Una vida de siembra: Mariano San León

Vuelvo a rescatar esa obra poética de D. Mariano San León que, en verso, nos retrata al poeta y maestro, pastor, padre y esposo entregado.

11 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 08:00

Portada de la Obra Poética de M. San León y Hondo Misterio. / J. Alencar,
Portada de la Obra Poética de M. San León y Hondo Misterio. / J. Alencar

Hace algunos días, asistí al XV Encuentro ‘Los Poetas y Dios’, que es organizado en Toral de los Guzmanes (León) desde hace quince años por la Asociación Cultural Evangélica ‘Eduardo Turrall’, con el patrocinio del Ayuntamiento de esta localidad. Durante uno de los actos, escuché los versos de otro sembrador de palabras en verso como lo fue Mariano San León. Y recordé que hace unos años, dentro del marco de estos encuentros, se homenajeó al maestro y poeta San León, contándose en esa ocasión con la asistencia de sus familiares, quienes obsequiaron a los asistentes los dos volúmenes que recopilan gran parte de sus poemas e himnos. La obra se intitula: Vida de siembra, siembra de vida (Ediciones EVANA, 1985). Ese mismo año también se editó una plaqueta, “Hondo Misterio” (Betesda Ediciones), con una breve presentación y selección de poemas de Alfredo Pérez Alencart.

Así que vuelvo a rescatar esa obra poética de D. Mariano San León que, en verso, nos retrata al poeta y maestro, pastor, padre y esposo entregado… quien, cual Quijote, en su cabalgadura recorrió España, pero, sobre todo, se encarnó en la Vieja Castilla. Interesante es leer en el Prefacio de los editores de la citada obra, que el poeta Santos García Rituerto fue el encargado de leer los manuscritos de San León, entusiasmándose de tal manera que el proyecto salió adelante y se materializó en estos dos volúmenes. También aportaron su colaboración los familiares y algunos hermanos como Juan Solé Herrera, quien redactó la Nota  biográfica, y Pedro Gelabert. Además, la Comisión Consultiva y de Información de las Asambleas de Hermanos apoyó el proyecto, gesto importante en esa tarea de reconocer la obra de aquellos que dedicaron su vida a la difusión de la Palabra. Acertadamente, en el Prólogo, García Rituerto nos desmenuza cada una de las secciones de esta obra, en la que se incluyen composiciones inéditas del poeta, y una selección de algunos de sus himnos que aún se cantan en nuestras iglesias.

Mariano San León nació en Valladolid, el 29 de julio de 1898, y murió en Barcelona, el 11 de marzo de 1963. Dice en la Nota biográfica escrita por Juan Solé: 

“… Sintió y vivió el lacerante equívoco nacional que envolvía el albor de sus días y que le acompañó a lo largo de su vida. Solo a los dieciocho días del nacimiento de Mariano San León, Francisco Silvela escribía acerca de la desastrosa situación colonial: ‘Todos esperaban y temían algún estremecimiento popular; solo se advierte una nube general de silenciosa tristeza que presta como un fondo gris al cuadro, pero sin alterar vida, costumbres, ni diversiones, ni sumisión al que sin saber por qué ni para qué le toque ocupar el Gobierno... (El Tiempo, Madrid, 16 de agosto de 1898)”.

Ese será el entorno en el que irá creciendo, en medio de los avatares de su época. Su padre muere antes de su sexto cumpleaños. Mueren también dos de los cinco hermanos. Los tres hermanos inician una nueva andadura, primero por un colegio del Ayuntamiento, luego por un colegio religioso católico, y, más tarde, en un colegio evangélico, circunstancia esta, comenta Solé, “que lleva a la madre de San León al conocimiento de la fe cristiana evangélica”, que será “el germen de su vocación y formación cristianas”. El hecho de cursar sus estudios en un colegio evangélico, que hoy consideraríamos de lo más normal, pues gozamos de mayor apertura en materia religiosa, para él constituirá un problema a la hora de ser admitido en la Escuela Normal del Magisterio, en 1913. El joven se encuentra con la presión de la Iglesia Católica cuando uno de los catedráticos informa al cura de la parroquia que ha ingresado en la Escuela. Comenta Juan Solé que la gestión de don Federico Gray será fundamental para la admisión, gracias a su cercanía al rector de la Universidad. Señala que San León concluye sus estudios a los diecinueve años, en 1917, después de ir aprobando con las mínimas puntuaciones, ya que así se castigaba la fidelidad evangélica.

