“Comentario a Ezequiel”, de Matthew Henry

Ezequiel significa "La fuerza de Dios", o uno "revestido o fortalecido por Dios".

03 DE MAYO DE 2018 · 20:00

Matthew Henry.,
Matthew Henry.

Un fragmento de “Comentario a Ezequiel”, de Matthew Henry (Editorial Peregrino, 2017). Puede saber más sobre el libro aquí.

 

Introducción al libro de Ezequiel

Cuando nos adentramos en los escritos de los profetas, que hablan de las cosas que sucederán después de estas, nos pareció tener el mismo llamamiento que S. Juan tuvo: Sube acá (Ap 4:1); pero, cuando nos adentramos en la profecía de este libro, es como si la voz dijera: «Sube más alto»; porque a medida que avanzamos en el tiempo (ya que Ezequiel profetizó en la cautividad, del mismo modo que Jeremías profetizó justo antes de ella), nos vamos elevando hacia revelaciones cada vez más sublimes de la gloria divina. Estas aguas […] del santuario se vuelven aún más profundas (cap. 47:12); tan lejos están de poderse vadear que en algunos lugares son casi insondables. Sin embargo, a pesar de ser tan profundas, surgen de ellas corrientes que alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo (Sal 46:4). En cuanto a esta profecía que ahora nos ocupa, podemos inquirir lo siguiente:

I. Sobre su escritor. Fue Ezequiel; su nombre significa «La fuerza de Dios», o uno «revestido o fortalecido por Dios». Él ciñó los lomos de su entendimiento (1 P 1:13) para el ministerio, y Dios lo revistió de fuerza. Aquel a quien Dios llama para algún servicio, él lo capacitará también para ello; si le da una comisión, le dará la capacidad para efectuarla. Ezequiel hizo honor a su nombre cuando Dios le dijo (y sin duda hizo lo que dijo): Yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos (cap. 3:8). El erudito Selden1, en su libro De Diis Syris, dice que en opinión de algunos [sabios] antiguos, el profeta Ezequiel era el mismo que aquel Nazaratus Assyrius a quien Pitágoras (según él mismo relata) tuvo por tutor durante algún tiempo, y a cuyas clases asistía. Todos están de acuerdo en que vivieron por la misma época; y tenemos argumentos para pensar que muchos de los filósofos griegos estaban familiarizados con los escritos sagrados y tomaron algunas de sus mejores nociones de ellos. Si hacemos caso a la tradición de los judíos, los cautivos de Babilonia le dieron muerte por su fidelidad y denuedo a la hora de reprenderlos; se dice que lo arrastraron sobre las piedras hasta que se le salieron los sesos. Un historiador árabe dice que fue muerto y sepultado en el sepulcro de Sem, el hijo de Noé. Así lo relata Hottinger2 en su Thesaur. Philol. Lib. 2. Cap. 1.

 

Portada del libro.

II. Sobre la fecha, el lugar donde se data, y el tiempo. La escena transcurre en Babilonia, cuando esta era una casa de servidumbre (Éx 13:3) para el Israel de Dios (Gá 6:16); allí se predicaron las profecías de este libro, y fueron escritas cuando el profeta mismo, y el pueblo a quien profetizaba, estaban cautivos allí. Ezequiel y Daniel son los únicos profetas escritores del Antiguo Testamento que vivieron y profetizaron en un lugar fuera de la tierra de Israel, exceptuando a Jonás, que fue enviado a profetizar a Nínive. Ezequiel profetizó al principio de la cautividad, Daniel al final de la misma. Fue una señal de la buena voluntad de Dios y del designio de su gracia hacia ellos en sus aflicciones el hecho de levantar profetas entre ellos, tanto para convencerlos de pecado al comienzo de sus tribulaciones cuando [aún] se sentían seguros y orgullosos (de lo cual se ocupó Ezequiel), como después para consolarlos al final de sus aflicciones, cuando ya se encontraban abatidos y desanimados. Si el Señor hubiera deseado matarlos, no habría usado tales medios apropiados y eficaces para sanarlos.

