Comienza el mayor culto de la historia

Apocalipsis 4:1-8a. Todo el culto se desarrolla alrededor del Trono: el reinar de Dios en nuestras vidas y comunidades es inicio, centro y fin del culto cristiano.

07 DE OCTUBRE DE 2018 · 08:00

William Krause / Unsplash,trono
William Krause / Unsplash

Ya dijimos la pasada semana que la imagen central de estos versículos del gran culto de Apocalipsis es "un Trono establecido en el cielo" (4.2). En esos tiempos, bajo el imperio romano, el Trono era un símbolo muy poderoso, las más de las veces temido por la injusticia y crueldad de su ocupante en Roma.

Pero aquí Juan ve un Trono cubierto por el arco iris (Gén.9.12s), un trono bajo el signo de la gracia. Y todo el culto se desarrolla alrededor del Trono: el reinar de Dios en nuestras vidas y comunidades es el inicio, el centro y el fin del culto cristiano.

 

LOS VIVIENTES

Muy cerca del Trono, junto a sus cuatro patas, había cuatro "vivientes", con aspecto de león, buey, humano y águila respectivamente (4.6b-8a). ¡Nos sorprende un poco descubrir estas criaturas metidas en el culto celestial! Pero es que nuestro Dios es Dios de la vida, y la quiere tener lo más cerca de su Trono.

Sin tratar de identificarles más de lo debido, podemos decir que en conjunto representan la vida misma (se llaman "los vivientes"), y específicamente los animales salvajes (el león), los animales domesticados (el buey), el ser humano y las aves (águila). Son estos cuatro "vivientes" que van a arrancar todo el culto, culminarlo con su "Amén" y figurar en casi todos los pasajes litúrgicos del libro. Esto nos hace recordar que el culto cristiano es adoración a Dios como Creador y celebración de la vida que Dios nos ha dado.

 

LOS ANCIANOS EN 24 TRONOS

Más afuera, en un círculo mucho más amplio, Juan ve veinticuatro tronos (como si fueran "satélites" del gran Trono central) y veinticuatro "presbíteros" sentados en sus tronos (así como Dios está sentado en el suyo).

Ellos están vestidos de ropas blancas y llevan coronas de oro (4.4). El claro paralelo con 4.2 (tronos, sentados) y el simbolismo de la corona muestra que estos son los que ejercen autoridad delegada por Dios. Se puede decir que son los que co-gobiernan con Dios en el mundo y en la historia.

Puesto que todo el cap.4 se concentra en el tema de la creación, y visto que (dentro de la visión) Juan no sabe nada del Cordero hasta 5.5s, es mejor no ver en los ancianos ni a los patriarcas de Israel ni a los apóstoles de la iglesia. Lo más acertado es entenderlos como figuras simbólicas de autoridad y poder, como los cuatro lo son de la vida.

 

EL SANCTUS DE LOS VIVIENTES (4.8b-9)

La celebración del culto comienza en pequeña escala, con los cuatro vivientes que rodean el Trono. En ellos la vida misma declara que Dios es tres veces santo, recordando el culto celestial que presenció Isaías siglos antes (Isa.6.3). Reconocen que Dios es "el Señor Todopoderoso" (cf. El Shaddai, Gén.17.1) y el eterno "Yo soy". ("El que era, el que es, y el que ha de venir" es una ampliación griega del "Yo Soy" de Ex.3.14).

Este fascinante cuarteto litúrgico - ¡un león, un buey, un humano y un águila! - vive para adorar. No cesan día y noche de proclamar su solemne Sanctus en alabanza de Aquel que les dio la vida.

Ahora, si el Trono es el centro del universo (como iremos viendo en todo el pasaje), y si este cuarteto doxológico vive en incesante alabanza, descubrimos que la verdadera realidad del universo es litúrgica, es alabanza. El ritmo del cosmos entero es un ritmo de adoración y alabanza.

 

LA ADORACIÓN DE LOS ANCIANOS (4.9-11)

Cada vez que los cuatro vivientes proclaman su Sanctus, día y noche, los veinticuatro ancianos responden con una acción y una aclamación. Primeramente, se bajan de sus tronos para postrarse humildemente ante el que está sentado en el Trono, y colocan sus coronas ante su Trono.

¡Qué cosas más difíciles para los que ostentan el poder: bajar de sus tronos, arrodillarse, y poner la "corona" de su autoridad a los pies de Dios! ¡Y qué cuadro más hermosamente impactante: veinticuatro dignatarios postrados ante Dios y veinticuatro resplandecientes coronas de oro, rodeando al Trono en perfecta armonía y simetría! ¡Veinticuatro cabezas sin corona y veinticuatro coronas sin cabeza!

Después de esa acción litúrgica, los ancianos pronuncian su propia alabanza, en la forma de un "Digno eres". Esa fórmula litúrgica no tenía raíces en el Antiguo Testamento ni en la sinagoga judía, sino que procedía de los ritos de adoración al Emperador.

Tomar esa expresión y dirigirla no al Emperador sino a Dios (y después al Cordero, 5.9,12), representaba un desafío osado contra los reclamos del imperio idolátrico. Con una triple aclamación los ancianos declaran al Señor digno de gloria, honra y poder, porque es el Creador del universo (4.11).

Aquí comenzamos a observar una característica importante del culto: es esencialmente antífona (cf. la adoración de los serafines en Isa.6.3: "el uno al otro daba voces"; la alabanza avanzaba entre una voz litúrgica y otra, hasta llenar el universo entero de la gloria del Señor).

El culto de Apoc.4-5 comienza bastante pequeño y sencillo, con el Sanctus de los cuatro vivientes. A esto responden los veinticuatro ancianos primero con significativos gestos litúrgicos y después con su propia aclamación.

Siguiendo la antifonía del capítulo 4, en 5.8-9 los cuatro y los veinticuatro se unen en nuevos gestos litúrgicos y un nuevo y más extenso "digno eres". A este "canto de los 28" responden antifonalmente millones de millones de ángeles con una séptuple aclamación ("es digno;" 5.11-12), al que contesta toda la creación con una alabanza, ahora a Dios y al Cordero juntos (5.13).

El "responso" final es un "Amén" solemne de los cuatro vivientes y una última postración litúrgica de los veinticuatro ancianos (5.14). Cada paso del creciente culto es una respuesta antífona muy coherente y armónica a lo anterior.

La semana que viene veremos cómo se introducirán nuevos símbolos: un problema (el rollo) y un nuevo personaje (el Cordero).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Bene studere - Comienza el mayor culto de la historia