Vox populi, vox dei

Meditando desde las guías de luz espiritual, se aprendería que la democracia es algo muy lejano de la zorrería, el descaro, la preferencia del propio bien o, a lo sumo, del propio partido, del negociado a espaldas del pueblo de intereses opuestos.

09 DE DICIEMBRE DE 2018 · 07:00

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La expresión vox populi, vox Dei (en latín, literalmente, “la voz del pueblo, la voz de Dios) significa que “la opinión popular de la gente ordinaria revela la voluntad de Dios y debe obedecerse”; o sirve para indicar que, sean o no acertadas, las creencias populares se imponen por su fuerza irresistible, y no es prudente oponerse a ellas, y si un cristiano con convicciones rechaza este criterio, se le tilda o bien de retrasado a los tiempos o peligroso conservador.  

“Desde el Corazón” sé muy bien que tal tópico no tiene fundamento bíblico alguno, bien que me gusta la referencia del Profeta Isaías cuando escribe “voz de alboroto viene de la ciudad; una voz sale del templo: la voz del Señor que da el pago a sus enemigos” (Isaías 66:6). Y si alguna vez a algún político –ganador, naturalmente, porque todos se consideran ganadores aunque hayan perdido- se le ocurre decir vox populi, vox Dei está, como mínimo, mintiendo. Bien que este “aprendiz de escribidor” observa y por tanto aprende, que hoy los políticos ya no usan el tópico vox populi, vox Dei ni siquiera la afirmación del ilustre Séneca crede mihi, sacra populi lingua est (“créeme, sagrada es la lengua del pueblo”), esta pretendida idea, de que en el negocio de las elecciones, el pueblo ha hablado, y entonces se afirma la amante mantenida: “La Democracia” y me produce escalofríos comprobar que en los discursos de los políticos, al anhelo de ser los salvadores de la tierra y alcanzar el poder, no mencionan ni una sola vez de forma justa y coherente, la palabra Dios, la palabra Ley de Dios, fundamento de todas las leyes, de todas las éticas y la justicia para bien vivir. Y el escalofrío me aumenta cuando advertimos, que todos los candidatos se reprochan unos a otros por cientos de detalles, pero ninguno recrimina a nadie el no tener referencia alguna al Dios Creador, Proveedor Justo y de la Ética sana que a todos les falta.

Si a esto se añade que los políticos cumplen mucho menos de lo que prometen, nos queda un poco el consuelo de tontos, que al menos en el campo de Dios no seremos timados por los nuevos gabinetes que surjan.

Ahora mismo tras unas recientes elecciones, en las que los que creen representar la vox populi sin confiar casi ninguno de ellos en Dei han alborotado en esas hermosas tierras que describe CERNUDA como “el Sur es un desierto que llora mientras canta” y han mitineado de todo lo humano y nada de lo divino. Han conferenciado de promesas, de quienes deben gobernar, de quienes son los mejores y quienes no lo son, que no se pactara con los contrarios, y muchas cosas más que se cocinan sólo en los despachos; pero no he leído que se hable de verdad para el pueblo, para que este oiga, que el progreso de Andalucía siempre ha coincidido en todas las épocas con la agricultura, y por tanto, la tierra andaluza debe ser para el trabajador andaluz. Que se obligue a los terratenientes a tener trabajadores fijos bien pagados y tierras en cultivo, a la par que los productos del campo andaluz permanezcan en Andalucía y se levanten fábricas que allí los elaboren y transformen. ¿Se redistribuirá la tierra como ‑vox Dei‑ manda, porque ciertamente es norma de Dios? y en todo caso no he leído que los políticos hablaran mucho de que los criterios que por allí abundan, sin mencionar los ERES y otras zarandajas‑ no coinciden con los de la sociabilidad.

Pero reconozco que no es lo mío juzgar lo que los mediocres estrategas con sus paños calientes, las hermosas frases, el goteo de limosnas y las vanas promesas que no arreglan nada, van dejando caer en unas tierras, que el poeta describe como: “la lluvia allí no es más que una rosa entreabierta/su niebla misma ríe, risa blanca en el viento./Su oscuridad, su luz son bellezas iguales. No, no es lo mío, pero sí puede serlo, el señalar que la tan repetida consigna de “Democracia” en boca de los señores de los Partidos, si no tiene como uno de los fines la convivencia, acaba siempre en la soledad, o en un unos contra otros. ¿Es que acaso no es evidencia que cuando una coalición desciende de su sueño de votos, manda salir a la calle a los que vociferan: “¡sin piernas y sin brazos,/los fascistas a pedazos!?”; ¡qué falta de principios divinos!; ¡qué rencor y furia!; cómo se nota que nuestros políticos no tienen más de cuatro o cinco ideas de cultura y ética bíblica y sean remisos ante la posibilidad de tener que decir: “esto dice la Ley de Dios, madre y maestra de todos los fundamentos cívicos, morales y espirituales”. Y lo curioso es cuando llaman a los votantes a la jornada de reflexión y “Desde el Corazón” me sonrío para mis adentros ¿qué entenderán por reflexión?; ¿lo habrán hecho alguna vez en el estricto sentido de este verbo: “considerar con atención y meditación o detenidamente una cosa, para estudiarla y comprenderla bien”? y nadie negará que en esta meditación exista implícitamente un sentido de interiorización, de espiritualidad. Y meditando desde las guías de luz espiritual, se aprendería que la democracia es algo muy lejano de la zorrería, el descaro, la preferencia del propio bien o, a lo sumo, del propio partido, del negociado a espaldas del pueblo de intereses opuestos. Y el tiempo me falta para demostrar que la VOX POPULI no es VOX DEI ni por asomo, ni mucho menos la de los políticos; en donde se parapetan tres especies: los materialistas, que buscan el placer y la satisfacción; los esforzados, que procuran el honor y la fama, y los sabios, cultos y respetuosos de los inigualables consejos de Dios, y que a Él tratan de complacer en primer lugar; a estos hay que considerar.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Vox populi, vox dei