Una peonza, una trompeta y un par de calcetines

Hablemos de una realidad de la que pocos se atreven a hablar: el chantaje navideño. 

28 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 19:47

Santa Claus, ¿el corazón de la Navidad? / Guilherme Stecanella en Unsplash (CC0),
Santa Claus, ¿el corazón de la Navidad? / Guilherme Stecanella en Unsplash (CC0)

No sé cuántos recordarán la enternecedora historia del niño de la peonza, la trompeta y el par de calcetines que inmortalizó el programa de radio Gomaespuma hace ya unos cuantos años. Un niño decide escribirle una carta a Santa Claus el 26 de diciembre para aclarar algunos asuntos respecto a los regalos. Si no sabéis de lo que hablo, preguntádselo a Google, como siempre. Una broma de radio que funciona muy bien porque describe una realidad de la que pocos se atreven a hablar: el chantaje navideño. 

Aquí, el pequeño protagonista relata que se ha portado tan bien como ha sabido y podido durante los largos 365 días del año con la vista puesta en la preciada recompensa navideña que llega en forma de regalos. Así, después de tamaño esfuerzo se encuentra el día 25 de diciembre con una serie de artefactos bajo el árbol que nada tienen que ver con las ilusiones que tenía. El drama crece por momentos cuándo observa cómo prosperan los impíos, en este caso otro niño vecino suyo que describe como “respondón, maleducado y desobediente”; al que Papá Noel le ha colmado con los más preciados presentes que un niño pudiera desear. Y así es. El chaval no entiende nada y carga las tintas contra el duende escandinavo, y su dudosa manera de medir las buenas acciones de los niños. A todas luces, una injusticia desde su perspectiva.

Esta es la Navidad tal y como se la hemos vendido a nuestros niños, una suerte de conspiración a escala global en la cuál tenemos que disimular, inventar y mentir para mantener una ilusión que, a la postre, no aporta ningún beneficio real para los niños. ¿Has sido bueno? Es la pregunta mágica que resuena en la cabeza de los niños y les enseñamos a decir que sí para así, tener una compensación en forma de regalos. ¿Soy muy exagerado? Volvamos al ejemplo del chaval. No es más que una broma de radio pero que encierra de forma clara y realista como funciona la mente de un niño, y cómo entiende la Navidad y lo que representa. Y si aún no lo ves, pregunta cualquier niño pequeño por qué tiene regalos el 25 de diciembre, a ver qué respuesta nos dan. 

 

AHORA, UNA LOCURA

Ahora vamos a imaginar una completa locura. Piensa por un momento que le preguntas al niño en cuestión el motivo de los regalos de Navidad y te contesta: Porque mis padres me aman, a pesar de que a veces me pueda portar mal. ¡Qué barbaridad! ¡Que un niño entienda que sus padres le aman pase lo que pase durante el año! Una locura, una auténtica revolución. Mejor que piense que debe hacer una serie de tareas para que el mago nórdico le traiga una peonza, una trompeta y un par de calcetines. 

Los cristianos podemos tomarnos la Navidad como un circo comercial sin más o como una buena excusa para recordar el nacimiento de Jesús. Si optamos por la segunda forma de entender la fiesta del 25 del diciembre sería bueno centrarnos en la verdad que encarna Jesús: que siendo aún pecadores, Cristo vino al mundo para morir por nosotros. Dios con nosotros. 

No hay nada más grande para celebrar en la Navidad: no es por méritos, no es por nosotros, no es por actitudes, es por Su amor. Entender y explicar esto a nuestros hijos de una forma práctica es el mejor recuerdo que les podemos dejar de la Navidad. Es atreverse a salir de un circo consumista y sin sentido, y darle todo el honor a Jesús. Tratamos de amar sin condiciones, porque Él nos amó primero. Ese es el regalo, esa es la piedra preciosa que podemos regalar a nuestros hijos. 

Ahora quién es el guapo que se atreve a decirle a sus hijos que no hay Santa Claus, sólo se trata de amor.

 

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