Una búsqueda salvaje

El entorno familiar en nuestra niñez y adolescencia configura de una manera muy significativa lo que será el devenir de nuestra vida.

17 DE OCTUBRE DE 2018 · 16:49

Christopher MacCandless, el protagonista real del libro y película Hacia rutas salvajes.,
Christopher MacCandless, el protagonista real del libro y película Hacia rutas salvajes.

La historia de Chris MacCandless siempre me ha resultado inquietante. Lejos del romanticismo con el que algunos lo admiran, se trata más bien de una desgarradora búsqueda del sentido de la existencia. Inmortalizada por John Krakauer en su libro Into the Wild en 1996 y llevada a la gran pantalla por Sean Penn en el 2007 (Hacia Rutas Salvajes); narra las vivencias de este joven norteamericano, nacido en una familia acomodada y con buenos resultados académicos que hacían prever que gozaría de un gran futuro, tal y como la sociedad entiende eso de “futuro”. Sin embargo, al graduarse con 22 años decide dejarlo todo para llevar una vida nómada sin que nadie más conozca sus intenciones.

A lo largo de su viaje toma muchas decisiones, varias de ellas equivocadas, y algunas letales. Sin embargo, lo que está en juego en todo ese proceso es llenar ese profundo agujero que todos tenemos, esa sed de eternidad y de agua viva que ansían nuestros corazones. El detonante que lleva al joven a romper con su familia es la ausencia de respuestas válidas y de amor en el entorno más íntimo. A los ojos del joven, sus padres sólo viven para mantener una determinada posición social, algo que para él resulta un completo sinsentido: no puede llenar sus necesidades espirituales de cosas que se pueden comprar. 

Hoy además sabemos, por el testimonio de su hermana, que puertas adentro se vivía una situación de violencia en el hogar. Según ella misma explica, cuando se publicó el primer trabajo sobre su hermano, decidió mantener esa parte de su intimidad en secreto, hasta que ahora lo ha revelado en otro libro, The Wild Truth. Esta revelación completa el cuadro que llevó a su hermano a emprender ese peregrinaje en busca de la Verdad ante la falsedad de la vida que le rodeaba en ese entorno de mayor intimidad que resulta nuestra propia familia. 

 

NACER DE NUEVO, A MI MANERA

En su viaje, MacCandless trata de nacer de nuevo por sus propios medios. Quiere una nueva identidad, un nuevo nombre -Alexander Supertramp, una nueva educación y una nueva familia. Trata de encontrar relaciones auténticas, en las que las máscaras no existan, y conoce en su viaje gente muy diversa con contextos y estilos de vida diferentes. No obstante, también se da cuenta de que todos van cargados de miedos e inseguridades en sus mochilas, y que tratan de llevarlas como buenamente pueden. Finalmente, decide buscar lo esencial de la vida en plena naturaleza, trata de encontrar el Edén perdido del cuál el hombre ya fue expulsado y que se muestra desafiante y hostil a los anhelos de intimidad del joven. 

El entorno familiar en nuestra niñez y adolescencia configura de una manera muy significativa lo que será el devenir de nuestra vida: dónde buscaremos respuestas a las preguntas que nos hagamos, cómo resolveremos los retos a los que seamos sometidos y cómo trataremos de llenar ese anhelo de Dios que todos tenemos en nuestro corazón.

La historia de Alexander Supertramp es tan magnética no por una supuesta libertad que pudiera encontrar, que realmente nunca fue tal, sino por su anhelo de buscar la verdad y el sentido de la vida. La certeza de vacío provoca un vértigo que muchos intentan anestesiar mientras transitan la vida y otros tratan de obviarlo con cinismo y mascaradas. ¿Qué es la verdad? Se preguntó Pilato con Jesús delante. Ese deseo está en el corazón de cada ser humano que busca, a su manera, volver al Edén, a la relación con el Padre.

Las familias son la mayor experiencia del amor de Dios que van a experimentar nuestros niños, y como padres tenemos el privilegio de mostrarles a Jesús con nuestro amor, nuestras palabras y nuestras vidas. Proverbios nos insta a instruir al niño y recuerda que esa formación quedará para siempre grabada en él. Coloquemos, pues, a Jesús en en centro de nuestra existencia, de nuestra vida familiar, llenémonos de su amor y su gracia. Seamos esos vasos de barro en los que nuestros hijos puedan beber de la única agua que calmará esa sed que todos tenemos.

 

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