Animar a escribir (III)

Así como los músicos tienen a su disposición la misma gama de notas, quienes escriben detentan las palabras y la manera en la cual las hilan.

10 DE MARZO DE 2019 · 18:00

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Los escritore(a)s no son islas, todos tienen influencias. Cada oficio cuenta con maestros, es necesario aprender de ellos y después desarrollar un estilo propio. Así como los músicos tienen a su disposición la misma gama de notas, y la combinación de ellas produce una obra nueva, quienes escriben detentan las palabras y la manera en la cual las hilan para redactar frases, párrafos y páginas darán a luz cuentos, novelas, ensayos, artículos de opinión y crónicas.

En esta serie ya me referí a lo que en periodismo se llama balazo. Es la primera línea (máximo dos) que abre lo que redactamos. Tiene que ser contundente, llamativa, que contenga en germen lo que se desarrollará en el escrito. Por esta razón el balazo se nos dificulta, es elusivo, un reto porque si jalamos el gatillo con oportunidad y sapiencia las líneas que le sigan serán explicación (en el caso de artículo de opinión o ensayo) o la narración (en cuento y novela) del mazazo inicial.

En el taller Cómo escribir ensayos teológicos y artículos de opinión, que he compartido en varias ocasiones y lugares, solicito a los talleristas que lean las primeras líneas (hasta donde haya un punto) de cuentos, novelas y artículos de opinión. Siempre recomiendo los cuentos y novela de Juan Rulfo, maestro de inicios cortos y contundentes. He aquí algunos ejemplos contenidos en sus cuentos: “¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso.”, ¡Diles que no me maten! “Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros”., Nos han dado la tierra. “Aquí todo va de mal en peor”, Es que somos muy pobres. “Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte”, ¿No oyes ladrar los perros?

Gabriel García Márquez rememoraba el impacto que le causó leer las obras de Juan Rulfo. Tal vez algún experto en la producción narrativa del escritor colombiano/mexicano podrá decirnos si tras que Álvaro Mutis le descubrió a Juan Rulfo, fue que el futuro Premio Nobel de Literatura comenzó a escribir de forma deslumbrante la primera línea de sus cuentos y novelas. Lo cierto es que la impronta de Rulfo quedó en él.

Poco después de haber llegado García Márquez y su familia a México en 1961, Mutis le hizo un obsequio definitorio: “Lea esa vaina, carajo, para que aprenda. Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde que leí La metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá –casi diez años atrás– había sufrido una conmoción semejante. Al día siguiente leí El llano en llamas […] Con la lectura de Rulfo aprendí a escribir de otro modo” (Gabriel García Márquez, Breves nostalgias sobre Juan Rulfo, en Federico Campbell, La ficción de la memoria. Juan Rulfo ante la crítica, UNAM-Ediciones Era, México, 2003, p. 450; y Mi amigo Mutis, en Yo no vengo a decir un discurso, Editorial Mondadori, México, 2010, p. 76). 

A muchos lectores y lectoras de Rulfo se nos ha quedado grabado en la memoria el balazo ejemplar de su novela Pedro Páramo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. La reiterada lectura de Rulfo me ha enseñado que las líneas iniciales de un escrito son la clave para su desarrollo. Yo no escribo cuento ni novela, me gustaría hacerlo, pero no tengo el don. Sin embargo, procuro, gracias a Rulfo y otros autore(a)s maestros en el arte de redactar las primeras líneas, que los comienzos de mis artículos, ensayos y libros sean breves y directos. Para lograrlo es necesario capturar, por así decirlo, el espíritu o el tuétano de lo que se va a escribir. Igualmente, los desenlaces rulfianos son docencia permanente para quienes hacen literatura, pero también para los dedicados a la crónica y a la historia.

