Cristo, nuestro camino

Transitemos por el verdadero Camino, por la excelente senda que nos llevará hacia la morada placentera que es nuestra herencia eterna.

02 DE FEBRERO DE 2019 · 21:50

Camino comarcal de Villagarcía de Campos, provincia de Valladolid. / Jacqueline Alencar.,
Camino comarcal de Villagarcía de Campos, provincia de Valladolid. / Jacqueline Alencar.

Empezamos un nuevo año y seguro que cada uno tiene en mente infinidad de propósitos. Hay un largo camino anual que se extiende a lo largo del tiempo, según Su voluntad, pero antes de dar el primer paso, a mi modesto entender, conviene decir: “Señor, muéstrame tus caminos, y enséñame tus sendas. Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti espero todo el día” (Salmos 25.4-5). Sí, en Él esperaremos todo el año, espero poder decir. Levantarme cada día y antes de iniciar la jornada diaria, en cualquier lugar y circunstancia, pedirle su beneplácito. Que nos haga conocer su voluntad, conscientes de nuestra incapacidad para avanzar por nosotros mismos. Que abra nuestros ojos para ver la senda trazada, a fin de que podamos caminar más seguros. Reconócele (a Dios) en todos tus caminos -dice Proverbios-, y él enderezará todas tus veredas.

A su paso por esta tierra, Dios, a través del Hijo, Cristo, dijo: “Yo soy el camino…”. Para que, a través de éste, camináramos derecho y seguro. Que pisáramos las huellas del Hijo. Nos dejó trazado el Camino, un camino santo. En ese Su camino estaría contemplado el nuestro, pues en su mano podemos poner todos nuestros sueños y proyectos, iniciativas individuales y colectivas. Como dice el salmista: “Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará…”. No confiando en nuestras propias fuerzas ni en nuestra propia sabiduría al elegir las acciones que queremos acometer. Porque hay caminos que nos parecen derechos, pero al final no son caminos que llevan a buen puerto. 

Transitemos por el verdadero Camino, por la excelente senda que nos llevará hacia la morada placentera que es nuestra herencia eterna. Cristo mismo dijo que se adelantaría para ir a prepararla. Nos esperará con la mesa aderezada, con la copa rebosando; una casa llena de bien y de misericordia. 

En Hebreos dice que Cristo abrió camino nuevo y vivo a través de su carne; por tanto ya tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, donde podemos acercarnos con corazón sincero… Podemos tener plena certeza de esa esperanza porque el que la prometió es fiel, muy fiel. Su camino es perfecto, aun cuando pasamos por valles de sombra de muerte, estos se hacen más llevaderos. Las cargas son menos pesadas. Si nos perdemos entre las zarzas, Él nos busca y nos lleva de vuelta, no a rastras sino sobre sus hombros. ¡Ay, como una nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos! Ya lo decía y practicaba el apóstol Pablo, con ese talante pastoral que tanto me conmueve.

Sólo caminando por ese Camino, que es Cristo, se nos allanan los suelos, los pedregales. Ya lo dice el Salmo 18.30: “En cuanto a Dios, su camino es perfecto… Él es escudo a todos los que a Él se acogen…”. Solo así iremos alcanzando Su estatura; solo así nosotros podemos ser camino, senda, para otros. Y nuestra luz será como la de la aurora porque irá creciendo. 

Sólo así podremos ser como el Buen Samaritano que no tuvo pereza, ni le faltó la compasión, y estuvo dispuesto a compartir. Sólo así seremos pacientes como Cristo cuando solo un extranjero le agradeció por los bienes hechos. O con la mujer cananea que le insistía tanto. O con aquel hombre que tenía una mano seca y le hizo trabajar en ¡un día de reposo! Cuando tocaba descansar. O entrar en la casa de un publicano como Zaqueo, que saqueaba. O atender a una samaritana de la clase odiada. Tantos ejemplos, tantas huellas dejadas por ese Camino, para andar como Él anduvo. ¡Qué hermoso es seguir las pisadas del Maestro…!, podemos cantar, pero es difícil. No obstante, batallamos para dar la talla. Él nos muestra el camino por donde debemos andar y lo que debemos hacer. Que nos ayude a ver y oír. Y andar.

Sólo pisando el camino que es Jesús, esa huella que es Jesús, encontraremos la paz, esa paz que realmente deja descansar, en paz. Que nos hace más pacientes, con paz. Y esperamos menos ansiosos, en paz.

Y el nuestro será el camino del justo, y la ley de Dios estará en nuestro corazón; desecharemos las pesas adulteradas, actuaremos con justicia. 

Pero en cuántos momentos, al ver la convulsión de los días, veo un cruce de caminos y me asalta la incertidumbre. Me olvido que hay un camino derecho que lleva a casa. Un camino que también es vida. Y guía tenemos; así que no hay como perderse; no hay excusa. Hay uno que se preocupó y rogó para que ninguno de los suyos se perdiese; y tomó nuestro lugar. Que no muestra indiferencia. Que es misericordioso, que restaura, renueva, rescata, recibe, redime, reconcilia, reúne, recoge, recuerda…

Sí; Dios, a través del Hijo, se hizo camino humano para darnos vida nueva, dejando atrás la vieja. Ofreció su bien más preciado. ¿Qué más prueba queremos? El más grande y Todopoderoso descendió a lo más bajo por amor, tan inefable que no lo podemos entender. ¿Qué diremos ante esta evidencia? Si Dios se dio a nosotros, ¿elegiremos otro camino que no sea el trazado por Él? De ninguna manera, más bien diremos, parafraseando a Jeremías: “Pararemos en los caminos y miraremos, y preguntaremos por las sendas antiguas cuál es el buen camino, y andaremos por él, y hallaremos descanso para nuestra alma”. 

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