El crecimiento de la teoría queer

Esta ideología estipula que no solo nuestros roles de género son fluidos, sino también nuestro sexo biológico.

07 DE FEBRERO DE 2019 · 16:47

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La última década ha sido testigo del crecimiento de una nueva ideología en Occidente, y cada vez más también en otras partes del mundo. Se la ha descrito a veces como “transgenerismo” y, a veces, como “teoría queer“. Se diferencia de movimientos anteriores en que no promueve específicamente la promiscuidad sexual o los “derechos de los homosexuales”. Más bien, es un ataque a todo el concepto de una identidad sexual fija.

La teoría queer implica una crítica de todo lo que solía ser etiquetado como “normal” cuando se trata de la sexualidad y el género, y ha coronado a la comunidad transexual como los héroes de nuestro tiempo. En este artículo exploraré algunos aspectos clave de esta tendencia junto con un análisis bíblico de sus afirmaciones y consecuencias.

 

El género como “construcción social”

Hay pocas cosas que ocupen a los occidentales modernos tanto como su identidad. Ocurre especialmente con la generación joven, pero el “proyecto de identidad” es un aspecto central de nuestra cultura en su conjunto. Tratamos de descubrir quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, cuál es nuestra valía y de qué conjunto mayor formamos parte. Y uno de los aspectos más centrales de esta búsqueda, al menos si consideramos la última década, tiene que ver con el género y la sexualidad.

La llamada “segunda ola” del feminismo se lanzó en los años sesenta y setenta, y planteó el concepto de género como una “construcción social”. Con este concepto, las feministas querían enfatizar que, si bien nuestro sexo biológico es fijo, nuestros roles sociales como hombres y mujeres son fluidos y, al menos en gran parte, creados por la cultura que nos rodea. Si bien puede ser todavía una afirmación controvertida para algunos cristianos, en general se acepta en la mayoría del mundo occidental de hoy.

Lo que es totalmente nuevo, sin embargo, es lo que generalmente se llama teoría queer o la “tercera ola” del feminismo. Esta ideología estipula que no solo nuestros roles de género son fluidos, sino también nuestro sexo biológico. Al ser el género una supuesta construcción social, se rechazan los conceptos tradicionales de la sexualidad así como las diferencias entre varones y mujeres.

 

El crecimiento de la teoría queer

Trans, queer e intersexualidad

El portavoz más conocido de esta forma de pensar es lo que se denominaba previamente movimiento LGB (y, antes de eso, movimiento gay), pero que ahora con frecuencia se llama movimiento LGBTQI+. Lo que me preocupa específicamente aquí son las últimas tres letras en esta secuencia:

  • T, que significa transgénero o trans;
  • Q, que significa queer; e
  • I, que significa intersexualidad.

 

Transgénero

Transgénero o “trans” es el término técnico para las personas con una identidad de género o expresión de género que difiere de su sexo biológico. Incluye, pero no está restringido a, personas que desean ayuda médica para hacer la transición de un sexo a otro (a menudo llamadas transexuales). Sin embargo, cada vez más, transgénero se ha convertido en un término abarcador para todos los que se identifican como algo distinto (o al menos ligeramente diferente) de su sexo biológico. Al final, esto conduce a una comprensión casi metafísica de la identidad de género: independiente del cuerpo, los órganos reproductivos, los cromosomas y las hormonas.

 

Queer

El término “queer” se ha utilizado de diferentes maneras en diferentes épocas. Si bien su significado original es “extraño” o “peculiar”, hace más de cien años se convirtió en un término peyorativo para los homosexuales. Hoy en día, sin embargo, ha evolucionado hacia un concepto distinto que se opone a todo tipo de normatividad y opuestos binarios. Los teóricos queer tienden a ver la sexualidad y el género como algo fluido, lo cual significa que uno puede moverse dentro de un espectro heterosexual-homosexual-bisexual-transexual, etc. Rechazan enérgicamente las denominadas normas “hétero” y “de dos sexos”, lo que también significa que cuestionan las partes tradicionales del movimiento LGB.

 

Intersexualidad

La intersexualidad también podría describirse como una especie de término abarcador. Normalmente, sin embargo, todas las personas intersexuales tienen algún tipo de diagnóstico médico. La definición oficial sería individuos cuyos genitales, gónadas, cromosomas u hormonas sexuales no se ajustan a las definiciones típicas para cuerpos masculinos o femeninos.

 

La cuestión de la ideología

Como ilustra lo anterior, los conceptos de trans, queer e intersexualidad se pueden utilizar de diferentes maneras. En un sentido estricto, representan trastornos médicos o psicológicos. En el caso de la intersexualidad esto es obvio, pero lo mismo se aplica a lo que ahora se llama “disforia de género” o transexualidad. Sin embargo, las etiquetas TQI también se usan en un sentido más amplio, afirmando que afectan nuestra comprensión de la sexualidad y la identidad en términos más generales. Como ya se mencionó, la transexualidad como ideología representa una comprensión casi metafísica de la identidad de género, mientras que la teoría queer se basa en el escepticismo hacia la normatividad y los opuestos binarios.

Esta es también la forma en que estos conceptos han llegado a influir en la cultura occidental actual:

  • Cuando la travesti austríaca Conchita Wurst ganó el primer premio del festival de la canción Eurovisión 2014, se convirtió en un símbolo no solo de un/a buen/a cantante sino también de la libertad para que cada uno sea “lo que realmente es”.
  • Lo mismo ocurre con el atleta y medallista de oro estadounidense Bruce Jenner, quien en 2015 declaró que de ahora en adelante sería Caitlyn Jenner, y también comenzó la transición hormonal y médica hacia el sexo femenino.

