Niños forjados a fuego

Esta época pasa y en muchas ocasiones los pequeños se tornan nuevamente en meros espectadores del drama que representamos cada día los adultos

26 DE DICIEMBRE DE 2018 · 12:00

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No vamos a descubrir ni hoy ni aquí que la infancia forja los caracteres y los valores que marcarán una vida. Según un reciente estudio de los centros Hospital del Mar y Hospital Parc Taulí, los psicópatas presentan signos de hipermaduración a raíz de situaciones vividas en la infancia. Explicaba a los medios el investigador que ha liderado el trabajo, Jesús Pujol, que “el psicópata puede ser el resultado de un estrés emocional en las primeras fases de la vida, que provoca la hipermaduración de las estructuras del cerebro implicadas en los sentimientos y la toma de decisiones”.

Esto, lógicamente, es un caso extremo, pero que viene a dar la razón, cómo no, a la Biblia. ¿Necesitáis que cite el versículo? Apuesto a que no. Lo que vivimos en la infancia queda grabado a fuego en el corazón, sólo hace falta asomarnos a esos recuerdos para darnos cuenta de ello pero, cuidado, quizá te den vértigo.

Este año unos 70 niños de menos de tres años han pasado el 25 de diciembre entre rejas y no, no es que sean extremadamente precoces de lo ilegal sino que lo pasan al lado de sus madres que están cumpliendo condena en algún centro de nuestro país. Una situación muy dura que hay entidades que tratan de paliar con esfuerzo e imaginación, y que por supuesto examinaremos más a fondo en otro artículo. La cuestión es que a partir de los 3 años ya no pueden continuar en el centro con sus madres porque los que saben de estas cosas consideran que ese recuerdo quedará demasiado marcado en sus memorias.

Así es, las experiencias y las situaciones vividas en la infancia tienen un papel crucial en nuestro desarrollo. Uno de esos recuerdos que por siempre perduran tiene que ver en cómo hemos celebrado la Navidad. Esta es, sin duda, la época en que los niños están más en el centro de nuestras prioridades, ya sea por tristes motivos comerciales, como nos recuerda cada día Disney Channel; o por otros más nobles, como la iniciativa de Samaritan Purse y su Operación Niño de la Navidad: el año pasado salieron más de 40.000 cajas solidarias desde España a niños con pocos recursos.

Sin embargo, esta época pasa y en muchas ocasiones los pequeños se tornan nuevamente en meros espectadores del drama que representamos cada día los adultos. Un teatro que ellos ven, absorben y por supuesto aprenden a interpretar por ellos mismos antes de lo que nos gustaría. Un día vemos a un futbolista visitando un hospital de niños y dos días después nos lo encontramos tratando de engañar en el terreno de juego. Hoy nuestros niños ocupan el centro del programa de la iglesia, y mañana hacen demasiado ruido.

Para mantener el foco puesto en los niños y reflexionar sobre su papel como parte de la propia iglesia, la Alianza Evangélica Española ha planteado el reto de centrar en este 2019 nuestra mirada en esas fases tempranas de la existencia. Jesús dejó claro que niños y adultos tienen la misma necesidad de acercarse a él. No sólo eso, también nos advirtió de que los adultos tenemos lecciones por aprender de nuestros pequeños, una de ellas: la humildad.

Dentro de este marco que nos propone la Alianza, una de las grandes iniciativas de este año es reunir en un mismo lugar todas aquellas personas y entidades del entorno evangélico que trabajan a favor de la infancia. Un congreso, el Min19, que promete ser revolucionario, empezando por contar con los niños como parte integral del mismo. En este ámbito, las familias deberíamos ser las primeras en tomarnos en serio esta cuestión: hay muchas herramientas y dones en la iglesia, muchos ministerios y proyectos para instruir a nuestros hijos, pero el privilegio de asumir esa máxima responsabilidad es de los padres.

En el caminar y crecer de nuestros hijos se cruzarán escuelas dominicales, campamentos, ministerios infantiles y juveniles, la escuela, la iglesia y un largo etcétera. La familia, sin embargo, es pilar fundamental de su desarrollo. Así que cómo familias deberíamos tejer complicidades con aquellos que sienten el llamado a servir a nuestros hijos. Apoyarnos en ellos y apoyarles. Dejarnos ministrar y ministrarles. Servir y ser servidos. Hay que sumar fuerzas y visión para la nueva generación.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - En Familia - Niños forjados a fuego