Primo Levi y la responsabilidad en el mal ajeno

“El concepto ‘zona gris’ implica que la fortuna de unos es el infortunio de otros, que la vida buena para unos es mala para otros”, dice David Galcerà, miembro del seminario del Instituto de Filosofía del CSIC, que ha estudiado la obra del autor judío.

BARCELONA · 05 DE DICIEMBRE DE 2018 · 13:00

Primo Levi en 1960. / Wikimedia Commons,
Primo Levi en 1960. / Wikimedia Commons

Este 2018 se cumple un siglo del fin de la Primera Guerra Mundial. Un conflicto cuyo armisticio y gestión de la paz daría pie, aparte de otros elementos, al crecimiento del nacionalsocialismo en Alemania, hasta la toma de poder de Hitler en 1933 y la posterior Segunda Guerra Mundial. Contexto en el que se desarrolla el holocausto judío a través de campos de concentración y de exterminio, como Buchenwald, Treblinka o Auschwitz-Birkenau.

En el último pasó más de un año Primo Levi, un químico judío de Turín conocido por ser el autor de la Trilogía de Auschwitz. En los tres tomos que forman esta obra, Levi relata las consecuencias físicas de la rutina en el campo, así como las implicaciones morales de todo aquel sistema de muerte y la huella que dejó en las relaciones humanas

 

Portada de La pregunta por el hombre: Primo Levi y la zona gris, de David Galcerà. / Editorial Anthropos

“En Si esto es un hombre, su primera obra, Levi se centra en la deshumanización física del ser humano. Sin embargo, poco a poco su reflexión se desplaza hacia la figura de quien en esas circunstancias colabora con el enemigo para ganar un poco más de tiempo o condiciones de vida”, explica David Galcerà, doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, diplomado en Filología y miembro del seminario del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Galcerà, que ha investigado la cuestión del holocausto, ha escrito varios libros sobre este tema. El último, publicado en 2016, es La pregunta por el hombre: Primo Levi y la zona gris y se concentra en la manipulación del mal y el desarraigo del prójimo. 

 

EL MAL VISTO POR UN AMIGO DE VALDENSES

Según explica Galcerà, Levi mantuvo una estrecha relación intelectual y de amistad con un sector protestante del Piamonte. “Recuerda en ocasiones las canciones de los valdenses, con una herencia muy rica en la zona y que, a diferencia de la mayoría de evangélicos en Alemania, ayudaron mucho a los judíos en la época de la persecución, en los últimos años del fascismo. Colaboró en la revista La Luce de los valdenses para hablar sobre su experiencia en Auschwitz. El pastor Giovanni Platone me confesó que guarda un grato recuerdo de la figura de Primo Levi”, asegura. 

La obra de Levi está impregnada de un sentido teológico, en tanto que es una alusión constante al mal, su naturaleza, sus apariencias, su origen y, en definitiva, su idiosincrasia. Un problema de dimensiones eternas. “La obra sobre Primo Levi nace también del interés teológico. El problema del mal aparece en la Biblia de principio a fin. Y ha preocupado a todos los teólogos, quienes intentaron a partir de los textos bíblicos explicar el origen, la naturaleza del mal o los tipos de mal. El problema del mal, sin embargo, se vuelve más difícil cuando vemos el mal excesivo, es decir, el mal que parece que escapa a toda comprensión”, señala el autor, que apunta a Dietrich Bonhoeffer y Jürgen Moltmann como algunas de las pocas excepciones que analizaron el concepto del mal en la narrativa teológica de la primera mitad del siglo XX. 

“Intentaron pensar en un Dios que no es impasible, que también padece, yendo contra la visión cristiano-platónica de un Dios que no puede sufrir. E intentaron hacer teodicea desde el punto de vista de las víctimas. En algunas explicaciones sobre Auschwitz o sobre el mal, sorprende ver que casi siempre están pensadas desde el punto de vista de los que no hemos pasado por ello, y no desde quienes lo sufrieron. Por ejemplo, se habla de lo que el mal nos puede enseñar, sobre las causas espirituales, pero siempre es pensando en nosotros como espectadores. Tampoco se ha profundizado en qué falló el cristianismo en Europa, si hay algo en la manera de entender y practicar la fe que contribuyera o allanara el camino a las políticas deshumanizadoras”, añade Galcerà, que matiza que su libro “no es un libro cristiano, aunque traspire valores cristianos”. 

