La historia es de quienes ayudan

Pero la historia siempre tendrá un lugar trascendental para aquellos que han aprendido a ayudar.

14 DE MAYO DE 2018 · 08:00

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Louis Armstrong es reconocido en el mundo entero como uno de los más grandes genios de la música del siglo XX. Durante décadas sus melodías han llegado a lo más hondo del corazón de mucha gente. Cuando era muy joven fue detenido un día de fin de año por llevar armas, y le confinaron en una “casa de negros abandonados”, dónde eran entregados todos aquellos que tenían que sobrellevar una condena menor, o no tenían familia o medios para vivir. Un empleado de ese orfanato llamado Peter Davis le regaló una trompeta... y ese fue el principio de su carrera musical.

Todos le debemos mucho a ese empleado. Puede que nunca hubiésemos escuchado la música de un genio si no fuera por él. Y no sólo es el caso de Louis Armstrong, sino el de cientos y cientos de personas que fueron ayudadas por otras para llegar al lugar al que están ahora. Prácticamente puede decirse que nadie estaría dónde está si otros no le hubiesen ayudado.

Hace varios meses oí la historia de un niño pequeño que cuando oraba a Dios siempre preguntaba: “¿Puedo ayudar en algo?” Me gustaría ser como ese niño, porque merece la pena vivir pensando de una manera diferente; dar en lugar de pedir, ayudar en vez de exigir. Acercarse a los demás ofreciendo lo poco que tenemos, pero ofreciendo al fin y al cabo.

La Biblia narra la historia el niño que ofreció los panes y los peces que traía para su merienda a Jesús, al ver que había mucha gente (miles de personas) que no tenían nada que comer. Algunos se burlaron de él e incluso le avergonzaron, pero él dio lo que tenía y Dios hizo el resto. El Salvador utilizó lo que el niño trajo.

A veces no podemos llegar a todos los lugares que queremos, ni podemos llevar a cabo todos nuestros sueños, ni tenemos materialmente lo que se necesita para cumplir nuestros proyectos; pero siempre tenemos algo a lo que no le damos importancia: La capacidad de ayudar a otros, de animar a otros, de empujar y añadir color a los sueños de los que están con nosotros. Puede que, al final, muchos no recuerden lo que hemos hecho. Seguro que algunos a los que hemos ayudado nos van a volver la espalda, porque no todo el mundo agradece lo que recibe, pero la historia siempre tendrá un lugar trascendental para aquellos que han aprendido a ayudar.

Para aquellos que han puesto delante de todos, los panes y los peces que tenían. Aunque a algunos le pareciese poca cosa.

La historia se escribe con los que dan y ayudan aún con lo poco que tienen.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - La historia es de quienes ayudan