En países como el Reino Unido, los Estados Unidos y Canadá, el tema transgénero se ha vuelto sumamente intenso. La prueba definitiva de no ser discriminatorio ha pasado a ser cómo uno trata a quienes se identifican como trans, que incluye el tema de si está dispuesto a dirigirse a las personas transgénero con su pronombre preferido y/o si les permitirá usar el vestuario de su sexo percibido. Como ya se mencionó, el tema se complica aún más por el hecho de que muchos de los que se identifican a sí mismos como trans no tienen un diagnóstico médico o psiquiátrico de referencia; simplemente se espera que uno acepte su comprensión (metafísica) de su propio sexo.

 

El crecimiento de la teoría queer

En cambio, en mi país, Suecia, la ideología queer es la que ha tenido el mayor impacto. En las escuelas y los centros preescolares suecos actuales se aprecia cada vez más lo que se denomina “pedagogía crítica”. Detrás de esta pedagogía se encuentran los típicos valores queer de oposición a la normatividad y los opuestos binarios. En lugar de promover la tolerancia, la pedagogía crítica intenta influir en las personas (en este caso, incluso en los niños pequeños) para que tomen distancia de las normas tradicionales, con un énfasis específico en la norma heterosexual y de dos sexos.

Una forma tangible de hacerlo, con el apoyo del gobierno sueco, es introducir baños neutrales al género, leer libros sobre familias no tradicionales y jugar juegos de rol con parejas homosexuales, entre otras cosas. La idea detrás de esto es que no existe tal cosa como una familia “normal”, una sexualidad “normal” o una identidad de género “normal”. Dicho de manera sencilla, la solución a la discriminación percibida contra las personas LGBTQI+ es enseñar a todos que no hay un punto de partida neutral: no es menos extraño ser un heterosexual que ser un LGBTQI+.

 

Una respuesta cristiana

¿Qué debemos hacer como cristianos ante esta realidad? En forma resumida, mi respuesta abarca los tres siguientes aspectos:

1. El reto positivo

Creo que es importante no limitarnos a descartar las historias del movimiento LGBTQI+ como irrelevantes. En particular en nuestras iglesias, pero ciertamente en la sociedad en general, a menudo hemos marginado a estas personas de una manera injusta. Ahora que escuchamos los gritos desde estos márgenes, no debemos mirar a las personas del movimiento LGBTQI+ con nada que sea inferior al amor de Cristo. Tampoco debemos negar el tratamiento a las personas que, por razones fundadas, necesitan atención médica y/o psiquiátrica. Finalmente, debemos reconocer la verdad parcial de la ideología queer, conscientes de que todos somos un poco “raros”, es decir marcados por la condición rota de un mundo caído (Romanos 8: 22-23).

2. El reto negativo

Por otro lado, debemos darnos cuenta de los peligros de la ideología trans y queer, ya que se han generalizado en el conjunto de la población. Simplemente no es posible dejar que las experiencias del movimiento LGBTQI+ definan la percepción del sexo y el género también dentro de la mayoría heterosexual.

Esto es de particular importancia cuando se trata de la generación joven. Es una traición a nuestros jóvenes y niños no alentarlos a encontrar su identidad como niños y niñas, varones y mujeres:

  • Transferimos una lucha personal que solía ser relevante solo para una minoría hacia la mayoría, obligando a todos a “identificarse” sin considerar su sexo biológico, ya que se dice que esto no tiene nada que ver con nuestra identidad y/o sexualidad.
  • También creamos una confusión innecesaria con respecto a la elección de pareja, prácticamente alentando aun a los jóvenes heterosexuales a comenzar a salir con personas de ambos sexos, ya que la denominada norma heterosexual se percibe como opresiva.

3. La alternativa bíblica

De la Biblia en general, y del relato de la creación en particular, está claro que tanto la norma heterosexual como la norma de dos sexos son fundacionales. Lo mismo ocurre con otros opuestos binarios que se han establecido en la creación de Dios (Gn 8:22). La idea de que nuestros cuerpos no comunican nada vital sobre nuestra identidad (de género) podría realmente identificarse como una forma moderna de gnosticismo, enfrentando el cuerpo con el alma.

En lugar de la teoría queer, por lo tanto, necesitamos recuperar la naturaleza fundacional del orden de la creación. Si bien reconocemos que todos estamos rotos, necesitamos ayudar a la próxima generación a encontrar su identidad en ser creados a imagen de Dios: espíritu, alma y cuerpo incluidos (1Ts 5:23).

También debemos demostrar que nuestra identidad sexual puede ser de mayor importancia que la tradicionalmente establecida en la iglesia cristiana, pero que no es lo suficientemente importante como para definirnos como seres humanos. Podemos ser heterosexuales o LGBTQI+, pero más que nada somos llamados a ser hijos de Dios.

Para muchas iglesias evangélicas, esto también significa que tenemos que volver a nuestros estudios, haciendo nuestros deberes sobre la teología de la creación. Necesitamos encontrar argumentos sólidos sobre por qué una comprensión tradicional de la humanidad como varón y mujer es una parte tan fundamental del orden creado. En esta búsqueda, debemos involucrar no solo la Biblia sino también la evidencia científica y la experiencia médica, psicológica y sociológica.

Además de esto, debemos demostrar mediante nuestra enseñanza y nuestra vida que el camino hacia la libertad para heterosexuales y LGBTQI+ por igual es fijar nuestra identidad no en nuestra orientación sexual sino en nuestro origen, el Dios Creador.

 

Olof Edsinger sirve como secretario general en la Alianza Evangélica de Suecia. Es autor de varios libros sobre Biblia y vida cristiana, incluyendo varios títulos dedicados a aspectos de sexualidad y género.

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