III. Sobre el asunto y su finalidad:

1. Hay mucho [en esta profecía] de misterioso, oscuro y difícil de entender, especialmente al comienzo y al final de la misma, y por ello los rabinos judíos prohibieron su lectura a los jóvenes, hasta que alcanzaban los treinta años de edad, no fuera que las dificultades que encontraran en ella les predispusieran contra las Escrituras. Pero si leemos estas partes difíciles de la Escritura con humildad y reverencia y las analizamos diligentemente, aunque no seamos capaces de desatar todos los nudos que encontremos (de igual modo que tampoco podemos desentrañar todos los fenómenos en el libro de la naturaleza), podemos, sin embargo, de modo análogo al libro de la naturaleza, recabar muchas cosas para confirmar nuestra fe y avivar nuestra esperanza en el Dios a quien adoramos.

2. Aunque estas visiones son tan profundas como para que un elefante pueda sumergirse en ellas, las enseñanzas, sin embargo, son tremendamente claras, tanto que hasta un cordero podría vadearlas; y su propósito principal es mostrar al pueblo de Dios sus transgresiones (cf. cap. 14:11 LBLA) para que, en su cautividad, se arrepientan en lugar de quejarse. Parece ser que el profeta tenía una audiencia constantemente con ellos, pues leemos que se sentaban delante de él como el pueblo de Dios se sienta para oír sus palabras: cf. cap. 33:31, y que a veces se le consultaba, pues leemos acerca de los ancianos de Israel que vinieron a preguntarle acerca del Señor (cap. 14:1-3). Del mismo modo que era muy útil para los cautivos oprimidos tener un profeta entre ellos, así también lo era disponer de un testimonio de su santa religión contra los opresores que la ridiculizaban y se mofaban de ellos.

3. A pesar de que las reprensiones y las amenazas eran muy penetrantes y directas, hacia el final del libro se ofrece una consoladora seguridad de la gran misericordia que Dios tenía reservada para ellos; y allí, finalmente, encontramos una referencia a los tiempos del evangelio que habrá de tener su cumplimiento en el Reino del Mesías, de quien, ciertamente, este profeta habla menos que casi cualquiera de los profetas. Sin embargo, al comenzar con el temor del Señor (Job 28:28; Hch 9:31; 2 Co 5:11; cf. Job 6:14; Sal 111:10; Pr 1:7; 9:10; 16:6), prepara el camino de Cristo. Por la ley es el conocimiento del pecado (Ro 3:20 RVR 1909), de modo que es el ayo, para llevarnos a Cristo (Gá 3:24). Las visiones, que eran las credenciales del profeta, las tenemos en los capítulos del 1 al 3; las reprensiones y las amenazas en los capítulos del 4 al 24, entre las cuales y los consuelos de la parte final del libro tenemos los mensajes enviados a las naciones vecinas de la tierra de Israel, cuya destrucción está predicha en los capítulos del 25 al 35, para dar paso a la restauración del Israel de Dios (Gá 6:16) y el restablecimiento de su ciudad y del Templo, que están predichos desde el capítulo 36 hasta el final. Aquellos que quieran aplicarse estos consuelos deben aplicarse también la convicción de pecado.

 

EZEQUIEL 1

Bosquejo del capítulo

En este capítulo tenemos:

I. Las circunstancias usuales de la profecía que se va a pronunciar ahora, el tiempo cuando fue pronunciada (cf. v. 1), el lugar (cf. v. 2) y la persona por quien fue pronunciada (cf. v. 3).

II. La introducción inusual por medio de la visión de la gloria de Dios:

1. Por su asistencia y séquito del mundo superior, donde su trono está rodeado de ángeles, llamados aquí seres vivientes (cf. vv. 4-14).

2. Por sus disposiciones con respecto al mundo terrenal, representado por las ruedas y sus movimientos (cf. vv. 15-25).

3. Por el rostro de Jesucristo sentado en el trono (cf. vv. 26-28).

 

Cuanto más consideramos y más nos familiarizamos y más íntimamente nos relacionamos con la gloria de Dios en estos tres aspectos, tanto más poderosa influencia ejerce la revelación divina sobre nosotros y más dispuestos estaremos para someternos a ella, lo cual es la meta al prologarse las visiones de este libro con estas visiones. Cuando tal Dios de gloria habla, nos corresponde escucharle con atención y reverencia; corremos peligro si no lo hacemos.

 

1 John Selden (1584-1654). Jurista e historiador polifacético que gozó de

gran reputación. Se especializó en Historia Antigua. (N. del T.).

2 Johann Heinrich Hottinger (1620-1667). Filólogo y teólogo suizo especializado

en estudios orientales. (N. del T.).

 

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