La batalla del pastor Imeldo por ser sal y luz en Oaxaca

¿Qué clase de persona persevera durante 8 años para recuperar una parcela que solo le traerá más sufrimiento y persecución? Sin duda, un discípulo de Cristo.

02 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 08:00

El pastor Imeldo en la actualidad junto a su congregación. / Puertas Abiertas,
El pastor Imeldo en la actualidad junto a su congregación. / Puertas Abiertas

Cuando leí hace poco el caso del pastor Imeldo, de Oaxaca (México), fue una mezcla de sensaciones. Al principio, me alegró ver materializado en su historia el fruto del trabajo de Puertas Abiertas entre lascomunidades que sufren persecución en México. No es nada fácil, en contextos como el del pastor, que el juez local dictamine a favor de la persona y en contra de toda una comunidad. 

Pero después, reflexionando, un cúmulo de preguntas empezó a brotar de mi mente. Preguntas cómo: ¿Qué pasó por la mente y el corazón del pastor durante los ocho años entre que quemaron su iglesia y recuperó la propiedad? ¿Qué pasará ahora que ha vuelto a una comunidad que ya no cree en la vía legal para conseguir su objetivo? ¿Recurrirán a la “justicia del pueblo”?

Hace ocho años, el pastor Imeldo Amaya perdió todo aquello por lo que había trabajado durante toda su vida: la iglesia evangélica donde predicaba, la casa donde vivía con su familia, todas sus posesiones materiales… Y, sobre todo, la libertad de compartir y vivir su fe abierta y libremente en su ciudad natal, San Andrés Yaa, en Oaxaca, al sur de México.

En julio de 2010 las autoridades municipales de San Andrés Yaa lo encarcelaron primero y luego lo expulsaron de la comunidad y quemaron su iglesia. Los predicadores y congregaciones evangélicos no son bienvenidos en muchos lugares de México. El pastor Imeldo es solo un ejemplo de muchos pastores a quienes las mismas autoridades han acusado y perseguido por el hecho de profesar una religión diferente del catolicismo. En su caso, además de haber quemado su iglesia, las autoridades reclamaron ser los propietarios legítimos de la tierra donde estuvo tanto la iglesia como la casa del pastor.

Ocho años después, el juez del distrito de Villa Alta (a unos 13 kilómetros de distancia) acudió a San Andrés Yaa para escuchar el caso personalmente. A la audiencia se personaron también dos grandes camionetas con decenas de residentes de la comunidad que querían seguir todo de cerca. Durante el juicio, el pastor Imeldo, junto a su abogada provista por Puertas Abiertas, se reafirmó en sus alegatos anteriores: "Había una iglesia evangélica en este lugar. Era la mía, donde solía predicar yo antes de ser expulsado de mi comunidad”, dijo. 

Entonces, se evidenció que Dios también estaba presente en la sala y que su voluntad era que se le devolviese al pastor su iglesia, puesto que, para sorpresa de todos, ni el presidente municipal ni su abogado dijeron nada. Quedaron como mudos. Una vez finalizado el proceso, el juez informó a ambas partes de que los líderes de la comunidad no habían demostrado su título de propietarios y confirmó la existencia previa de la iglesia. Este veredicto ha supuesto una grata sorpresa para el pastor y, si Dios lo permite, todo terminará con su regreso, la recuperación de sus bienes y de la libertad para congregarse y predicar. 

Me complace saber que, como parte de Puertas Abiertas, hemos puesto nuestro granito de arena a devolver al pastor lo que le pertenecía. Las palabras del pastor dan fe de que la obra no es nuestra sino de Dios. "Dios nunca me ha abandonado, y una vez más confirmó esto con la ayuda que Puertas Abiertas nos brindó. Ahora me está pagando los gastos de mi abogada para poder continuar con esta batalla legal que ya dura 8 años", dice. Sin embargo, me llama la atención saber que nuestros compañeros de México, además de seguir proveyendo asistencia legal, están enfocándose en el apoyo espiritual al pastor y a los creyentes que le rodean para que se mantengan fuertes y fieles venga lo que les venga. 

No conozco todos los detalles del proyecto y la situación actual, pero tengo claro que esta batalla ganada seguramente no sea más que el inicio de una serie de batallas que vendrán de ahora en adelante. El pastor Imeldo y su comunidad perfectamente podrían haberse ido a otra parte donde fueran aceptados y empezar desde ahí una iglesia con mayor libertad de movimiento. En México eso no es tan difícil como en otros países de la Lista Mundial de la Persecución. Pero no lo hicieron. Lo que me lleva a una última pregunta: ¿Qué clase de persona persevera durante 8 años para recuperar una parcela que solo le traerá más sufrimiento y persecución? Sin duda, un discípulo de Cristo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - En Tierra Hostil - La batalla del pastor Imeldo por ser sal y luz en Oaxaca