Elogio al bocadillo

Las cosas especiales vienen envueltas en atavíos muy humildes.

04 DE FEBRERO DE 2019 · 19:26

,

Los recuerdos vienen ataviados de formas muy diversas.

A veces portan un rictus serio augurando que aquello que estás dispuesto a recordar posee dosis de dramatismo que te llevarán de vuelta a escenas tristes del ayer. En cambio, otros, vienen perfumados con un agradable aroma que consigue hacerte cosquillas en el corazón.

Hoy he recordado momentos entrañables de esa cada vez más lejana infancia, pinceladas de evocaciones con un sabor especial. He revivido con deleite los días de antaño en los que el bocadillo formaba parte indispensable de mi vida. Cuando no estaba en casa y desenvolvía aquel regalo culinario, descubría entusiasmada como mi madre había puesto mucho cariño en su  elaboración logrando que aquel manjar comido fuera de casa constituyera mi único patrimonio, lo más cercano al hogar.

Era el aliado perfecto en el tiempo de recreo y lo peor que te podía ocurrir después de tres horas inmersa en números y verbos era descubrir que te habías olvidado meter en la maleta aquel suculento tentempié. Cuando se producía tan trágico olvido, mirabas con envidia los bocadillos de tus compañeros e implorabas con la mirada que alguien se apiadara de ti y compartiera aquel tesoro.

El bocadillo sigue siendo hoy el mejor camarada para los viajes. Lo preparas en casa y lo comes fuera de ella con el regusto de haberlo concebido en un lugar incomparable. Lo puedes llevar donde quieras y comerlo en el lugar que desees; a mi parecer los mejores son los de tortilla de patata, esos que te comes en la playa después de un refrescante baño.

Son fáciles de preparar, puedes poner entre pan y pan los ingredientes que más te gusten logrando con ello creaciones sencillas o creativos monumentos gastronómicos.

Lo cierto es que al recordar esos bocadillos de mi infancia descubro una vez más que las cosas especiales vienen envueltas en atavíos muy humildes.

En el ahora de hoy, cada mañana preparo el bocadillo a mi hija, un bocadillo en el que adjunto una nota, unas palabras que leer cuando suene el timbre del recreo. A veces se olvida de darme las gracias, pero son muchas las veces en las que de vuelta a casa agradece las palabras que le escribo, son cosas aparentemente tontas, pero sé que a ella le alegran la mañana. En ocasiones una frase bonita junto a un buen bocata de chorizo hacen que tu día tenga otro color.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Elogio al bocadillo