Desde 1908 asistía a los cultos junto a su madre y sus hermanos, y se dice que ya iba colaborando en el ministerio. Mas su ocupación fue en el Colegio Evangélico, cuya dirección estuvo a su cargo hasta la Guerra Civil. Se casa con Encarnación Gil en 1930, quien también intentó acceder en el Magisterio, pero sin resultados positivos, gracias a su condición de protestante que había cursado estudios en el Colegio Evangélico. 

Son unas breves pinceladas sobre estos años que intercalaban la alegría con la tristeza, en los que en vez de languidecer cogía fuerzas para desterrar apegos y tener como prioridad su compromiso con la Missio Dei. La prueba tiene lugar cuando, al iniciarse la contienda civil, cierran el colegio que dirigía. Al ser informado de que podía volver a abrir las puertas de la institución educativa siempre que colocara crucifijos en las aulas y llevara a los niños a la misa los domingos, no accedió, a pesar de tener que subsistir con clases particulares o algún trabajo artesano. Su castigo alcanzaba aun a los que habían sido enseñados por él: suspendían.

Leyendo las líneas tejidas por Solé, deduzco que los planes de Dios para él eran los de recorrer la geografía española atendiendo las necesidades de las iglesias, pues es fácil imaginarse las estrecheces de la época. Cuánta hambre de pan y de Palabra. Se necesitaban valientes dispuestos al sacrificio, al compromiso, algo que hoy ¿no necesitamos? Dice Solé que el diecinueve de abril de 1942 era encomendado por las iglesias de Castilla y León. Como si fuera poco, pesaba sobre él la preocupación por las iglesias, podemos decir, recordando las palabras paulinas.

 

 

¡OH, CASTILLA!

Encariñan, ¡oh Castilla!, 

la línea de tus senderos, 

el surco de tus ribazos 

con sus zarzales y almendros, 

tus corrientes sosegadas 

y tus regatillos secos, 

tus arboledas aisladas 

en medio del campo inmenso, 

la mancha de tus trigales, 

la mancha de tus viñedos, 

como la de tus pinares, 

como la de tus barbechos, 

el azul de tus colinas 

y la anchura de tu cielo. 

El gesto de tus castillos, 

el habla de tus labriegos, 

el trabajo de tus hijos 

y la ciencia de tus viejos. 

Las páginas de tu historia, 

tus visiones y tus sueños, 

la esperanza que te anima, 

la fe que hoy arde en tu pecho, 

la que, engañada, escondiste 

cuando otros te mintieron.

 

¡Pueblo grande, oh Castilla! 

Tiene los más anchos cielos, 

los más amplios horizontes, 

más dilatados senderos, 

gesto, el más noble en la Historia, 

y el más armonioso verbo.

 

Transitaré, tierra amada, 

transitaré tus senderos.

Quiero ver cómo sacudes 

tu ya prolongado sueño, 

quiero ver cómo resurgen 

tu Cid y tus Comuneros, 

tus Julianillos Hernández 

sembrando luz en tu pueblo, 

tus seguidores de Cristo, 

tus Cazallas y Herrezuelos. 

Quiero ver, roto el crisol 

y llegado ya el momento, 

los que hallada la Verdad, 

participante te hicieron.

 

Eres grande y eres noble 

mas tus hijos están ciegos. 

Piensa en ti, pobre Castilla, 

piensa en ti por un momento, 

que eres ciega para ver 

la verdad del Evangelio.

 

Cuántos pensamientos y sentimientos se fueron gestando en estos días con sus noches para luego brotar en poemas e himnos. Quizá este fue el maná enviado para resistir su andadura y lucha contra tantos molinos de viento. Pero vencía el gozo, como el de Pablo, de Silas y de tantos otros que cantaban, fuera en la cárcel o antes de sucumbir entre las llamas. Hoy siguen cantando, pues el relevo continúa, pareciera que llega la desesperanza y de nuevo oímos las voces que no han sido silenciadas.

