Reconciliación como esencia anabautista

La dicotomización del Evangelio entre el énfasis en la sola regeneración espiritual y la corriente de activismo por la justicia social ha extraviado la integralidad del mensaje bíblico/evangélico

19 DE MAYO DE 2018 · 13:00

Helena Lopes / Unsplash,amigos, amistad
Helena Lopes / Unsplash

La fe evangélica tiene alcances holísticos. Cuando escribo evangélica me refiero a la fe que se basa en el Evangelio de Jesús el Cristo, que a su vez se describe extensamente en los cuatro evangelios.

Es importante hacer esta salvedad, porque hoy el término evangélico se asocia con una expresión del protestantismo que tiene un compromiso político conservador e integrista, ya que busca acceder al poder y mediante éste hacer extensivos sus valores particulares al conjunto de la sociedad.

He referido en esta serie dos características, o creencias centrales anabautistas, a saber 1) Jesús es el centro de la fe, 2) La comunidad es el centro de la vida, que Palmer Becker, explica en La esencia del anabautismo. Diez rasgos de una fe cristiana singular (Harrisonburg, Virginia, Herald Press, 2017).

En esta ocasión me ocupo del tercer rasgo: La reconciliación es el centro de la tarea, o  misión, cristiana.

Becker apunta: “Mientras algunos seguidores de Cristo dicen que la evangelización es el centro de nuestra tarea, otros dicen que construir la paz es lo más importante. Por cierto, tanto la evangelización como la construcción de la paz son esenciales, nuestro tercer valor central reúne estos  dos aspectos de la fe cristiana en la palabra reconciliación” (p. 89).

La dicotomización del Evangelio, por una parte el énfasis en la sola regeneración espiritual y por otra la corriente que hace activismo en pro de la justicia social, ha extraviado la integralidad del mensaje bíblico/evangélico.

No fue así con los anabautistas pacificadores del siglo XVI. Bajo acoso y persecución, Menno pastoreaba las comunidades anabautistas que se reunían en casas, en lugares previamente acordados y que se localizaban fuera del alcance de posibles delatores.

Transmitía que la integralidad del Evangelio debía servir en cada necesidad humana, que así como Cristo respondió compasivamente para sanar espiritual y físicamente a personas que interactuaron con él, la fe del Evangelio tenía que encarnarse y servir: “Porque la verdadera fe evangélica es de tal naturaleza que no puede quedarse inactiva, sino que se manifiesta en toda justicia y obras de amor; muere a la carne y sangre; destruye todas las pasiones y deseos prohibidos; busca, sirve y teme a Dios; viste a los desnudos; alimenta a los hambrientos; consuela a los afligidos; alberga a los desamparados; ayuda y consuela a los entristecidos; devuelve bien por mal; sirve a los que le hacen daño; ora por quienes le persiguen; enseña, aconseja y reprende con la Palabra del Señor; busca a los perdidos; venda a los heridos; sana a los enfermos y salva a los débiles; se convierte en todas las cosas para toda la gente. La persecución, sufrimiento y angustia que resultan por causa de la verdad del Señor son para ella un gozo y consuelo gloriosos” (The Complete Writings of Menno Simons c.1496-1561. Translated from the Dutch to English by Leonard Verduin, Herald Press, Scottdale, PA, 1984, p. 307).

En el evangelicalismo conversionista se enfatiza una y otra vez la experiencia mística o espiritual del perdón de Dios. Se hace el llamado para que las personas le abran su corazón a Cristo, y con tal acción prácticamente se agota la redención. Esto es un reduccionismo, una mutilación del Evangelio, porque se relega el proceso de transformación ética personal del converso y su involucramiento para forjar una nueva humanidad.

Un texto neotestamentario que resume el ministerio reconciliador integral de la comunidad de creyentes es el de 2 Corintios 5:17-18. Becker lo cita para sustentar la tarea misional de sembrar reconciliación en todos los terrenos de la vida humana. Los versículos mencionados dicen: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación” (Nueva Versión Internacional). El ministerio de la reconciliación es integral y transformador de todas las ataduras alienantes que maniatan la dignidad humana.

Palmer Becker comenta que la obra reconciliadora de Cristo, la salvación que por gracia resulta del sacrificio en la cruz, debe tener consecuencias palpables en la vida de quien dice haber tenido la experiencia de ser salvo.

Es así que para ejemplificar su afirmación cita a Jim Wallis, editor de la revista Sojourners: “El Nuevo Testamento enfatiza la necesidad de un cambio radical y nos invita a buscar un curso totalmente diferente en la vida. De esta manera, la conversión es mucho más que una liberación emocional y mucho más que una adhesión intelectual a una doctrina correcta. Es un cambio básico de dirección en la vida”. Becker recuerda que “los anabautistas [del siglo XVI] no creían que la justificación por la fe fuera, en sí misma, una visión adecuada de la salvación. Creían que debía haber un trabajo de transformación del Espíritu Santo y un compromiso de seguir a Jesús en la vida diaria” (p. 92).

La experiencia de reconciliación con Dios se objetiva en construir comunidades reconciliadoras, que a su vez se embarcan en ser constructoras de reconciliación y paz en su entorno histórico-social. En esta tríada agrupa el autor de la obra que comento lo que llama el principio “La reconciliación es el centro de nuestra tarea”. En un mundo donde se ha sacralizado la violencia, los anabautistas de entonces y los de hoy creen que es posible hallar el camino de la paz en conflictos muy agudos. Entonces y ahora se les ha tildado de románticos o utópicos por sostener que construir la paz es una vía difícil pero posible.

Otro autor anabautista, James Krabill, en su ensayo “God’s Shalom Project: Why Peace and Mission Are Inseparable” en el libro Fully Engaged: Missional Church in an Anabaptist Voice (Herald Press, Harrisonburg, Virginia, 2015), nos recuerda que el mensaje de Jesús es el Evangelio de paz. Uno de los títulos mesiánicos de Jesús es el de Príncipe de Paz. En su nacimiento los ángeles anunciaron paz en la tierra y buena voluntad para la humanidad. Efesios 2:14 menciona que él es “nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación”. Versículos más adelante, en el 17, leemos que “vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca”.

Krabill llama a la atención a que el sustantivo shalom aparece aproximadamente 235 veces en el Antiguo Testamento, y más de cien veces su traducción al griego, eirene, en el Nuevo Testamento. Subraya que shalom era un concepto amplio para el pueblo judío, ya que incluía “el bienestar humano en todas sus dimensiones”, personal y social, físico y espiritual.

El tema ha sido desarrollado en la voluminosa obra de otro autor anabautista, Willard M. Swartley, Covenant of Peace: The Missing Peace in New Testament Theology and Ethics (Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 2006), donde analiza muy bien la centralidad del shalom en la obra redentora de Cristo y su relevancia en la obra misional de las comunidades de creyentes.

En un artículo más voy a intentar condensar las conclusiones de Palmer Becker acerca de la esencia del anabautismo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Reconciliación como esencia anabautista