Carta abierta a las ovejas olvidadas

Os pido perdón porque os hemos fallado como personas, como amigos, como pastores, como familias y, sobre todo, os hemos fallado como hermanos en Cristo.

ESPAÑA · 15 DE ENERO DE 2019 · 16:22

Photo by Jaka Škrlep on Unsplash,
Photo by Jaka Škrlep on Unsplash

Queridos -todavía- hermanos en Cristo,

​No quería comenzar este nuevo año sin acordarme, aunque tan solo sea unos instantes, de ustedes. En el caso de algunos, ya hace varios años que no se como estáis ni por donde andáis, sin embargo, os recuerdo como si fuera ayer mismo. Nunca se me olvidará, por ejemplo, los desayunos con Andrés y otros hermanos, antes de entrar al culto el domingo por la mañana; las distendidas charlas teológicas y filosóficas que mantenía muchas veces con Juan; las salidas al cine con Ana y Roberto o las clases de estudio bíblico a las que asistía junto con otros hermanos. Hoy, tristemente, queda poco o nada de todo eso.

​Recuerdo muy especialmente el caso de Paco. Su iglesia local le acogió en principio con mucha alegría, sintiéndose muy arropado y querido. Apenas sabía nada de la Biblia, pero le gustaba tanto que se puso al día rápidamente realizando muchas lecturas y estudios. Después de tres años comenzó a comprobar que mucho de lo que se decía en el púlpito no se hacía y también, muchas enseñanzas y doctrinas no le terminaban de encajar correctamente. Empezó a notar que era el ‘raro’ de la congregación, sin embargó él me decía que los raros eran ellos, que eran “cristianos domingueros” y terminó yéndose de allí. Ahora tan solo nos enviamos algún que otro email o whatsapp.

​Víctor y Pepi, son un matrimonio ya octogenario. Siempre han estado muy comprometidos en su iglesia, sirviendo y ayudando prácticamente toda su vida en la congregación y en su comunidad. Muchos años antes, su teléfono no paraba de sonar, eran y se sentían útiles. El problema, simplemente, es que envejecieron y enfermaron, limitando mucho sus movimientos y la asistencia a la iglesia. No hace mucho me crucé con ellos y les saludé. Me dijeron que el teléfono ya no suena tanto, que están deseando que algún hermano les visite, cosa que no ocurre.

​Pedro llevaba ya casi veinte años involucrado en su iglesia local y muy comprometido con su ministerio, pero algo comenzó a cambiar. No sabe bien qué fue lo que motivó dicho cambio, pero lo cierto es que el pastor empezó a cambiar su pensamiento en cuanto a algunas doctrinas bíblicas fundamentales que dio lugar a muchas divisiones. Algunos hermanos salieron disparados de allí. Pedro me dijo que gracias a Dios fue afortunado pues,después de un año, se estaba reuniendo ya en otra iglesia, pero otros, hastiados y cansados, se quedaron en sus casas.​Manuel conoció al Señor con cerca de cuarenta años y los primeros meses fue una bendición servir en la congregación donde se bautizó. Pronto comenzó a darse cuenta que el “núcleo duro” (como él lo llamaba) de la iglesia, estaba formado por una oligarquía de hermanos que rendía pleitesía al pastor, que parecía que la fe en Cristo les venía de serie incorporadas en su ADN, un lugar donde la comunión entre hermanos era aséptica y estéril, en definitiva, una jaula de oro. Para Manuel, la experiencia fue amarga. Después de casi dos años, Manuel esta acudiendo a otra iglesia, pero con muchas reservas. Él mismo se identifica como un “evangélico-romano”, debido a su escaso compromiso con la congregación.

​Me llamó la atención lo ocurrido con Roberto. Después de años sin pisar la iglesia, hubo algunos cambios muy positivos en ella y me comentó que se había creado una especie de ministerio para intentar rescatar a esas ovejas olvidadas (que no perdidas) e intentar que volvieran a congregarse. Para muchos fue tarde, pero Roberto agradeció el gesto y esta intentándolo de nuevo. Personalmente, me alegré mucho por él y por esa iglesia tan renovada y restauradora.

​Estimados -todavía- hermanos en Cristo[i]. Nosotros seguimos alabando cada domingo al Señor, dando nuestras ofrendas, tomando la cena del Señor y estudiando la Biblia, aunque no la entendamos completamente. He de reconocer, sinceramente, que no nos acordamos de ustedes. Es lo que tiene el ser humano y cristiano que, aunque hemos sido lavados, santificados y justificados en el nombre de Cristo (1 Co 6:11) el pecado se incrusta en nuestra piel cada día.

​Personalmente os pido perdón y, por supuesto, a Dios también. Perdón porque os hemos fallado como personas, como amigos, como pastores, como familias y, sobre todo, os hemos fallado como hermanos en Cristo. Perdón porque no te conocí lo suficiente; porque no te llamé ni te visité; porque no luché por ti; porque miré para otro lado; porque sufrías y ni siquiera te pregunté. A pesar de todo esto, de corazón te pido y te animo, a que sigas peleando la buena batalla, que acabes la carrera y guardes la fe (2 Ti 4:7). 

​El siguiente versículo te lo dedico a ti, oveja olvidada:

“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).

 

Diego Iglesias - Ldo. en Teología - Sevilla (España)

 

[i] P.D. – Los nombres han sido inventados para conservar el anonimato. Los hechos y las circunstancias son totalmente reales.

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - DIEGO IGLESIAS ESCALONA - Carta abierta a las ovejas olvidadas