 

EL PASTOR

La nieve ha borrado 

del todo la senda. 

¡Ay de tu rebaño 

si la noche llega!

 

Se ve en la negrura 

el ojo del lobo. 

¡Tu pobre rebaño 

perdió su reposo!

 

Cuchillo de hielo 

se hace su aullido. 

El balar, qué triste, 

de tus corderillos.

 

Traición en el bosque, 

traicionan las sombras. 

¡Qué largas, el miedo 

les hace las horas!

 

Mas veo tu rostro 

tranquilo y sereno. 

Te veo más alto, 

más fuerte y más dueño

 

de nieves y sombras, 

de sendas y lobos, 

de horas amargas, 

de instantes penosos.

 

Tu voz me parece 

más tuya y más llena 

de tierno cariño, 

de gracia y de fuerza.

 

Tú sabes que pronto 

vendrá la alborada 

tiñendo los cielos 

de luz sonrosada,

 

ungiendo los ojos, 

besando las almas, 

trayendo un rocío 

de paz y de calma.

 

Dejando la noche 

del todo vencida 

y tu grey amada 

segura y tranquila.

 

Decidió vivir modestamente para no renegar de sus principios sustentados en su Manual de instrucciones. Percibimos que tuvo apoyo por parte de su familia, algo vital para los que deciden adentrarse en los recovecos de los ministerios que exigen entrega.  

 

¿DE QUÉ TE SIRVE?

La vida del hombre 

no consiste en la abundancia 

de los bienes que posee

 

(SAN JUAN)

 

 

¿De qué te sirve la lluvia

de oro que te visita

y hace madurar el fruto

del huerto que tú cultivas,

si desconoces la mano

que tales dones te envía?

 

¿De qué te sirve la nube

deshecha en limpios cristales

que da canción a tu fuente

y aromas a tus rosales,

si muere de sed tu alma

cautiva en lazos carnales?

 

¿De qué te sirve la noche

cuajada de pedrería

si es mirada de los Cielos

que jamás al pobre olvidan,

si para ti tal mirada

es inconsciente y es fría?

 

¿De qué te sirve el pan blanco

que nunca falta en tu mesa

y el vaso que cual topacios

liquidados centellea,

si tienes a tu hermano

muriendo de hambre a tu puerta?

 

¿Cómo podía con todo? La respuesta era esa dependencia del Todopoderoso que no cambia, cuyo sí es sí y su no es no, que no tortura con la incertidumbre innecesaria. Por eso se dejaba llevar:

 

TODO EN TU MANO

En tu mano, Señor, mi ventura;

en tu mano, Señor, mi camino;

en tu mano está mi esperanza,

mi esperanza, mi gloria, mi sino.

 

En tu mano, Señor, mi firmeza;

en tu mano mi fin y destino,

en tu mano mi bien y ventura,

de tu mano mi senda camino

 

No fue necesario que le dijeran que la Misión era integral. Seguro que desde el mismo momento que dejó todo atrás para seguir al Buen Pastor supo que las necesidades del hombre eran no solo espirituales, sino también sociales, físicas, de techo, de emociones, de abrazo… Para ello es necesario hacerse uno con el otro, comer con él, sentir con él, tocar su lepra, quitarle las escamas de los ojos, sacrificar el día de reposo, partir juntos el pan…

 

SOY HOMBRE

Soy hombre y cada hombre

es mi hermano.

El que lleva en su frente el sello de la vida

y el que yace en su propia celda condenado;

el que me niega una mirada

y el que me brinda la fuerza de su brazo;

el que llama temblando a mi puerta

y el que vive en regalo;

el que cruza cantando la floresta

y el que sube la cuesta de un calvario:

en su ser tal vez aniden igualmente

idénticos gusanos.

 

El rencor del indigente

y el amargor del saciado

mas de una vez clavados en mi pecho

los sentí como dardos.

Y la llaga que los ojos miran

y la que esconde fino y blanco paño

quisiera ver sanadas

por una misma Mano.

 

¿Se olvidaron -¡oh Cristo!- de tus palabras

selladas con la sangre del Calvario?

¿Lo que son tus brazos extendidos

Y tu voz al decir: “Amaos,

que uno es vuestro Padre

y todos vosotros sois hermanos”?

