Me lo contaba bajito

Se sentía rara al confesarme que incluso estaba pensando en salir fuera cinco días y que, aunque iba a empezar a vivir, no se lo creía.

09 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 11:30

,

La conocí hace años, en uno de esos círculos de mujeres que se sienten bien unas con otras. Al vivir en el mismo barrio, solemos encontrarnos en las encrucijadas mañaneras, cuando cada cual va deprisa y apenas hay tiempo para saludarse brevemente, aunque a veces nos detenemos y nos contamos. 

No es una mujer anónima aunque omito su nombre. Es una mujer que, como tantas otras, ha dedicado su vida al cuidado de los demás, al de sus hijos primero y al de su esposo. Cuando este enfermó no logró con sus cuidados que se recuperase. Enseguida le llegó el turno a sus suegros, a sus propios padres. Cuando parecía que ya no había nadie más a quien atender, surgieron familiares más lejanos, más longevos aún, huérfanos de cariño, a los que ella se ha ido entregando día a día, año a año. 

Nunca la he oído quejarse, siempre va con la sonrisa abierta. No ha dudado de su destino, ser una mujer nacida para procurar el bienestar ajeno, porque así nos han ido educando a las mujeres los que antes que nosotras fueron educados así.

Hoy nos vimos de nuevo. Al ser un día algo más relajado porque el fin de semana está a las puertas, nos hemos parado y puesto al día de los últimos acontecimientos de cada una. Me decía que venía de hacer unas compras porque se iba de viaje, que ya no tenía a nadie más que cuidar y que iba a procurar salir más de casa, aunque fuesen excursiones de una sola jornada. Se sentía rara al confesarme que incluso estaba pensando en salir fuera cinco días y que, aunque iba a empezar a vivir, no se lo creía.

La escuchaba yo admirada, tanto por lo que conozco de su labor todos estos años atrás, como por la ilusión nueva que se le acerca con tiento y principia a saborear como si fuese una cucharada de miel que se comienza a disfrutar entre los labios. 

¡Cuánta alegría llevaba por dentro mi amiga! Y digo por dentro porque todo esto me lo contaba bajito, como si ser feliz le estuviese prohibido. Me lo contaba bajito, como si fuese un secreto entre nosotras, como con miedo a volver a perder su vida, la libertad que está descubriendo, si lo exclamaba a los cuatro vientos. Miedo a que se le rompiera la magia que halla en las salidas que hace con compañeras, en las excursiones, todas nuevas para ella. Sí, me lo contaba bajito, como si el globo de felicidad que por fin le regala la vida le fuese a explotar en la cara si no cuidaba sus palabras y el tono de estas. Porque para ella, la gloria no puede gritarse de tan extrañamente delicada que es.

Vidas como las de ella son un claro y real ejemplo de tantas mujeres que desde su nacimiento están destinadas, lo quieran o no, a amar al prójimo sin tener oportunidad de amarse a sí mismas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Me lo contaba bajito