La España que vive en precario

Precariedad es la “Ley” de los favores y favoritismos en lugar de la Ley de lo que es justo. Esto origina un sistema inestable.

Redacción PD

01 DE MAYO DE 2018 · 10:00

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Tyler Milligan / Unsplash

La celebración del día del trabajador nos hace asomarnos de nuevo a la realidad de la situación socioeconómica de España. A pesar de la recuperación de la fuerte crisis económica de principios de década, los analistas de distintos sectores coinciden en que la situación está marcada por la precariedad.

La etimología de la palabra precario deriva del latín prex, es decir, oración, súplica, ruego (de este término deriva plegaria). Por lo tanto, precario es aquello “de poca estabilidad o duración” (diccionario de la RAE) pero también el resultado de un beneficio o condición que se otorga por favor, permitido por un tiempo pero sin ninguna garantía o derecho a que permanezca.

Es la “Ley” de los favores y favoritismos en lugar de la Ley de lo que es justo. Esto origina un sistema inestable.

Sin dejar de reconocer que esa es la situación que enfrentan millones de personas en el ámbito laboral, ¿podríamos aplicar el adjetivo a otras esferas de la vida social en nuestro país?

- ¿Hay precariedad en la educación? Dejando aparte el aspecto económico, ¿hay en nuestro país un plan de educación estable, duradero y contrastado, o este plan queda sometido al gobierno de turno que con tanta docilidad se pliega a las presiones de colectivos ideológicos como el LGTBI, que pretende imponer su particular visión de la sexualidad humana sin ningún respaldo científico o académico que lo avale?

- ¿Hay precariedad en la justicia? Una justicia que debería ser garantía de estabilidad, y sin embargo no sabe -o no puede- explicar decisiones que despiertan la indignación popular y generan desconfianza en todo el sistema. Y a la inversa, una justicia que en ocasiones es manipulada por la presión interesada de medios de comunicación, redes sociales y grupos ideológicos.

- ¿Hay precariedad en la política? Asistimos en los últimos tiempos a un liderazgo político en crisis, que se ha caracterizado por el enfrentamiento y no por la negociación. Políticos que difícilmente pueden permanecer como referentes de diálogo, e incluso algunos están gravemente afectados por la corrupción.

A esto se une la búsqueda del “favor” del voto de los ciudadanos o de las alianzas puntuales, lo que hace que las políticas sean una respuesta a la necesidad de las urnas, y no de las personas.

- Mirando más cerca, ¿habrá precariedad en la iglesia evangélica? ¿Será que los males que padece nuestra sociedad también están en medio nuestro? Creemos que si la iglesia olvida el fundamento en Cristo y su Palabra a la hora de “edificar”, corre el riesgo de convertirse en un organismo precario. Volviendo a la definición anterior, sería una iglesia de “poca estabilidad”, derribada por las presiones exteriores o la oposición interna; lo que la llevaría a una “escasa duración” porque, como ha mostrado la historia una y otra vez, una iglesia que pierde su fundamento finalmente se diluye en la intrascendencia.

Como colaboradores de Dios, hemos sido llamados a construir. Pero como bien advertía Pablo (1 Corintios 3.11-15), revisemos constantemente cómo estamos edificando. Hacia fuera, en nuestra relación con el poder, no debemos buscar su favor renunciando a principios básicos (in/estabilidad outdoor). Hacia dentro, en la/s iglesia/s, sin desviarnos del proyecto cuya piedra angular es el propio Jesús, sin favoritismos ni concesiones dentro del binomio verdad y justicia (in/estabilidad indoor).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - La España que vive en precario