 

¡Por qué sus ojos brillan con fulgores de Infierno

y sus dientes castañean blancos y afilados?

lobos y perros en su maldad se hicieron

¡y así la vida van atravesando!

 

¡Oh, si se hundieran con su ceguera las mansiones!

¡Si se hundieran con su ceguera las cabañas!

¡Y esta pobre humanidad que hiede,

la pobre humanidad que se engusana

respondiera a la Voz de Cristo

que a nueva vida llama!...

 

¡Oh pueblos que amáis la Verdad y la Justicia!

¡¡¡ Desatadla!!!

 

FRATERNIDAD

Llena tu vaso. Sediento

hoy uno de tus hermanos

tras fatigosa jornada

se va a tu puerta acercando.

 

Pon blanco pan en tu mesa,

aviva la roja llama,

templa el arpa; viene hambriento

y el alma trae llagada.

 

Sal a tu umbral, que no tenga 

que herir sus fríos nudillos.

Es tu hermano y esta noche

busca a tu lado cobijo.

 

Si te cuenta su calvario

óyele con simpatía;

hay un bálsamo en tu mano

para todas sus heridas.

 

Y mañana, cuando el alba

despunte, si es su deseo,

déjale seguir su ruta

del bien de tu casa lleno.

 

Resalto esa vida itinerante por nuestra geografía. Tierras de secano, de nieves, de frío o calor intenso. De caminos difíciles, pues los testimonios de la época hablan del barro de las calles, de luces tenues de lámparas eléctricas de diez vatios que a veces estaban apagadas por que había viento, o porque había demasiada agua en el río, o porque estaba demasiado seco… Mucha falta de escuela, de mínimas comodidades. Viajando tal vez en burro, a pie o en alguna moto los más afortunados. Repasar estos hechos nos hace recordar a Jesús, quien se movía entre el pueblo, entre el polvo, atendía sus necesidades; dice en Mateo 9.35: "Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia". Fue alguien que tuvo compasión de las ovejas sin pastor, y que tuvo una denuncia profética tal como lo habían hecho los antiguos profetas: “¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!” (Isaías 10.1-3).

 

POBRES REBAÑOS!

Los hombres, ¡pobres ovejas! 

¿Naciones? ¡Pobres rebaños 

en una noche sin luna 

pastoreados 

por ilusos o ladrones, 

ineptos o asalariados!

 

Una vez llegó el Pastor, 

¡le asesinaron!

 

Ha de volver, mas la hora 

no ha llegado.

Cuando Él llegue habrá un día, 

habrá un Pastor 

y un rebaño.

¡Ay, vosotros que os hicisteis 

ganaderos del rebaño, 

con tiaras y coronas, 

con chisteras y con cascos!

 

¡El Gran Pastor os conoce, 

en su Libro estáis marcados!

 

Jesús miró a las gentes con compasión, por eso iba enseñando, predicando y curando; transformaba a las personas en todas las áreas de su vida. Restauraba las vidas, les devolvía su dignidad. Y esto tenía una repercusión en las estructuras sociales. Y ese es el modelo que nos dejó. Ése es el poder del Evangelio. Restaurar vidas, abrir las puertas de la gran reconciliación entre Dios y el hombre para traer vida y más vida. Pienso que así lo entendió Mariano San León cuando hizo de la siembra su vida aspirando a esa herencia futura: “Peregrino me hiciste, / sembrador y soldado. / Una Patria me diste / y una bella canción: / la canción del que lucha, / la canción del que siembra, / la canción del que tiene / su herencia en Sion”.

Mostrar al peregrino que no está solo, para que pueda esperar un poquito más, hasta que Él vuelva… 

 

DADME AMOR PAR EL CAMINO

Dadme amor para el camino:

poco importa si el sendero

se nos hunde en negro valle

o se nos hace desierto.

No si el hogar está frío, 

ni si el hogar está lejos,

ni si el hogar está pobre;

llegaré pronto y contento.

Cruzados ya sus umbrales

nada echaré de menos.

 

Dame amor para el camino:

llegaré pronto y contento.

El amor será una brasa

y el amor hará un recuerdo

feliz de cada jornada

y de cada sufrimiento.