La lectura Franz Kafka que sacudió a García Márquez fue La metamorfosis, cuyo principio sigue deslumbrando a sucesivas generaciones de lectores: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto”. La traducción al castellano se publicó inicialmente en 1933, por la Revista de Occidente, y en 1938 la reeditó Editorial Losada, atribuyendo la traducción a Jorge Luis Borges. Que Borges haya sido el traductor lo cuestiona Juan Fló en Jorge Luis Borges traductor de Die Verwandlung (Fechas, textos, conjeturas), Anales de Literatura Hispanoamericana, 2013, vol. 42, pp. 215-240.  

José Revueltas (autor de cuentos, novelas, ensayos políticos, crónicas y artículos de opinión), militante de izquierda en México desde muy joven, ofrece lecciones en cómo iniciar lo que se escribe: “La población estaba cerrada con odio y con piedras”, Dios en la tierra. “Sí, en efecto, hoy comienza todo de nuevo”, El hijo tonto. “Nada alteraba el silencio recogido y humilde de la habitación”, La frontera increíble. “Es curioso, pero aquí estamos, en la misma cárcel, Hegel y yo”, Hegel y yo

Charles Dickens, autor leído en su tiempo con devoción, quien abarrotaba las salas en las que se presentaba para leer en voz alta sus escritos y que marcó derroteros para la literatura cuestionadora del orden social prevaleciente, inicia magistralmente A Christmas Carol (Un villancico de Navidad): “Marley was dead, to begin with. There is no doubt whatever about that” (Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto). Dicha obra es una parábola de redención, en la que el corazón de piedra de Ebenezer Scrooge se transforma en uno de carne.

Podría continuar con más ejemplos literarios, sin embargo el mismo principio sobre comenzar un escrito con el balazo puede ser ilustrado con otros géneros. José Emilio Pacheco, consumado maestro en cuento, novela y poesía, por cuatro décadas también cultivó las parcelas del artículo de opinión y el ensayo. Los tres volúmenes que compendian parte de su columna Inventario son escuela de buena escritura y ejemplo a tener en cuenta. 

Casi al azar tomo inventarios antalogados en el tercer volumen. He aquí algunas muestras: “Todo empezó en 1975. Las Cartas a Manuel Rodríguez Lozano de Antonieta Rivas Mercado iniciaron un movimiento al que dieciocho años más tarde debemos Tinísima [de Elena Poniatowska] y la divinización de Frida Kahlo”, Carmen Mondragón (1893-1978), 22/II/1973. “La vida cultural en México durante el último medio siglo es inconcebible sin Jaime García Terrés”, Jaime García Terrés ante el toque del alba, 6/V/1996. “El historiador que sólo puede trabajar a partir de documentos –es decir, de relatos contradictorios–, siente una indignación sagrada ante las libertades que se toma el novelista”, Dumas y el vicio impune (II), 10/I/2000. Y así dio inicio al último Inventario que redactó: “¿Existirá una palabra para la nostalgia que no fue y estuvo a punto de ser?”, La travesía de Juan Gelman (II), 25/I/2014.

En una sesión reciente del taller una participante preguntó si el balazo solamente es para iniciar escritos cortos. Respondí que funciona igualmente para libros de considerable número de páginas. Van dos ejemplos. La erudición de Elizabeth L. Eisenstein, en su obra La imprenta como agente de cambio (Fondo de Cultura Económica, México, 2010, 725 pp.), es fascinante, el comienzo es contundente y breve: “A finales del siglo XV la reproducción de materiales escritos empezó a pasar del escritorio del copista al taller del impresor”.

Por su parte Craig S. Keener, prolífico autor de comentarios bíblicos y obras teológicas, abre Hermenéutica del Espíritu. Leyendo las Escrituras a la luz de Pentecostés (Publicaciones Kerigma, Salem, Oregon, 2017, 390 pp.) con una brillante síntesis: “La Escritura misma nos invita a leerla teológicamente con interés en la práctica (praxis) y en la misión”. 

Jalar el gatillo de la escritura para dar un balazo certero es un arte que debemos aprender de forma dinámica. Lo he intentado en mis escritos, tal vez con frecuencia no doy en el blanco, pero debo seguir tecleando para dar en el objetivo. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Animar a escribir (III)