Nuestros hijos

El ejemplo es siempre más importante que las palabras y la clave en la familia es estar preparados siempre para amar, enseñar, bendecir y abrazar.

18 DE FEBRERO DE 2019 · 09:00

Arnór Guðjohnsen, junto a su hijo Eiður. / Wikimedia Commons,
Arnór Guðjohnsen, junto a su hijo Eiður. / Wikimedia Commons

No sé si se habrá dado otro caso parecido en el deporte profesional: Eidur Gudjhonssen salió al campo de fútbol en un Islandia-Estonia (abril, 1996) sustituyendo... ¡a su padre! Eidur tenía en ese momento 17 años y su padre 34. Aunque los dos estaban jugando a un gran nivel en ese momento, nunca llegaron a estar juntos en el campo con la selección de su país, Islandia.

Una de las lecciones que más me asombran del libro de los Salmos es que en varias ocasiones Dios dice que los que tienen hijos son felices. Te aseguro que no está escrito para aquellos que siguen los pasos de sus padres, sino para todos en general. «Bienaventurado el hombre que de [hijos] tiene llena su aljaba; no serán avergonzados cuando hablen con sus enemigos en la puerta» (Salmo 127:5).

Si estás leyendo y todavía no tienes hijos porque eres muy joven, paciencia. Llegará el momento en el que podrás comprender esa bendición. Si eres padre o madre y tus hijos no te hacen caso, pues más paciencia todavía... Va a llegar el momento en el que ellos comprenderán esa bendición. No te preocupes porque ese día siempre llega. Un padre con mucho sentido del humor dijo que la edad ideal de una persona se encuentra entre los quince y los dieciocho años, porque con quince conoces todas las preguntas y con dieciocho todas las respuestas. Para ser justos, tenemos que decir que cuando llegas a los cuarenta te das cuenta de que sabes muchísimo menos de lo que pensabas, y que tus padres son un regalo de Dios para ti.

Justo en ese momento comienzas a ser realmente sabio.

Mientras tanto, todos tenemos que recordar algunas lecciones muy sencillas. En primer lugar, todos los padres deben recordar que no merece la pena enfadar a los hijos por cualquier cuestión, ni agobiarlos con muchas cosas que no son importantes. El ejemplo es siempre más importante que las palabras y la clave en la familia es estar preparados siempre para amar, enseñar, bendecir y abrazar.

Por parte de los hijos, no está de más recordar que nuestros padres nos aman, así que debemos respetarlos y quererlos, porque nadie hará por nosotros lo que ellos hacen, aunque a veces se equivoquen. Jamás debemos herirlos y uno de los mejores objetivos en nuestra vida es hacer todo lo posible para no perderlos nunca.

Y para todos, algo muy sencillo: nunca salgáis de casa ni entréis en ella sin daros un abrazo. Nuestro hogar debe ser el lugar al que todos quieran volver y del que nadie quiera irse. No dejéis que pase un día sin solucionar los malos entendidos y los problemas. Un enfado que permanece al día siguiente es más difícil de perdonar y resolver. ¡Cuantos más días pasen, todo es más complicado! Al final estás más herido por lo que ha sucedido en el proceso que por la razón del enfado.

Sobre todas las cosas, no dejéis pasar un solo día sin orar juntos, leer la Palabra de Dios y cantar. No os preocupéis por los enemigos que vengan, ni estéis ansiosos por las tempestades que puedan golpear vuestra casa: los que ponen su confianza en el Señor saben enfrentar cualquier situación. Todo es diferente cuando el Señor es uno más en la familia. Y no un añadido cualquiera, sino el más querido.

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