El amor se hará una vida,

un latir puro e intenso.

El amor se hará riqueza

y el hogar humilde ¡un cielo!

 

Dadme amor para el camino,

llegaré pronto y contento

y nada, el umbral cruzado,

¡nada echaré de menos!

 

PEREGRINO, SEMBRADOR Y SOLDADO

Peregrino me hiciste, 

sembrador y soldado. 

Una Patria me diste 

y una bella canción: 

la canción del que lucha, 

la canción del que siembra, 

la canción del que tiene 

su herencia en Sion.

 

Y estos días de marcha 

a través de las gentes, 

con un salmo en los labios 

y una limpia visión, 

me desprenden de Egipto 

con su yugo y su barro, 

con su triste destino 

y su vil condición.

 

Es la santa llamada 

del amor que no olvida, 

del amor que redime 

con completo perdón, 

de la gracia que abre 

su tesoro infinito, 

sus eternas promesas, 

su gloriosa visión.

 

¡Peregrino, Dios mío! 

¿Y tu cielo mi Patria? 

En tu casa me espera 

la feliz heredad.

Has quebrado mis yugos

Cuando libre tu Gracia

ha sanado mis llagas. 

¡Ya conozco tu paz!

 

Una tierra de muerte, 

sin semillas ni agua, 

pero voy de tu mano 

el desierto a cruzar. 

La columna de fuego 

para mí no es extraña, 

ni es extraña tu nube 

ni es sorpresa el maná.

 

Mi esperanza ya liba 

en tus fieles promesas, 

ese gozo supremo 

de la vida de fe, 

ese gozo del alma 

que atesora tu Nombre, 

esa dicha del alma 

que se goza en creer.

 

Peregrino me hiciste, 

sembrador y soldado. 

Nuevo pulso en mis venas 

tú has hecho latir. 

Ese mar de las gentes 

de tu mano he cruzado; 

Babilonia y Egipto, 

¿qué son ya para mí?

 

Mariano San León colaboraba con revistas evangélicas como Edificación Cristiana, El Camino, Constancia, El Escudriñador Bíblico, El Joven Cristiano, y también en los ‘Cuadernos de Orientación Bíblica de la Alianza Evangélica Española’. ¿Cómo con tanta dificultad se podía pensar en publicaciones? Ejemplo tenemos de hermanos que sortearon los obstáculos para difundir la Palabra. Hoy recuerdo a José Grau, Juan A. Monroy, Ernesto Trenchard, Juan Blake, entre otros, que dejaron abierta la senda de las publicaciones sin todos los medios tecnológicos y de otra índole de los que hoy gozamos. ¡Cómo funcionaba el internet de la época! Llegaba a destino porque la creatividad estaba garantizada para sortear los senderos intransitables. Como los escritos de Pablo que circulaban por Éfeso, Tesalónica, Corinto… Con intervenciones de la policía, como contó Grau en una entrevista que le hice hace algunos años: 

“Efectivamente, topamos con la censura que era obligatoria en aquel entonces para toda clase de publicaciones. Si el carácter de las mismas era religioso tenían que llevar el “Nihil obstat” del obispado católico del lugar. La censura franquista nos remitía a estos trámites que, obviamente, ningún protestante podía admitir. Esto significaba que todo lo publicado por no católicos, al carecer de dicho requisito, quedaba clasificado en la esfera de lo ilegal. Lo que llamáis un “falso pie de imprenta de Suiza” no era tan falso como tal vez alguien suponga. Correspondía a la sede de la misión que coordinaba el interés de numerosas congregaciones helvéticas en la extensión del Evangelio por medio de la página impresa en España y América Latina. Previo al juicio al que fui sometido, mi abogado trató de mediar para que el obispado retirara los cargos contra nosotros. No tuvo éxito. Estaban demasiado enfadados por el folleto sobre los “Diez mandamientos” que hicimos circular por los alrededores del cine donde se estrenó la película de Cecil B. DeMille con este título. Así que hubo juicio, confiscación y condena por la acción conjunta de ambas censuras, la franquista y la católica”.

