan a los creyentes que reciben la salvación gracias a la muerte de Jesucristo.

El ciervo bactriano es una de las 27 subespecies documentadas del ciervo común (Cervus elaphus) que existen en el hemisferio norte. Es un artiodáctilo vegetariano de gran tamaño que puede alcanzar los 250 cm de longitud y un peso en los machos de 200 kg.

Presenta un marcado dimorfismo sexual ya que las hembras son más pequeñas y no tienen cuernas. El pelo que recubre su cuerpo suele ser de color pardo, excepto en el vientre y en los glúteos que son blanquecinos.

Las crías de pocos meses tienen una coloración rojiza, con manchas y rayas blancas para camuflarles de los depredadores. Las patas terminan en dos pezuñas desarrolladas y dos dedos laterales rudimentarios.

Los grandes machos son solitarios pero las hembras con las crías viven en manadas en llanuras, dehesas, zonas pantanosas o en regiones montañosas. Suelen nutrirse de productos vegetales como hojas, hierbas, cortezas, frutas y hongos.

Aunque son animales tímidos y huidizos, los machos adultos se tornan agresivos y luchan entre sí por la posesión de la hembras durante la época de celo.

 

Sobre el vértice superior de la fachada de la basílica católica del huerto de Getsemaní (Jerusalén) aparece una escultura que representa a dos ciervos mirando una cruz. / Antonio Cruz.

Es costumbre habitual de las hembras grávidas alejarse de la manada para parir. En la intimidad de los altos pastizales, nacen sus retoños con un pelaje salpicado de motas claras que les sirve para pasar desapercibidos a los depredadores entre la vegetación (Job 39:1).

A ese mismo lugar apartado, retornarán las madres después de alimentarse para amamantar a sus cervatillos. Éstos no se alejan demasiado del escondite cuando se quedan solos.

Semejante comportamiento salva la vida de muchas crías ya que si estuvieran con el resto de la manada, al ser más débiles y lentas, serían presa fácil para sus enemigos. ¿Cómo saben las ciervas lo que deben hacer con sus retoños para protegerlos? ¿Quién se lo ha enseñado?

En el libro de Job se resalta la sabiduría de Dios en la creación así como en el sostenimiento del mundo y se formulan cuestiones como, ¿es capaz el ser humano de regular o establecer el comportamiento de estos animales? ¿Puede Job explicar la naturaleza de tales cosas sin apelar a un Dios sabio e inteligente?

Actualmente muchos creen que la naturaleza se ha creado a sí misma sin necesidad de un diseñador sobrenatural.

Sin embargo, desde los días de Job hasta el presente, millones de personas pensamos que eso es imposible porque de la nada, nada puede salir, por mucho que se estruje la física o las matemáticas.

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