 

AUSCHWITZ Y LAS RESPONSABILIDAD SOBRE LOS DEMÁS

Levi comienza Si esto es un hombre, el primer libro de la trilogía, haciendo una interpelación directa al lector. “Los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas, los que os encontráis, al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos […] pensad que esto ha sucedido”. 

Para Galcerà, Auschwitz, tal y como lo refleja Levi en su obra, supone un reto capital al planteamiento cristiano de la dignidad humana. “Sólo somos seres humanos en cuanto somos con el otro. Es decir, no es que somos seres humanos y luego nos relacionamos con el otro, sino que sólo somos seres humanos en cuanto que entramos en esa relación con los otros. Y eso es lo que significa ser creados a imagen y semejanza divina. Siempre se ha buscado esa semejanza en el intelecto, en el ser morales, etc. Sin negar todo esto, creo que la esencia de esa imagen es que somos seres relacionales, como lo es Dios mismo”, afirma. 

Prefiere, sin embargo, hablar de “imagen de Dios” porque considera que el concepto de dignidad está ligado a una interpretación negativa extendida en una parte de la civilización. “En la tradición occidental la dignidad o el valor también es algo que se gana en cuanto que uno lucha contra las adversidades y las vence. El derrotado, la víctima ¿qué dignidad tiene si ha perdido?”, se pregunta. 

“Sería deseable entender la dignidad en el sentido de seres creados conforme a la imagen y semejanza de Dios y de que en último término siempre tendremos valor en cuanto que Dios está por nosotros. Por ello, en un sentido pleno de la palabra, sólo se puede hablar de dignidad para hablar de Cristo, como en el Apocalipsis, porque el cordero, la víctima, ha luchado y ha vencido. En cualquier caso, hablemos de la dignidad del hombre  o de su semejanza con Dios, es evidente que después de Auschwitz somos más conscientes de lo que el hombre es capaz de hacer al hombre; y de que deshumanizarlo ideológicamente, conceptualmente, es el paso previo a su eliminación. Ya Jesús advirtió que el que odia al hermano ya lo está matando”, añade. 

 

Entrada al campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia / Wikimedia Commons

LA ‘ZONA GRIS’, LA CONFUSIÓN DEL MAL

En La zona gris, Tim Blake relata la historia de unos prisioneros judíos de Auschwitz que trabajan como operarios de las cámaras de gas y de los hornos crematorios y que deciden amotinarse. La película recibe influencia del último libro que compone la trilogía de Levi sobre Auschwitz, Los hundidos y los salvados

La idea de la zona gris es utilizada por Levi para referirse a los judíos que recibían el favor de los nazis en los “campos de destrucción”, como expresa el propio autor italiano, a cambio de trabajos contra sus propios compatriotas, como guiarles a las cámaras de gas engañándoles o incinerando sus cuerpos en los hornos crematorios. “Eso no sucedía en todos los campos, sino que sólo sucedió en los campos que fueron destinados al exterminio. Pero allí Levi ve que, más allá del objetivo principal de destruir a los judíos, estaba también el deseo de humillarlos, de deshumanizarlos moralmente. Como expresa muy bien el autor, lo que pretendían los nazis era convertir a los judíos en cómplices de sus crímenes, en el Caín de sus hermanos. Esa es la perfidia mayor del nazismo, que intentó contaminar moralmente a sus propias víctimas para así aligerar la culpa del verdugo”, remarca Galcerà. 

El autor alerta de la posibilidad de extrapolar injustamente este concepto a otras situaciones o momentos históricos. “Como dice Levi, debemos pensar que la situación moral allí está ‘más acá del bien y del mal’, es decir, allí se vive una situación de caos previo a cualquier orden moral”. Sin embargo, el investigador encuentra una relación entre el concepto de ‘zona gris’ amplificado y la idea del desarraigo del prójimo. Lo que es, ya de por sí, el mal. “El término ‘zona gris’, en ese sentido amplio, implica que la fortuna de unos es el infortunio de otros, que la vida buena para unos es mala para otros. Es decir, todos estamos implicados en el mal de los otros”, destaca apuntando al colonialismo, la esclavitud o las desigualdades. “El mal social, histórico, es condenado por Dios. Y es una injusticia antes que un orden establecido por Él. Y, como en la ‘zona gris’, y por desgracia esto ha sucedido históricamente en la reflexión teológica, corremos el peligro de pretender que los excluidos y marginados sean culpables de su situación”, lamenta.

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