Estimulante resultan estas experiencias de nuestros hermanos en la España de la represión, pues en medio de los obstáculos querían mantener la siembra y esos logros alcanzados durante aquellas primera y segunda Reformas. De esta última comenta J.A. Monroy en uno de sus artículos que, sobre la Transición Religiosa en España, está publicando en este medio:

“… la Segunda Reforma en España fue un éxito. En menos de un siglo se implantaron congregaciones evangélicas en casi toda la geografía española. Se fundaron clínicas y hospitales evangélicos en Madrid y Barcelona. Surgieron seminarios e institutos para la formación de pastores en Sevilla, Zaragoza, Barcelona, Madrid. La prensa protestante abundó durante la Segunda Reforma. Se fundaron unas 40 publicaciones, algunas de ellas de aparición semanal, otras mensual, trimestral, etc. En 1919 se decidió fundir todos los esfuerzos aislados en una sola revista común, España Evangélica. El primer número apareció el 29 de enero de 1920. Se publicaba semanalmente. Llegó a adquirir un gran prestigio. Contrariamente a lo que ocurre ahora, los líderes evangélicos de la Segunda Reforma dieron mucha importancia a la educación escolar. Se establecieron escuelas para niños en muchas capitales españolas. Algunos de estos centros, como El Porvenir, en Madrid y El Escorial, aún siguen educando niños. En cuanto a la población evangélica, Claudio Gutiérrez Marín dice que al estallar la guerra civil en 1936 había en España: 166 Iglesias establecidas, “sin contar los grupos pequeños y aislados”. 48 pastores ordenados y más de un centenar de evangelistas. 7.000 niños matriculados en las escuelas diarias. 22.000 miembros convertidos en el país. Un patrimonio en propiedades inmobiliarias que ascendía a seis millones de pesetas de entonces. Lo conseguido fue mucho, si tenemos en cuenta la intolerancia religiosa predominante y los escasos medios humanos y económicos disponibles”.

Al leer las líneas donde se menciona la importancia que se dio a la educación escolar, vislumbré al maestro San León desarrollando su misión en la escuela que dirigía, con esa vocación pastoral que lo apasionaba. Si son ciertas las anécdotas que se cuentan, no negaba el acceso a la escuela a los niños de escasos recursos, porque sabía que era vital la lectura y el conocimiento para crecer en todos los ámbitos de la vida. Quizá recordando al Dios que vino en forma de niño, quien, al crecer, recibió y bendijo a los niños, dejando a su equipo, entrenado durante tres años, la misión de trabajar para acercarlos a él.

 

JESÚS

Cuan hermoso resplandeces, 

¡oh Jesús! en tu humildad, 

cuando de los cielos vienes 

a salvar la humanidad. 

Tu venida nos anuncia 

dulce coro celestial: 

¡Gloria a Dios y hacia los hombres 

paz y buena voluntad!

 

Hombres doctos te rodean 

en días de tu niñez, 

asombrados te contemplan 

pasmados de tu saber.

Bien pudieron con asombro 

tus palabras escuchar 

aquellos sabios humanos: 

tu saber es celestial.

 

Hombre ya, los pequeñitos, 

en tu seno bienhechor, 

escuchan tu voz bendita, 

reciben tu bendición. 

¡Cuán felices los pequeños 

se sienten cerca de ti! 

«No les estorbéis —nos dices—, 

dejadles venir a mí.»

 

Debemos intentar conocer, informar cuando sepamos, sobre esta larga travesía de los que nos antecedieron por largos siglos. Nos animan en esta carrera que tenemos por delante. Ya sé que que no lo hicieron para recibir aplausos, pero sería edificante agradecer y valorar, pues dedicaron horas de su tiempo de descanso, sudaron en exceso y pasaron mucho susto y fuego.  Así lo hizo también San León. Señala Solé:

“La vida fue levantando sus mojones de alegría y de dolor … Con todo, su ministerio no se encogía; se ampliaba. Las Conferencias Anuales en Madrid, con su amplia convocatoria a nivel nacional, en las que participaba, contribuían a la extensión de su ministerio a lo largo y ancho de la España que tanto amó y recorrió. Invitado por la iglesia de Trafalgar, viene a Madrid a finales de 1960 (don Juan Biffen había fallecido en junio de ese mismo año), donde cubre los tres últimos años de su fecunda vida y ministerio”

 

LOS TUYOS

(Salmo 5:11-12)

 

No faltan a los tuyos 

las sanas alegrías, 

las dulces ambrosías, 

la paz del corazón. 

