Fuertes y débiles, de Andy Crouch

He aquí la paradoja: el florecimiento procede de ser fuertes y a la vez débiles.

12 DE JULIO DE 2018 · 17:00

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “Fuertes y débiles. Una vida abierta al amor, al riesgo y al crecimiento auténtico”, de Andy Crouch (2018, Andamio). Puede saber más sobre el libro aquí.

Son dos las preguntas que atribulan persistentemente la existencia de cada persona y comunidad humana. La primera: ¿Qué se espera de nuestra vida? Y la segunda: ¿Por qué nos encontramos tan lejos de tal expectativa?

En los seres humanos existe la sensación persistente de que nuestra vida tiene un propósito y una intuición de que este propósito no lo hemos llegado a cumplir. Algo nos ha ido mal en el proceso de transformarnos en lo que deberíamos ser, tanto a título individual como colectivo.

 

Andy Crouch.

La primera pregunta nos muestra que, dentro del concepto que tenemos de nosotros mismos, hay algo que escapa a nuestra comprensión, una percepción que apenas atisbamos por la cual nuestro propósito nos llama a ser algo que supera lo que ahora conocemos. ¿Cómo es que tenemos un sentido de propósito tan profundo y a la vez nos sentimos incapaces de definir fácilmente o captar tal propósito? Y es que esta es la condición humana.

La segunda pregunta nos muestra, por su parte, otra asimetría: la que hay entre nuestras aspiraciones y nuestros logros, entre nuestras esperanzas y nuestra realidad, entre lo que perseguimos y lo que apenas alcanzamos. Si la primera pregunta da voz a nuestras mayores esperanzas, la segunda hace salir a la superficie nuestras frustraciones más profundas. Y es que poseer grandes esperanzas, al igual que grandes frustraciones, también caracteriza la condición humana.

En este libro planteo una manera de responder a estas dos preguntas. Tal respuesta es lo suficientemente sencilla como para explicarla en uno o dos minutos de conversación, o en una o dos páginas de un libro –va a llegar tan solo unas pocas páginas más adelante, y captarás su esencia casi al instante–. Esta clave la verás en acción en tus amistades, en tu experiencia laboral, en tu familia y en tu película o programa favoritos de televisión –la encontrarás en las páginas de la Escritura y en los momentos más prosaicos de la vida cotidiana–. La constatarás en los contextos más terroríficos de injusticia y explotación, y en los momentos más inspiradores de compasión y reconciliación.

Hay muchas ideas sencillas y simples que son simplistas, que prescinden de demasiados aspectos de la realidad como para ser verdaderamente útiles. Pero esta no lo es, porque consiste en una especie particular de idea sencilla y que denominamos paradoja. Sostiene conjuntamente dos verdades esenciales colocándolas en una relación sencilla, pero generando una tensión fructífera, produciendo complejidad y posibilidades. Es lo que he dado en llamar la paradoja del florecimiento.

“Florecimiento” es una manera de contestar a la primera gran pregunta, ¿Qué se espera de nuestra vida? De nosotros se espera que florezcamos y no tan solo que sobrevivamos, sino que nuestras vidas se desarrollen; no únicamente que existamos, sino que exploremos y nos expandamos. “Gloria Dei vivens homo”, escribió Ireneo. Hay una traducción de estas palabras que se ha hecho popular y que, no por el hecho de amplificar su sentido, en modo alguno peca de infiel: “Es gloria de Dios que el ser humano viva plenamente”. Vivir plenamente es florecer y, cuando leemos u oímos esas palabras, algo se despierta en nosotros, se yergue con mayor elevación, se proyecta aún más si cabe hacia adelante. Estar plenamente vivos nos conectaría no solo con nuestro propósito humano adecuado, sino también, incluso, con las alturas y profundidades de la gloria divina. Vivir plenamente, en esta vida transitoria sobre esta tierra frágil, de tal manera que de algún modo participemos de la gloria de Dios –en eso consistiría el florecimiento–. Y es eso lo que se supone que hemos de hacer.

 

Portada del libro.

Toda paradoja hace que aceptemos dos cosas que dan la impresión de ser opuestas. La paradoja del florecimiento consiste en que para que haya un florecimiento verdadero, son necesarias dos cosas que a primera vista no parecen ir en absoluto a la par. Pero, en realidad, si no careces de estas dos cosas, no tienes florecimiento, ni lo estás generando para beneficio de los demás.

He aquí la paradoja: el florecimiento procede de ser fuertes y a la vez débiles.

El florecimiento nos pide que aceptemos tanto la autoridad como la vulnerabilidad, tanto la capacidad como la debilidad, e incluso, al menos en este mundo fracturado, tanto la vida como la muerte.

La respuesta a la segunda gran pregunta -¿Por qué nos encontramos tan lejos de tal expectativa?– es que hemos olvidado esta paradoja básica del florecimiento, la cual es el secreto de estar plenamente vivos. De hecho, no solo la hemos olvidado, como si se nos hubiera extraviado por descuido. La hemos sofocado. Hemos huido de ella. Porque nos atemoriza.

Este libro trata sobre el compromiso con la vida para la que fuimos hechos, una vida que acoge la paradoja del florecimiento, que busca una mayor autoridad y una mayor vulnerabilidad al mismo tiempo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Fragmentos - Fuertes y débiles, de Andy Crouch