Un pacto heterosexual, monógamo y permanente

El matrimonio es un asunto creacional y no cultural, que ha de ser visto como una institución que nace antes de la historia.

27 DE FEBRERO DE 2019 · 18:11

Una pareja. / Pexels, Pixabay,
Una pareja. / Pexels, Pixabay

La gran mayoría de la diversidad de modelos de familia que hoy tenemos se apartan del modelo natural y normativo que Dios estableció desde el principio de la creación en Gn.2:24.

Los creyentes debemos defender el modelo de matrimonio basado en tres premisas que debemos considerar inviolables. El matrimonio en su condición, composición y duración es un pacto heterosexual, monógamo y permanente. Aún trascendiendo la ética bíblica y desde un plano puramente antropológico, observamos que el modelo de convivencia normativo para toda civilización y cultura en cualquier época de la historiaes el de una unión bajo estas tres características. Sólo en épocas recientes ese patrón ha dejado de ser el normativo, aunque sigue siendo el modelo mayoritario.2

En cuanto a su condición: La idea de pacto, no es la de un contrato que regule los derechos de las partes, es la de un acuerdo, una alianza que vincule a ambas partes en un compromiso de libre aceptación, basado en principios de lealtad, entrega y fidelidad. El pacto matrimonial es incondicional y sancionado por Dios y por las leyes, normalmente en una ceremonia pública que solemniza el nuevo estado civil, comprometiendo a las partes delante de Dios y de los hombres. Esa es su garantía y “denominación de origen”.

En cuanto a su composición: Sobre la heterosexualidad la palabra es clara desde el principio: “dejaráel hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer” (Gn.2:24). El matrimonio según Dios lo estableció es un asunto de hombre y mujer. Pero antes del matrimonio y en la propia creación del ser humano la Palabra también es clara y excluyente: “varón y hembra los creó” (Gn.1:27, 5:2). De forma que la creación del hombre y la mujer excluye la posibilidad de otros géneros, la aceptación de otros supuestos géneros sólo se puede admitir desde una conciencia separada de los principios de la Palabra y por tanto ajena a su marco ético y reglas de vida.

Sobre la monogamia decir que en el principio y bajo el diseño original de Dios se contempla la unión entre un solo hombre y una sola mujer. Es cierto que la poligamia también comienza a practicarse al principio de la historia de la humanidad. En Gn. 4 se detalla el inicio de la primera ciudad fundada por Caín al cual Dios maldice y expulsa del paraíso.

En ese contexto, fuera de la obediencia y cobertura divina, tenemos la primera mención de poligamia en un descendiente directo de Caín, Lamec, quien “tomó para sí dos mujeres” (Gn.4:19). A partir de aquí se producirá una distinción entre la línea depravada (descendientes de Caín) y la línea escogida, los descendientes de Set, otro de los hijos de Adán y Eva (Gn.4:26) “Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová”. Por tanto la aparición de la poligamia se produce en un contexto de desobediencia a Dios y como consecuencia de la separación de su voluntad perfecta. 

En cuanto a su duración: El matrimonio tiene vocación de permanencia, es un compromiso hasta el final, hasta que “la muerte nos separe”. Cuando existe ese concepto de entrega total se genera confianza y seguridad en la relación. No importan los problemas que el futuro nos depare, ni estos son un motivo para abandonar la relación. Con ese nivel de entrega es difícil la ruptura matrimonial. Esto sólo puede entenderse desde el concepto ágape del verdadero amor asegurado por el pacto de un compromiso permanente.

Es una tesis comúnmente aceptada que la poligamia, el divorcio y aún la homosexualidad no son fenómenos originarios, sino originados, que aparecen en el tiempo no como causa de un proceso creador sino como consecuencia del principio de la depravación en el ser humano. De forma que el significado heterosexual, monógamo y permanente de la unión matrimonial no es algo que cada generación nueva puede volver a definir libremente en base a sus inclinaciones personales o a las políticas de turno. El significado exclusivo del matrimonio está definido por Dios y por la naturaleza única y complementaria que dio al hombre y a la mujer.

Por todo lo mencionado hasta ahora, donde se mezclan aspectos éticos y teológicos con los usos y costumbres de cada época, reforzamos la idea de que el matrimonio no es un asunto cultural sino creacional. El matrimonio no fue diseñado ni ideado por ninguna civilización o cultura como el medio para regular u organizar la sociedad, tampoco es ninguna institución humana que necesite ser cambiada o actualizada conforme a las necesidades o tendencias de cada nueva generación.

El matrimonio al no ser producto de la cultura ni de la sociedad, es un asunto creacional y no cultural3, que ha de ser visto como una institución que nace antes de la historia, y se da en el contexto de la propia creación dentro de lo que en teología se llama el estado de gracia. El estado de gracia es el periodo comprendido entre la creación y la irrupción del pecado en Génesis 3, cuando el hombre y la mujer vivían una existencia de plena armonía entre ellos y con Dios, sin la coexistencia con las consecuencias posteriores del pecado (muerte, dolor, conflictos…) En ese estado de perfección, Dios funda dos instituciones troncales que pretendían ser la base de toda civilización posterior: la institución del día de reposo y la institución del matrimonio.

Mediante la institución del día de reposoDios se aseguraba la permanencia del culto debido a Su persona, y mediante la institución del matrimonio, Dios se aseguraba la permanencia de la humanidad y el cumplimiento del mandato cultural dado en Génesis 1:28, “Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y administradla.”Por tanto el matrimonio es una institución troncal y fundacional establecida por Dios para regular las bases sobre las que debía asentarse toda civilización posterior. Bases, volvemos a repetir, que al no ser culturales (y por tanto sujetas a cambios, es deciradaptativas) son creacionales (y por tanto enraizadas en valores permanentes, es decir normativas) y sirven para toda edad y tiempo, no pudiendo ser adulteradas y desfiguradas por aspectos culturales como ideologías de moda, filosofías pasajeras o políticas de ensayo.

Lo que Dios estableció en el marco de la creación debe ser normativo para todos los tiempos, no puede variar ni ser destruido por ninguna civilización, pues es un asunto creacional, no cultural.

 

Notas

1#Aun admitiendo la composición inicial de la familia extendida como clan familiar, y la realidad de la poligamia como excepción y consecuencia directa del pecado y la separación de Dios.

2#El modelo heterosexual y monogámico sigue siendo el más practicado aunque en muchos casos no funcione, pero debemos tener en cuenta que todo divorcio comenzó intentando ser un matrimonio estable y permanente, por tanto sigue existiendo como ideal de vida en común.

3#Todo aspecto cultural, modas, usos leyes y costumbres, varía y evoluciona a tenor de los nuevos tiempos y sociedades. La cultura se adapta y transforma.

4#Cuando Dios santifica el séptimo día como día de reposo, quiere decir que consagra y aparta ese día específicamente para que el hombre descanse de su labor cotidiana y reflexione en Dios, pues este es justamente el sentido de la palabra santidad. Esto toma carácter de ley “oficial” cuando se promulgan los diez mandamientos en Dt.5:12-14.

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