En días de invierno 

o noches estivales, 

en prados o eriales 

elevan su canción.

 

Señor, tú les defiendes, 

tus alas extendidas 

refugio de sus vidas 

por siempre les serán. 

Si ruge la tormenta 

o brama el enemigo, 

Señor, están contigo, 

tranquilos dormirán.

 

La gloria, tu Palabra, 

su gozo, tu gran Nombre, 

feliz aun el más pobre 

se siente en tu grey. 

Te tienen por escudo, 

desean tu presencia 

y son su pan y ciencia 

los dichos de tu Ley.

 

En ti fijan su vista 

si empuñan el arado, 

atravesando el vado 

o al surcar el mar, 

y tú, Señor, les amas 

y ricas bendiciones 

das a sus corazones 

hasta sobreabundar.

 

Bendice sus cabañas, 

aumentas sus rebaños, 

les libra de mil daños 

tu sabia dirección. 

El fruto de sus lomos 

humildes te presentan 

y sus pesares cuentan 

a ti en oración.

 

Y así los tuyos viven

felices y gozosos; 

tenaces, valerosos 

en la persecución. 

Volviendo cada día 

al cielo la mirada, 

esperan tu llegada 

en gloria, ¡oh Señor!

 

Pienso en las manos heladas por el frío invierno de Castilla, que nos escribieron ensayos, poemas, himnos, folletos, con una tinta que no fue barata; brotando desde las sencillas casas de la España rural, para dejarnos material que resistiese los vendavales del tiempo y la sinrazón, como aquellos que escribieron los de la iglesia primitiva o los reformadores del XVI, o del XIX. 

Hoy aplaudo y brindo por los que recorrieron nuestra España a pie o en mula para repartir Biblias, folletos, escondiéndose cuando llegaba la autoridad, como si fuesen los manteros de nuestra época. A aquellos que, sin medir las consecuencias, continuaban de forma clandestina traduciendo y publicando la Palabra que permanece, como si fuesen los contrabandistas de Biblias en los países donde hay persecución a causa de la fe; o como esos fotógrafos y periodistas que realizan su labor desde las trincheras o ciudades, y a veces pierden la vida. A los que tuvieron la valentía de pedir más libertad religiosa y de conciencia a pesar de que todo parecía en vano, pero al final lo consiguieron y podemos cantar. Algunos viven todavía, pero son los grandes desconocidos para los que vamos detrás.

Hoy, desde la meseta castellana, recordamos a este maestro y poeta que amó y se encarnó en su época sabiendo que había sido enviado para sembrar la parcela que le correspondía, y pudo decir antes de partir a su patria celestial: “He acabado la obra que me diste que hiciese… (Juan 17.4).

Son estas unas sencillas impresiones personales para animaros a leer sobre la vida y obra de D. Mariano San León. Y concluyo con este himno donde nos presenta a Aquel que fue el centro y motor de su peregrinaje por este mundo y más allá.

 

HONDO MISTERIO

¿Cómo en su sangre pudo haber

tanta ventura para mí,

si yo sus penas agravé

y de su muerte causa fui?

¿Hay maravilla cual su amor?

¡Morir por mí con tal dolor!

 

Hondo misterio: ¡el Inmortal

hacerse hombre y sucumbir!

En vano intenta sondear

tanto prodigio el querubín.

Mentes excelsas, ¡no inquirid!

y al Dios y Hombre bendecid.

 

Nada retiene al descender

sino su amor y caridad.

Todo lo entrega: gloria, prez,

corona, trono, majestad.

Ved redimidos, es su afán,

los tristes hijos de Adán.

 

Mi alma, atada en la prisión,

anhela redención y paz.

De pronto vierte sobre mí

la luz radiante de su faz.

Cayeron mis cadenas, vi

mi libertad ¡y le seguí!

 

¡Jesús es mío! Vivo en Él.

No temo ya condenación.

Él es mi todo, vida, luz,

justicia, paz y redención.

Me guarda el trono eternal,

por Él, corona celestial.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Una vida de siembra: Mariano San León