¿Cómo hemos de entender el movimiento #Metoo?

Los creyentes pueden y deben proveer seguridad y apoyo a las sobrevivientes de abuso, cueste lo que cueste.

20 DE OCTUBRE DE 2018 · 20:00

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La misión de Mending the Soul (Remendando el Alma) es crear recursos educativos y sanadores sobre el abuso para una comunidad diversa de creyentes de varias denominaciones y culturas. Queremos ayudar al cuerpo de Cristo amplio a entender y responder correctamente al abuso. Este es un resumen de nuestra respuesta a las cuestiones suscitadas por el movimiento #Metoo.

 

1. El abuso/acoso sexual es desenfrenado en nuestra cultura y alrededor del mundo. Según el National Sexual Violence Resource Center (El Centro de Recursos Nacional Sobre Violencia Sexual), una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños serán abusados sexualmente antes de cumplir 18 años. El acoso sexual y los crímenes sexuales no físicos son aún más predominantes. Un estudio nacional de acoso y asalto sexual descubrió que:  81% de mujeres reportaron haber experimentado algún tipo de acoso o asalto sexual alguna vez en sus vidas. Ya es tiempo que admitamos lo común que es el abuso/acoso sexual y su impacto devastador en sus víctimas. Como teólogo no me sorprenden estas estadísticas terribles. Al fin y al cabo, la Escritura dice que toda la raza humana necesita un salvador siendo que todos somos depravados por causa del pecado y somos propensos al abuso (Rom 3:13-16). 

 

2. El abuso, incluyendo el abuso sexual, es resultado del abuso del poder.  Los abusadores se aprovechan de su poder contra los vulnerables. Como dijo Miqueas, los que hacen el mal traman abusar a otros física y económicamente “porque tienen en su mano el poder” (Miq 2:2; también Ecl 4:1). Siendo que los hombres por lo general tienen más fuerza física y más poder social que las mujeres, son las mujeres las que más comúnmente son víctimas de abuso/acoso sexual. Es raro que los hombres teman el asalto sexual o el trauma del acoso sexual. Pero para las mujeres, es una inquietud crónica y una amenaza constante.

La Escritura confirma esta discrepancia de género con relación al abuso sexual (y físico). Vez tras vez encontramos a mujeres abusadas por hombres—esposos (Gén 4:23-24), líderes políticos (Gén 34:2), soldados (Lam 5:11), sacerdotes (1 Sam 2:22), y gente común (Jud 19:24-26). Las mujeres en el Israel antiguo tenían que tomar en cuenta la posibilidad de abuso sexual en su vida diaria, como lo tienen que hacer las mujeres estadounidenses modernas. No nos debiera sorprender que el abuso/acoso sexual contra mujeres es común en nuestra cultura como lo ha sido a través de la historia humana. 

 

3. En nuestro mundo caído, los abusadores sexuales rara vez enfrentan la justicia. Es más, las acusaciones falsas de abuso sexual son extremadamente raras. Una de las realidades dolorosas que los salmistas repetidamente lamentaban era que los abusadores muchas veces prosperan y parecen evadir la justicia mientras que sus víctimas sufren (Sal 10:1-15; 73:1-14). El Departamento de Justica de EEUU reporta que por cada 100 violaciones, sólo seis terminan con el violador sentenciado a la prisión. Y estudios recientes han demostrado que solo el 5% de las acusaciones de abuso sexual son falsas. Tenemos que tomar muy en serio todas las acusaciones de abuso sexual, sabiendo que aproximadamente el 95% del tiempo son verdad, siempre esperando que se junte la evidencia antes de hacer juicios definitivos. 

 

4. Las víctimas del asalto sexual sufren trauma profundo. El trauma del abuso es complejo y profundo, en gran parte por los cambios nuerológicos y hormonales que produce. El trauma literalmente cambia el funcionamiento del cerebro y el cuerpo. Una de la peores consecuencias del abuso es la vergüenza tóxica (Sal 69:19- 21). El impacto destructivo del abuso dura mucho tiempo. Note la devastación de vida cuando fue violada Tamar (2 Sam 13:13, 17-20). Exige mucho valor para que las sobrevivientes de abuso se presenten y cuenten su abuso. Las sobrevivientes muchas veces sufren una segunda victimización de parte de los abusadores o de la familia, amigos o colaboradores abusivos del abusador cuando dicen la verdad sobre su abuso.

 

5. Los creyentes pueden y deben proveer seguridad y apoyo a las sobrevivientes de abuso, cueste lo que cueste. Jesús vino a sanar a los quebrantados de corazón y liberar a los cautivos (Is 61:1-2). Consistentemente estuvo al lado de los marginalizados y oprimidos (Mat 9:10-12; Juan 8:1- 11). Condenó valientemente el abuso y confrontó a los abusadores (Mat 18:5-6; 23:4, 13). Y se le criticó fuertemente por hacerlo, particularmente por las autoridades religiosas (Lc 15:1-2). Tristemente, el mundo no entiende la verdad de Dios y no puede ofrecer redención del mal. El cuerpo de Cristo tiene que ser un lugar de seguridad, apoyo y amor a las sobrevivientes del abuso.

 

6. Aunque Dios llama a su pueblo a darle prioridad a apoyar y defender a las víctimas del abuso (Is 1:17; Job 29:12-17), también nos llama a tratar a todo ser humano, sea víctima del abuso, presunta víctima, presunto victimario, o victimario comprobado, con dignidad y respeto (1 Tes 4:14-15; San 3:8-10). Tristemente, el movimiento #Metoo recientemente ha generado mucho odio, calumnia, y burla hacia las víctimas del abuso, presuntos victimarios, y adversarios políticos. El pueblo de Dios no puede dejarse atrapar en el maltrato irrespetuoso de otros. Dios nos llama a bendecir a los que nos maldicen, a no pagar mal con mal, pero a vencer al mal con el bien (Rom 12:14, 17-21).

 

En conclusión, podemos estar agradecidos de que el movimiento #Metoo ha hecho resaltar el problema generalizado del abuso/acoso sexual. El pueblo de Dios debe modelar la postura divina hacia los abusados y los abusadores. Al hacer eso, ofrecemos el amor y justicia de Dios a un mundo quebrantado y abusivo que está en gran necesidad.

 

Autor: Steve Tracy, Phd. Co-fundador y presidente, Mending the Soul Ministries

[La declaración completa en inglés está disponible en: https://mailchi.mp/mendingthesoul/metoo?e=a3cda17692]

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Caminando con el pueblo - ¿Cómo hemos de entender el movimiento #Metoo?