Un llanto por la verdad desde Hipona

Una película sobre la vida y conversión de Agustín se proyecta en el Ateneo Barcelonés, fruto de una iniciativa conjunta entre Ágape y el Arzobispado de la ciudad.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 17 DE ENERO DE 2019 · 11:00

Momento de la película en el que Agustín escucha predicar por primera vez a Ambrosio en Milán. / Augustinefilm,
Momento de la película en el que Agustín escucha predicar por primera vez a Ambrosio en Milán. / Augustinefilm

La historia del establecimiento del cristianismo en la región del norte de África es tan incuestionable como desconocida. La aportación de este territorio al crecimiento y desarrollo de la iglesia a través de una defensa pública de las ideas del evangelio y de la fe se personaliza en figuras como Tertuliano, Cipriano y Agustín. “Cuando la potencia ocupante romana desanimó y persiguió a los cristianos durante los primeros tres siglos (después de Cristo), sorprendentemente el cristianismo encontró un punto de apoyo y prosperó entre la población bereber”, señalaban Mons Gunnar Selstø y Frank-Ole Thoresen en un artículo de análisis para el Movimiento Lausana publicado en octubre. 

Desde la declaración del cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano, se produce un giro de los acontecimientos y la religión de los cristianos comienza a ser vista por amplios sectores de la población autóctona como un elemento más de la identidad de la potencia extranjera y opresora. Algo a lo que se debe añadir un conflicto de matices y visiones entre la iglesia romana y la autóctona, la donatista. En ese contexto aparece Agustín de Hipona, considerado uno de los principales exponentes intelectuales del cristianismo. Un acercamiento al transcurso de su vida, desde su niñez hasta el momento de convertirse, lo ofrece Samir Seif con la película Agustín, hijo de lágrimas

Se trata de un largometraje producido a lo largo de seis años por un equipo técnico y de actores íntegramente norteafricano, que ha contado con el apoyo de los gobiernos de Argelia y Túnez, y que está dirigida a la población de la región. Galardonada con el premio a la mejor producción artística del Festival de Cine de Alejandría de 2017, y con el premio del público en el Festival Árabe Internacional de Cine de Orán, también en 2017, la película ha llegado a Barcelona en un pase organizado conjuntamente por Ágape y el Secretariado Diocesano de Ecumenismo del Arzobispado de Barcelona.

 

UNA HISTORIA COMÚN

La proyección ha tenido lugar en el Ateneo Barcelonés y ha reunido a más de un centenar de representantes del ámbito evangélico y católico en la ciudad, además de responsables de la Administración, como el director de Asuntos Religiosos de la Generalitat, Marcel·lí Joan.

“La iniciativa forma parte de una larga lista de colaboración entre Ágape y el secretariado y coincide con la Semana Unida de Oración”, ha destacado la directora de la institución católica, Montserrat Puigdellívol. “La idea era hacerlo llegar a quienes ocupan cargos influyentes en la educación y otros ámbitos”, ha remarcado. 

Desde Ágape se ha insistido en la voluntad de generar reflexión con la película y de encontrar lazos en común con la cotidianidad del personaje de Agustín. “Esta es una historia que puede ser la de cualquiera”, ha señalado el director de la entidad en España, Nacho Marqués. “¿Quién no está en una búsqueda espiritual?”, ha preguntado a la audiencia al principio del acto. 

 

Ahmed Amin Ben Saad interpreta a Agustín en el largometraje. / Augustinefilm

UNA PELÍCULA CON IMPLICACIONES MORALES

La película gira entre el relato biográfico y el género de documental, de la mano de una dramatización que se ubica en la actualidad y que tiene el objetivo de acercar más al espectador a la historia de Agustín. 

Se trata de un largometraje que se concentra, sobre todo, en el proceso de conversión al cristianismo  del erudito y que se enfoca especialmente en su preocupación por la búsqueda y el hallazgo de la verdad. Una cuestión que lo lleva a la adoración del conocimiento y a prácticas esotéricas, como el maniqueísmo, pero que acaba reforzando su necesidad, la cual se ve canalizada por la persistencia de su madre, el descubrimiento de Ambrosio y un hartazgo progresivo de la vida de la élite en importantes ciudades del imperio, como Cartago, Roma o Milán, hacia la aceptación del evangelio.

La obra de Seif está claramente enfocada a un público cristiano, y también no creyente, residente en los países del norte de África. De hecho, ya se ha proyectado en Egipto, Túnez y Argelia, además de Líbano y Francia.

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