Anillos de oro

Él toma los fragmentos rotos de nuestras vidas, y los restaura, para conseguir algo maravilloso.

05 DE ENERO DE 2019 · 11:00

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 “El amor de Dios no demanda que yo cambie. El amor de Dios produce el cambio en mi.” Carl H. Stevens Jr.

No hace mucho le hice una entrevista a Ana Jiménez Díaz, tiene un testimonio y una vida preciosa; y me contó muchas cosas entremezcladas de su vida, su ministerio y su trabajo. Me encantó como describe el nombre de su profesión secular, “Alfarero ceramista”.

En una ocasión, una mujer me contó que cuando se comprometió con el que sería su esposo, su futuro suegro les hizo un regalo muy especial; era joyero, así que él mismo les hizo los anillos de oro para su boda. Para el de ella, utilizó unos restos de oro sin aparentemente demasiado valor; lo hizo de otros anillos a los que les había modificado el tamaño, pero en las manos de tan buen artesano, aquello se convirtió en algo precioso, y en un regalo y recuerdo,  que conserva siempre con muchísimo cariño.

Lo cierto es que, tal y como me contaba Ana Jiménez Díaz, es increíble lo que un buen maestro artesano puede hacer con algo aparentemente inservible.

Toda esta historia me recuerda a la historia del más maravilloso Alfarero que nos narra Jeremías en su capítulo 18; así es como nuestro Dios trabaja con nosotros, Él toma los fragmentos rotos de nuestras vidas, y los restaura, para conseguir algo maravilloso.

Cualquier equivocación, cualquier desastre que podamos haber hecho con nuestra vida, no termina en que Dios se deshace de nosotros; nos vuelve a tomar, y nos remodela para hacer lo que quiere de nosotras vidas, y para lo que estábamos diseñados.

¡¡Gracias Padre, porque tu Amor por mi es tan grande, que me tomas las veces que haga falta, para ser lo que tu anhelas de mi!!

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