Los autoconsiderados puros

Hay que romper los esquemas, hay que trastocar los valores del mundo, debemos prepararnos para ser diferentes, para remar en otra dirección, para escandalizar a un mundo cuyos valores están en contracultura con los valores bíblicos.

12 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 09:00

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¿Puede ser que hoy haya muchos cristianos al estilo de los autoconsiderados “puros” en el tiempo de Jesús? Nosotros, los creyentes, ¿nos podemos autoconsiderar “puros” ante otros hombres proscritos, tachados de pecadores, pobres o simplemente marginados o proscritos que hay en el mundo? ¿Invitamos sólo a nuestros amigos o a los que nos invitan también a nosotros? 

Si es así, alguna cena bíblica te puede escandalizar. Nada menos que el banquete del Reino del que nos habló Jesús. ¿Te escandaliza esto?: “Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos… Mas cuando hagas banquete llama a los pobres… y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar”. Lc.14:12-24.

¿Es esto solamente un romanticismo de Jesús para ilustrar un Reino metahistórico, o tiene que ver con nuestra realidad de nuestro aquí y ahora en el que vivimos? ¿Son demasiado radicales las propuestas o exigencias de Jesús a sus seguidores?

En los tiempos de Jesús, estas formas de hablar escandalizaban a muchos de los religiosos autoconsiderados “puros” que jamás se sentarían a comer con un proscrito. ¿Siguen escandalizando a los creyentes de hoy? ¡No invites a tus amigos ni a tus vecinos ricos, sino a los desheredados de la tierra! Seguro que si este mandamiento sonara en la iglesia, nos taparíamos los oídos.

Es la radicalidad trastocadora de valores con la que nos enfrenta Jesús en su Evangelio. Descolocaba a los religiosos de la época de Jesús, los escandalizaba, los enfadaba con el Maestro. ¿Nos ocurriría a nosotros lo mismo? ¡Qué duro es hacer aquello que no te puede recompensar, que te desliza hacia los márgenes de los caminos o que te lleva a invitar a estos marginados a tu especial banquete.

Si estas palabras y enseñanzas de Jesús sonaban como una bomba a los oídos de los religiosos autoconsiderados puros y que se justificaban por sus méritos y cumplimientos, ¿nos suena como el disparo de un cañón a nosotros hoy? ¿Hasta dónde debe llegar nuestra solidaridad, nuestro compartir palabra, vida y comida con los excluidos del sistema mundo? Radicalidad trastocadora, escándalo para muchos como muchas otras de las enseñanzas de Jesús.

El contexto de la parábola de la gran cena es éste, ésta es la idea que contextualiza todo: Si invitas a aquellos que te pueden invitar, ¿Qué mérito tienes? Eso también lo hacen los pecadores. Por eso, invitar a tus amigos y vecinos ricos te puede ocasionar un problema. Te elimina todo tipo de mérito. Invitaciones egoístas, inútiles desde el punto de vista del servicio cristiano, nulas como práctica de amor al prójimo desvalido y apaleado.

No te escandalices, pero si das a los que te dan, ¿qué haces de más? Hay que romper los esquemas, hay que trastocar los valores del mundo, debemos prepararnos para ser diferentes, para remar en otra dirección, para escandalizar a un mundo cuyos valores están en contracultura con los valores bíblicos. Asumir o acercarnos un poco a la radicalidad del Maestro, no siempre es fácil, el camino es estrecho, pero es el acertado y el justo.

Jesús provocó a los autoconsiderados “puros”, rompió esquemas insolidarios, retó a los que fundamentaban su “pureza” en rituales vanos con respecto al amor al prójimo, rompió los muros religiosos que separaban unos hombres de otros. ¿Hasta dónde provocamos nosotros hoy al mundo? ¿Será que vivimos de manera muy semejante a los que no tienen esperanza?

¿Cómo sonaría hoy en nuestras iglesias o en el mundo en general este tipo de predicación: si quieres ser feliz, cuando hagas una comida buena, un banquete especial o una celebración culinaria, llama a los pobres, a los lisiados, a los proscritos? Hoy, en un mundo con un valor antibíblico que es el considerar la riqueza como prestigio, un valor que aleja a muchos de los pobres, de ser manos solidarias y vidas entregadas al servicio.

La Biblia nos llama a trastocar valores, a invertirlos, a cambiarlos, a hacerlos pedazos para que reinen en el mundo los valores del Reino que nos trajo Jesús. Él quiere resituar a los hombres ante los auténticos valores del Reino que son todo un reto y que pueden escandalizar a los incrédulos, a los egoístas, a los acumuladores e injustos de nuestro planeta tierra.

A la gran cena, Jesús invita a los “autoconsiderados dignos”, aunque sabía ya el resultado. Se disculpan, no van, rechazan la invitación. El banquete del Reino no es para ellos, se excusan. Se cumple así la realidad del Reino. Los realmente invitados serán otros: “Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad y trae acá a los pobres y a los lisiados”. Así, en la Parábola se da uno de los tópicos del Evangelio: La gran dificultad que tienen los ricos para entrar en ese banquete del Reino y el gran interés de Dios por la liberación de los pobres, por invitarles, por ponerlos en los primeros lugares. No nos escandalicemos, sino que celebremos tanta solidaridad, amor a los débiles y misericordia.

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