La solidaridad, lo divino y lo humano

La forma de hacernos cada vez más semejantes a Dios, es hacernos manos tendidas de ayuda al prójimo apaleado y tirado al lado del camino. Por nuestra experiencia en el trabajo de Misión Urbana, a Dios se le encuentra de forma muy real al lado de sus criaturas.

07 DE AGOSTO DE 2018 · 14:00

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Nosotros, que, desde Misión Urbana, hemos estado trabajando, sensibilizando y concienciando a la gente a favor del prójimo necesitado, a ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor, la reflexión sobre lo humano es esencial e imprescindible. Animaríamos a que todos los creyentes se hicieran estas reflexiones, y no sólo aquellos que, siguiendo el mandado de amor al prójimo que nos enseñó Jesús están involucrados en la ayuda solidaria al prójimo que sufre practicando la misión diacónica de la iglesia.

Las religiones, en la mayoría de los casos, se han esforzado por respetar y honrar a lo divino. Ahí se han centrado y, muchas veces, han caído en un fallo: No respetar y honrar con una fuerza similar a lo humano. Quizás es que hemos olvidado, o no nos hemos creído nunca, que las palabras de Jesús sobre el hecho de que “el amor a Dios y al hombre están en relación de semejanza” es una realidad. 

Todavía, para muchos hoy, la única realidad en la que fijarse y a la que cuidar como buenos creyentes es el alma. Quizás no se desprecie el cuerpo como en la filosofía de Platón, pero sí se le tiene como una realidad secundaria en cuanto a la espiritualidad cristiana se refiere y tenemos así una vivencia de esta espiritualidad de manera desencarnada y, a veces, insolidaria con el prójimo.

El error consiste en que hemos hecho un distanciamiento total, o al menos mayor de lo que Dios quiere, entre el alma y el cuerpo, lo divino y lo humano, lo espiritual y ese cuerpo del hombre del que el mismo Jesús fue revestido. Jesús se funde con lo humano y deja al hombre en un lugar sagrado por excelencia. El hombre es para Dios el mayor recinto sagrado y el mayor referente de todo aquello que se pueda denominar así.

Debemos de tener mucho cuidado de no tratar al hombre y a Dios como dos realidades antagónicas aunque estemos en un cuerpo dañado por la caída y el pecado. El acercamiento a Dios dando la espalda al hombre nos separa de la vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana que tiene que contar con el hecho de la projimidad, del amor al hombre en semejanza con el amor a Dios mismo. Yo creo que el hecho de la encarnación justifica todo lo afirmado.

Si esto se hubiera tenido en cuenta por todos los movimientos religiosos que se han dado a lo largo de nuestra historia, quizás los resultados de las guerras, las violencias, los terrorismos, las torturas, las violaciones y abusos de los más débiles, hubieran tenido una respuesta diferente por parte de estas religiones.

Además, con el cristianismo se da una circunstancia especial: Es la creencia más ética, más respetuosa del ser humano y más humana porque el mismo Jesús fue humano, muy humano en todos los sentidos de esta palabra. El concepto de Dios distanciado de lo humano es un error teológico y espiritual que hemos de eliminar de nuestra vivencia del cristianismo y del seguimiento al Maestro.

Jesús hace un descenso en la encarnación en donde se funden lo trascendente con lo inmanente. El desprecio del cuerpo como si sólo fuera un centro de pasiones desordenadas y pecaminosas es más un concepto platónico que un concepto cristiano. Si no aceptamos esta premisa, podríamos caer en el error de pensar que, en nuestra vivencia de la espiritualidad, lo importante es el alma. Sin embargo Dios se funde con lo humano, lo dignifica y le lanza un mensaje de salvación.

No se salva el alma, sino el hombre integral. De ahí que el concepto de la resurrección de los muertos sea muy importante en la concepción que el cristianismo tiene del hombre. Por eso, cuando vemos a cristianos que sólo miran hacia arriba con el deseo o la intención de identificarse con realidades celestiales, para intentar ser más semejantes a los ángeles que a sus congéneres humanos, están cometiendo un error bíblico, aunque quizás sea por simple ignorancia. De ahí la importancia de los pastores y personas que imparten doctrina bíblica en el seno de nuestras congregaciones.

La forma de hacernos cada vez más semejantes a Dios, es hacernos manos tendidas de ayuda al prójimo apaleado y tirado al lado del camino. Por nuestra experiencia en el trabajo de Misión Urbana, a Dios se le encuentra de forma muy real al lado de sus criaturas. Los misticismos que nos separan del hombre, no forman parte de la espiritualidad cristiana.

Nos humanizamos y, además, nos acercamos a la esencia de Dios, cuando practicamos el amor, la misericordia y la búsqueda de justicia para con los sufrientes de la tierra, para con aquellos que son presa del mayor escándalo de la humanidad que es la pobreza en el mundo.

Los cristianos debemos imitar a nuestro Maestro dando el giro y descendiendo como él a esos lugares y focos de pobreza y conflicto en donde el hombre está en la infravida del dolor y de la marginación, buscando a ese Jesús crucificado que habita junto a sus criaturas desamparadas y estigmatizadas. Quizás todo esto sea la base de la acción social cristiana, de la misión diacónica de la iglesia.

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